Una nueva Visita..

Parecía que el día se alzaba sereno por el cielo, para variar
Hacia buen clima y el sol relucía con potencia y empeño.
El mismo Helios se sentía bien y a gusto sobre las nubes observando detenidamente a los humanos, ver su vida diaria, le tranquilizaba y le gustaba, admiraba aquella forma de vida que tanto le llamaba la atención.

No fue más preámbulos en su cabeza, decidió bajar al mundo humano, pero concretamente volvió a aquel puerto donde hacia tiempo estuvo.
Donde se obsequio las vistas de aquella manera tan especial con aquel Dios.
Bajo a un claro concretamente donde estuvo la otra vez.

Su sorpresa fue encontrarse con un mar revuelto, unas olas incontroladas y confusas como amenazantes.
Aunque el simple echo de aquel sonido era merecedor de estar espectando su momento
Le debilitaba el sonido, como si le invitase a adentrarse en el mar…
Se adentro un poco en aquella orilla, con los ojos cerrados, su brisa marina contenía un olor concentrado a sal, pero al igual le daba calma.

Adentro su corporación hasta los muslos, donde podía sentir la fluidez del agua por aquellas ropas de seda roja, que llevaba como si osasen despojarle de sus ropas con esos fieros corrientes.

Se encontraba en las profundidades sentado en su trono pensativo con una expresión molesta en su rostro era rara la vez que se le veía molesto, movía su tridente de arriba a abajo golpeando con fuerza el coral que sostenía su trono, los seres marinos admiraban expectantes el humor en el que se encontraba Poseidon.

Sintió apenas el ligero roze de una de las extremidades del dios del sol y este abrió sus marítimos ojos azules y miro hacía la superficie, se puso de pie sin apartar su mirada del punto donde se suponía estaba Helios, nado con habilidad, perdiendo su delicada forma y salió de la superficie colocándose frente al dios.

-¿A qué se debe tu visita?

Dijo con voz fuerte, las olas se mecían con intensidad y también con agresividad.

-¿Me tengo que restringir acaso… para verle, Dios del océano…?-
Mis ojos se abrieron lentamente, vislumbrando con claridad y con calma, el perfecto y marino cuerpo de Poseidon… Por un momento me sentí un intruso al querer estar sobre esas aguas, podía notar el temperamento de sus olas en mis rodillas, en mis muslos, aunque a mi las corrientes que llegaban eran menores que las que el mismo producía..
Parecía molesto, pero no sabia por que… ¿sería conmigo..?

- Me preocupaba ver el mar tan revuelto y baje para ver si estabas bien…-
Susurre en un tono mas calmado y menos poderoso que el anterior. Mientras mi vista por fin quedaba a ojos del contrario, observando sus orbes, tan profundas como el mismo océano, aunque yo me encontraba en la orilla…
Era extraño… Como yo reclamaba su frialdad y supongo que el encontraba en mis fogosos ojos el amor… Por mi parte, estaba cegado por aquel Dios, tenía miedo de hacer estupideces por si hacia algo mal, y Poseidon se enfadaba conmigo.

Por su piel se deslizaban las delgadas gotas de agua salina, delineando a su paso el erótico cuerpo del dios de los mares, respiraba calmado tratando de tranquilizarse, el mar estaba completamente alterado y las nubes comenzaban a agolparse pintándose de un tono gris indicador de que una tormenta fuerte se avecinaba.

-Te preocupabas...

No se sentía bien quería preguntarle tantas cosas a Helios pero primero debía tranquilizarse, mantenía los puños apretados, quería golpear algo, estaba tremendamente nervioso, y no sabía que hacer.

-No supo nada de ti en mucho tiempo, miraba el sol esperanzado de que algún día bajaras para visitar a este anciano.

Sonrió con tristeza.

-Es que acaso ya no me amas?

Había pasado tiempo desde la última vez que se había entregado a él el joven Helios pero después de ese día ya no estaba ahí, en ese momento no se había preocupado pues sabía que tenía deberes de dios que cumplir, pero habían pasado días, semanas sin recibir noticia alguna.

Al escuchar esas palabras no pudo dudar, su corazón sabía que no mentía, sus palabras habían molestado a Helios y eso lo hizo sentir un completo tonto de haber dudado del amor que el joven le brindaba, cuando sintió ese beso su mirada se apaciguó al igual que lo hizo el mar y las nubes comenzaban a despejarse dejando brillar en todo su esplendor el hermoso sol.

Respiró con suavidad tranquilizando y volviendo a ser mismo de antes, tomo a Helios de la cintura para profundizar el beso, sin contestar a la pregunta, era un tonto por pensar de esa manera.

-Lo siento, es que el o tenerte cerca me vuelve loco, lamento ser tan histérico, es que en verdad te amo.

Sintió el cálido toque de Helios, estaba realmente contento, que el mar comenzó a expedir un delicioso aroma salino que habría invitado a cualquier ser a acercarse y nadar un rato en las tranquilas agua, besó la palma del contrario, cuando miró que Helios fruncía el ceño no pudo evitar sonreír enmarcando sus delicados labios.

-Lo siento, no volveré a pensar mal de ti, es que soy u tonto enamorado.

Le acarició el cabello.

-Y no, no eres un estúpido niñato, yo jamás me enamoraría de uno.

Se acercó con lentitud y besó con lujuria y pasión los labios de Helios.

Al sentir la exigencia de la lengua del joven Helios abrió su boca dejando entrar a la impaciente lengua mientras la suya rozaba con la contraria, abrió un momento sus ojos admirando el hermoso rostro de se amado niño, sus manos se aferraron a la delicada cintura, sintiendo como sus dactilares se deleitaban con la suavidad de la piel del muchacho.


Podía sentir su cuerpo frió calentarse por si soló, debido a la pasión que experimentaba en ese momento, las gotas del agua se resbalaban por su cuerpo y su cabello comenzaba a secarse con los rayos del sol.


-Helios.

Pronunció su nombre solo por el placer de hacerlo.

Sintió como ambas pelvis se apegaban y sintió también la pelvis de Helios moverse con tanta lujuria, sentía que todo el placer que ambos cuerpos emanaban podría evaporar el agua entera del océano, dejando miles de especies desamparadas por culpa de esa dulce y exquisito amor que los Dioses se profesaban.

-Lo mismo me pregunto yo mi querido Helios-

Poso su mano alrededor de esbelta cintura del muchacho y con su mano libre levanto el rostro del chico tomándole por el mentón y se acercó lenta y provocativamente a los labios del muchacho estando a unos minuciosos milímetros de los labios ajenos abrió su boca con levedad incitando al dios del sol a abrir su exquisita boca que tanto deseaba poseidon.

Cerró sus ojos al ver que se le acerca y sintió que su piel se erizaba con el suave contacto al no recibir beso fruncio ligermante el entrecejo pero después sonrió ante la propuesta del contrario, era obvio que querría conocer el lugar donde su hermoso helios vivía pero entonces su mente comenzó a procesar la información y se mordió el labio inferior al saber a lo que se refería o al menos esperaba no estar equivocafo.

-Si... deseo conocer todo de ti

Sus largos dedos acariciaron los antebrazos del mucacho mientras miraba su delgado torso.

-Llevame

Sonreí tras que mi amado Poseidon se diera cuenta de lo que verdaderamente reclamaba mi cuerpo bajo el suyo, sinceramente era una droga que le quisiera tanto pero ahora no podría soportar que me arrebatasen de mis manos el amor que sentía yo por el peliazul, por mi mayor.
Mis manos se elevaron con elegancia hacia el rostro contrario acariciando sus facciones con cariño y delicadeza, desplazando el dedo pulgar por sus mejillas como quien acaricia a un niño menor de edad…- Poseidon, No sé si ir a mi cuarto será mucho calor para ti…-

Aquel susurro inundo y solo fue para los oídos contrarios, los de mi amado.
Esas manos curiosas por palparle bajaron con lentitud hasta alcanzar las propias suyas y entrelazar mis delicados y calidos dedos en los suyos fríos y con la sensación de humedad…

Se lo pensó un momento lo que dijo Helios era razonable, para un dios de los mares, cuya piel siempre se mantenía fría sería peligroso andarse sin nada por el lugar donde Helios habitaba, pero aunque su cerebro le gritaba como loco que no fuera su corazón le dominaba en esos momentos.

-No me importa, soy un dios no moriré por el calor.

Le dijo con tranquilidad y sin abatimientos, le importaba poco en esos momentos la consecuencia de que su epidermis tuviera contacto con el clima tórrido del reino del dios del sol.

-Solo llévame.

Le pidió con voz llena de seguridad.