Tontas nubes - Libre-

Ya se había acostumbrado a su vida solitaria, por lo que generalmente pasaba las tardes recorriendo el bosque, el cual ya conocía casi a su perfección por lo que ahora había decidido recorrer las montañas.
A galope suave comenzó a subir el rocoso camino de la montaña, siendo que le parecía agradable la forma en que sus cascos hacían eco al galopear, aunque el galope no duro demasiado ya que al fin y al cabo no era imprudente por lo que no tardo mucho en solo “caminar” por así decirlo, en un lento ascenso.
La vista era cada vez más hermosa mientras ascendía o al menos así lo era hasta que las nubes se hicieron presentes, al principio como una espesa niebla pero conforme seguía su camino pero a cierta altitud estas se tornaron en un esponjoso tapete de dorados matices.
-es muy hermosos…-
Dijo al aire para luego divisar a un muchacho, un solitario muchacho, el cual atrajo mucho la atención; acercándose con lentitud seguido por el resonar suave de sus cascos que aun hacían eco.
-es muy linda la vista no crees?-
Cuestiono asomando su cabeza por sobre el hombre de aquel muchacho, obviamente sin pensar que eso le asustaría.
-estas aquí por eso?-
Agrego mirándolo de forma gentil, siendo que su boca no se movía al hablar, sino que lo hacia de forma apreciada a la telepatía.

Sus piernas, encogidas eran abrazadas con dulzura y resignación, no tenia manera alguna de obligara a las nubes a moverse, a pedirle que se moviesen, que se desvanecieran un instante, ver más allá del océano, re vivir un momento la visión de su antiguo hogar. No era infeliz, era dichoso por servirles a los dioses, por ser recibido en el Olimpo a pesar de ser un humano, de que le hayan otorgado la inmortalidad. Pero nada de eso disminuía su deseo de ver su nación, su tierra en la que nació. Sus ojos se tornaron acuosos, derramando una diminuta gota de frustración e impotencia.

Era a tal extremo lo sumido que estaba en sus pensamientos que la irrupción de aquel extraño no le asusto, es más aun no era consciente del todo de aquella presencia.

- Tontas nubes, no me dejan ver –

Soltó como única respuesta, tomando un puñado de tierra, lanzándolo colérico contra las odiosas nueves, viendo como se desaparecía, tragado por los colores del ocaso reflejados en las nubes.

Al ver las lágrimas en los ojos de aquel muchacho se preocupo, ignorando el hecho de que Ganímedes le ignoraba en primera instancia; siendo que por su mente deambulaban todo tipo de preguntas sobre aquel muchacho, tales como ¿le dolerá algo?¿se siente triste? ¿Que le sucede?
Una idea cruzo por su mente, la cual no tardo en ejecutar; y con mucho cuidado y suavidad froto su hocico contra la mejilla ajena para luego lamer el rastro de aquella solitaria lágrima.
-no estés triste, si estas solo yo te hare compañía…-
Dijo nuevamente en un tono de vos tranquilo y muy gentil, tratando de hacer sentir mejor a aquel muchacho.
-y con respecto a las nubes… no me parecen tan malas… se ven bonitas con esos colores-
Agrego manteniendo siempre aquel tono gentil al hablar, esperando que sus palabras le ayudaran aunque sea un poco, no importa que tan pequeño sea sin dudas le haría feliz.
Sus azulinos orbes miraban al muchacho con determinación, se había decidido ayudarlo en la forma en que fuese además su instinto le decía que Ganímedes no era una mala persona.

No lo podía contener mas, esa sensación constante, interminable de impotencia, la dominante frustración; el deseo intenso de ver un difuso trozo de su natal Troya. Se puso de pie, con la mirada molesta hacia las nubes, maldiciéndolas internamente, como era posible que trozos tan hermosos en otro momento fuesen ahora un muro de frustración.

Algunas lagrimas mas brotaron del infantil rostro, quería sentirse acompañado, y aun no del todo consiente abrazo el negro hocico corcel que le acompañaba, no sabía desde hace cuanto, simplemente lo hiso, sin importarle la reacción del otro.

- Pero no me dejan ver –

Su voz apareció qubrada.

Le sorprendió bastante el abraso, siendo que tubo que reprimir sus reflejos o pudo haber lastimado al muchacho con su cuerno.
Nuevamente le vio unas cuantas lamidas tratando de hacerlo sentir mejor, y si para eso se tenia que dejar abrasar, no le molestaba en lo más mínimo; al escuchar la voz quebradiza del muchacho se entristeció un poco, por la frustración de no saber como ayudarle y es más no poder hacerlo, puesto no había forma de que pudiera mover esas nubes.
-y… que es lo que deseas ver?...-
Cuestiono con genuino interés, ya que si conocía eso quizás encontraría la forma de ayudar a verlo o al menos hacerle sentirse mejor.
Le dio una nueva y por el momento ultima lamida mirándolo de forma apacible y de alguna forma tranquilizadora.
-tal vez no lo puedas ver desde aquí pero quizás hay otros lugares de donde si podrás…-
Dijo con seguridad, después de todo si sabia algo era que siempre hay más de un lugar de donde se puede ver las misma cosas.

Su reacción tardo en hacerse presente, escucho una voz, pero ahora estaba abrazando a un unicornio, su mente ocupada con los melancólicos y nostálgicos recuerdos antes de su existir en el Olimpo, apenas reacciono, soltándole de inmediato, avergonzado por su caprichosa conducta, se sonrojo.

- Lo lamento –

Bajo la mirada y después el rostro avergonzado. Sintiendo que de alguna manera había obrado grosero e irrespetuoso. Se puso de pie, para reverenciar a la bella creatura tan oscura como la noche. Las nubes comenzaban a mostrar las primeras tonalidades purpureas, anunciando la salida del sol.

Fue algo inesperada aquella disculpa y aun más la reverencia, pero Yuki no dijo nada al respecto, solo se acerco nuevamente a Ganímedes lamiéndole la mejilla siendo que si fuera posible, en ese momento se vería a Yuki sonreír.
-no te disculpes, me gusto el abraso…-
Dijo con gentileza frotando una vez más su hocico contra la mejilla ajena aunque esto no duro demasiado puesto con la ultima reminiscencia de luz solar del atardecer su forma cambio, adoptando la humana; hecho que aprovecho para abrasar a aquel muchacho totalmente ajeno de sentir pudor por su completa desnudes.
-dime aun sigues triste?-
Cuestiono siendo que su voz era la mismo y el tono gentil al hablar no había desaparecido, solo que ahora provenía de un muchacho de aparentes 16 años, de castaña cabellera y azulinos ojos.
-demo aun esta en pie llevarte a otro lugar de donde puedas ver lo que buscas…-
Agrego con una más que encantadora sonrisa, sin deshacer el abraso hacia el menor en estatura.

Su rostro obtuvo docenas de tonalidades rojizas, vio pesuñas convertirse en finos pies humanos, la bella piel del negro corcel transformarse en clara piel humana, un arrebato de insana curiosidad le obligo a seguir la dulce y armoniosa anatomía que se acercaba despreocupada a la propia. Su desnudo torso se erizo por el contacto. La curiosidad dio paso a un pánico retardado. Nada mas pudo reaccionar, sacando de su mente la imagen del desnudo chico, le aparto con un suave empujón.

- A . . . al . . . aléjate –


Temeroso de que aquello se gratara de alguna clase de treta para abusar del el se alejo del risco, caminando hacia atrás, sin darle en ningún momento la espalda. El rubio, fijando la atención en cualquier movimiento del castaño muchacho, tropezó con la vasija, que gustoso siempre cargaba, repleta de licor.

Los efectos eran los obvios, la diminuta prenda que cubría sus caderas abandono su color original tornándose rojizo, adquiriendo el potente olor a vino. Su cuerpo reposaba sentado con un gesto de dolor, uno de los ojos cerrados, el otro aun forzándose a no apartara la mirada del otro.

Le miro sorprendido cuando este le aparto, tratando de comprender porque lo hacia, pensando que tal vez no le había gustado la idea de ser llevado a otro lugar o quizá son se sentía bien, de ahí que anteriormente se allá sonrojado tanto.
Su sorpresa paso a ser preocupación al verle tropezar, a mucha preocupación al ver como la ropa de Ganímedes se tenia de roja, creyendo en un principio que se trataba de sangre.
-estas bien?-
Cuestiono yendo hacia él, sintiendo al acercarse aquel olor desagradable a alcohol, obviamente sintió mucho alivio al ver que no era sangre.
-no te hiciste daño?-
Agrego estirándole la mano, completamente ajeno que la reacción de Ganímedes era debido a la completa desnudes que tenia, sonriéndole de forma que antes su mirada reflejaba, una sonrisa encantadora y sumamente gentil pero que denotaba clara preocupación hacia aquel muchacho.
Podría no conocer las reglas básicas de vestimenta, el mundo más allá del bosque pero si sabia algo era que debía ayudar a toda persona que pareciera necesitar ayuda y en ese momento el que más la necesitaba era Ganímedes, no solo por esa caída sino por el estado en que se encontraba antes, en el que parecía sufrir una Granyena.