Bueno, el otro era un ángel, esperar cosas como a las que él estaba acostumbrado no era una posibilidad. Sólo sonrisas, frases bonitas, y lo mínimo de realismo, nada más pensaba que podía venir del ángel. No es que no le gustara dicho aspecto de esa especie, al contrario, le agradaban siempre y cuando sean parte de él, y no una simple máscara.
-Pues te recomendaría que esperes sentado si tratas que un demonio te hable con total confianza. Eres un ángel, y desde siempre habrá cierta distancia entre ambas razas. –dijo casi en una burla.
Al escuchar su segunda respuesta se sintió triunfador. Sí, triunfador ¿Por qué? Porque, al parecer, su mentira no se había descubierto por segunda vez.
-No lo niego, son interesantes. Sin embargo, mi interés sólo se basa en sus expresiones. Es que, cuando las veo, en ocasiones no entiendo el porqué de éstas. –explicó intentando que el ángel le entendiese. Pocos le entendían, y no le sorprendería si el otro no lo hacía- Respecto a lo demás de ellas, me aburren.
Para ser un demonio estaba siendo sincero. No era porque le había tomado confianza al ángel, sino porque no había necesidad de mentirle en ese aspecto. Y ahora que lo pensaba, ¿A dónde diablos se supone que llevaría al ángel si ya no pensaba llevarlo al lugar que tenía planeado en un comienzo? Huh, pronto el otro se daría cuenta de que estaban caminando sin rumbo aparente, y estaba más que seguro que le preguntaría.