Calypso

Deimos escuchó cuando se cerró la puerta tras él, alzó los dedos y se palpó la gota de sangre que descendió de su perfecta nariz hasta sus labios, se la quitó con los dedos y restregó las yemas contra los muslos y alzó la cabeza para mirar en torno suyo. Estaba en lo que parecía un camarote muy amplio y extrañamente olía a incienso y flores, un aroma completamente distinto al que imperaba en todo el barco que era a sal y sudor, vino y pescado. Frunció el ceño cuando desde fuera escuchó la potente voz de Axor dando órdenes para partir, el crujido de las velas y el sonido seco de los cabos.

Avanzó un paso y bajó la vista, había alfombras de muy buena calidad en el suelo, seguramente persas, cojines, mesas redondas bajas, sujetas al suelo, cortinas de seda, cojines y varias arcones por las esquinas. ¿Qué era aquello? Ladeó el rostro cuando escuchó unos suaves pasos y apareció un joven de rubios cabellos platinos, ojos verdes, cuerpos esbelto y piel muy blanca. Iba vestido con un pareo semitransparente que no dejaba nada a la imaginación y un collar de oro, abrió ligeramente la boca al ver la espada de Deimos, sus ropas estropeadas pero evidentemente de guerrero y retrocedió un paso. Apareció otro muchacho igualmente bello, con ropas parecida, comiendo una manzana.

Deimos comprendió, aquello no era solo una maldita habitación para esclavos..¡era un harem!

-¿Quieres bañarte y cambiarte para el amo?-era otro hombre, de piel oscura y cabellos rizados.

-¿Amo?-Deimos casi se atragantó-¿te refieres a ese loco sanguinario?-todos palidecieron.

Uno se aproximó a tomar su espada y Deimos le propinó un bofetón sin demasiada fuerza para no hacerle daño, solo una advertencia. El chico se llevó la mano a la mejilla enrojecida.

Se viró para salir de allí, ¿qué diablos se creía aquel idiota? Servir era ser su guerrero no una de sus cortesanas.

Después de dejar a Deimos, de quien aún no sabía su nombre, se dirigió al otro lado del pasillo, donde estaba su camarte. Ambas estancias coincidían con una puerta, pero los chicos que habían al otro lado nunca la cruzaban a no ser que Axor con su voz poderosa pidiera uno para que le felara o montara encima suyo. Cuando eso pasaba, todos hacían una cola para ver quien era el que podía entrar primero, aunque eso también suponiera poder tener la muerte si le molestaba demasiado o si simplemente Axor quería matarlo.

Dejando eso de lado, vivir en el Calypso era, para los esclavos, una especie de hostal de lo mejorcito con comida gratuíta, una estancia lujosa y con compañeros que a veces eran rivales y todos los caprichos que ellos quisieran y los marineros quisieran comparles, aunque claro, Axor nunca les compraba nada. Solo se dedicaba a pasar por delante de la estancia mientras los chicos estiraban sus brazos pidiendo atención o que simplemente les llamara la próxima vez que quisiera divertirse.

Se encerró en su camarote, sacándose el yukata y poniéndose otro negro completamente, no como el que llevaba antes que tenía los bordes blancos, para después dejarse caer encima un asiento de plumas que era extremadamente cómodo.

- ¡Esclavo! - gritó con una mueca en su cara, a la vez que todos hacían cola para entrar a la habitación-.

Deimos entrecerró los ojos cuando vio que todos hacían cola para poder pasar aquella puerta roja que llevaba al camarote de Axor, apretó los dientes, eran débiles, sumisos, ansiosos por servir a un amo al cual poco le importaba darles muerte después de haber gozado de ellos sexualmente. Si los mataba a todos ahora hasta les haría un favor, los salvaría de su propia indignidad pero si se sometían sin protestar, esperando aquello cada noche, entonces ni siquiera merecía la pena manchar su espada con su sangre aguada.

Se separó de ellos y se fue adentrando, inspeccionado, abriendo puertas para descubrir pequeños dormitorios y luego llegó hasta lo que parecía un baño, había una tina de madera, parecía que el agua todavía estaba caliente y humeaba, la persona que iba a disfrutar del baño, estaría en la cola. Dudó pero el olor a aceites y pétalos lo turbó, ¿cuánto hacía que no disfrutaba de un baño caliente? Se miró, sucio, de ropas raídas, los cabellos llenos de polvo.

Cerró la puerta y comenzó a desprenderse de las prendas, dejó la espada en una esquina y abrió una ventanillas para que entrara un poco el aire de la noche, pronto amanecería y necesitaba un sitio donde dormir, oscuro, donde no penetrara a menudo el sol. Los ropajes cayeron a sus pies, revelando su cuerpo armonioso, esbelto pero musculoso, los pezones de sus pectorales eran del mismo tono que sus ojos. Se soltó la coleta y una cascada de bucles negros cayó hasta su cintura.

Se introdujo poco a poco, suspirando sin darse cuenta, cerró los ojos y se sumergió unos segundos para luego asomar e ir a un borde, buscando hojas de mentar para restregar su piel.

Cuando se pusieron de acuerdo uno entró en la sala, abriendo la puerta muy lentamente y bajando la cabeza avergonzado. Axor estaba sentado en ese sillón de plumas con ese cigarro largo hecho de un material metálico en la boca, con las piernas abiertas aunque sin verse nada, pues el yukata era ancho y le cubría. Se fue aprroximando poco a poco y se arrodilló delante suyo, besándole la entrepierna y metiendo la mano debajo el yukata. Levantó la ceja extrañado y se dobló hacia delante para quedar la cabeza junto a la cara del esclavo, a quien le soltó todo el humo que había tragado haciéndole toser.

- ¿Acaso he dicho... que quiera que me feles?- una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro y el chico enrojeció por completo, empezándose a quitar la túnica semitransparente que llevaba para ponerse encima; Axor cogió el yukata y se lo aventó a la cara- Lávalo bien y que no quede rastro de sangre, o sino te mataré-.

El esclavo avergonzado por lo que estaba pasando cogió el yukata con cariño entre sus brazos y cogió el suyo para llevarlo debajo el brazo, yéndose de la sala tan rápido como le fue posible solo para girarse antes de irse y mirarle a los ojos fijamente.

- E-espero que... yo... T-te amo Axor... - cerró la puerta luego suavemente e ingresó en la sala de los esclavos donde todos estaban impacientes para saber que había pasado, pues se disputaban tanto los agujeros que habían en las paredes para ver que ni se habían enterado de lo que había pasado; el esclavo enrojeció y se mordió el labio, mirando a sus compañeros- M-me ha besado abrazándome y... me ha dicho que me amaba...

Deimos alzo ligeramente la cabeza y olisqueó el aire como si fuera un sabueso, frunció el ceño, el olor que estaba percibiendo era del todo desconocido, lo más extraño es que parecía la mezcla de muchos un mismo tiempo.


Deimos era ajeno a aquella conmoción, de hecho nada podía importarle menos que lo que pasaba entre aquellas paredes porque, por supuesto, él no era no aquellos chicos, no era una puta vestida con sedas finas, lista para satisfacer los caprichos de su amo. Por un momento le recordó al Olimpo, donde la ninfas y otras criaturas se pasaban los días los pies de los dioses, atentos a cualquier capricho, contentos de ser unos juguete de los cuales era muy fácil deshacerse. En el fondo, Axor, no era diferente de aquellos inmortales que se suponía que regían los destinos de los humanos, solo que el pirata no engañaba a nadie; era lo que era y no pretendía cambiar ni ocultarlo. No era una mentiroso.

-Solo un sincero sádico-musitó.

Sus ojos buscaron un cepillo y lo halló, lo tomó entre sus manos mientras salía de la tina, se sentía muchísimo mejor, su cuerpo estaba limpio, sin manchas que restaran lustre aquella piel sedosa, fina y atemporal, su largas ondas oscuras, mojadas, eran más largas y tocaban con las puntas su apretadas y redondas nalgas. Se fijó en una sencilla túnica negra y se envolvió en ella, con el cuerpo aún húmedo y los pies creando pequeños charcos, salió del baño, llevando sus pertenencias.

Escuchó los chismorreos y alcanzó a oír las palabras del esclavo; “M-me ha besado abrazándome y... me ha dicho que me amaba...” Arqueó las cejas con incredulidad, eso era imposible, no veía a ese hombre que cortaba cabezas de sus propios hombres con una risa en los labios, diciendo que amaba. Ese esclavo tenía que estar borracho.

Comenzó a mirar en las habitaciones, necesitaba dormir, su cuerpo presentía la salida del sol. Suspiró, llegó hasta una que era minúscula, más bien era un almacén de telas, sin lecho pero al menos no creía que nadie lo molestara allí. Cerró la puerta y comenzó a hacerse su propio nido entre las sedas.

Después de todo el ajetreo de esa noche estaba muy cansado y necesitaba dormir como cualquier humano. Se dirigió a la puerta para poner el candado en ella y luego se fue a su cama, la cual estaba mirando al centro de la estancia en el centro de la pared que daba a la proa del barco. Apagó la luz de aceite con su dedo y se metió dentro la cama, tapándose hasta medio pecho y cerrando los ojos para después de unos minutos quedarse dormido.

Por la mañana los esclavos estaban levantados bien temprano, por si Axor tenía ganas de un polvo matutino. Sabían que a veces se despertaba con esas ganas y allí estarían ellos para satisfacerles. Pero algo rompía esa felicidad de la mañana, pues, aunque ellos estuvieran tan tranquilos, el mismo chico que la noche anterior había dicho que el capitán sentía amor por él estaba tumbado en su cama, rígido y frío, con los ojos abiertos de par en par y una de las manos caídas a un lado. Tenía los labios y las puntas de los dedos violáceos y hacía unas horas que había muerto. Parecía que se lo tomaban en serio lo de la competitividad, tanto que podían llegar a tales extremos sin inmutarse; planear muertes con unos y luego matarse entre ellos o hasta algunos ahogarse por el hecho que Axor no había aceptado su amor, riéndose de ellos y diciéndoles que prefería dejarles viviendo con ese tormento.

- Habéis oído bien... el nuevo... si... es muy viejo... y el capitán Axor hizo eso después que le tocaran... - algunos estaban reunidos, mirando con rabia hacia la puerta donde dormía Deimos, planeando algo para quitárselo de encima, no se dejarían ganar por un viejales-.

Deimos dormía acurrucado, su cabellera lo cubría y estaba profundamente dormido, era un tipo de sueño antinatural, había comenzado a dormir así desde que la maldición de Ares se había abatido sobre él. Su cuerpo, sus apetitos, sus poderes, todo había cambiado para él pero a peor. Si no estuviera maldito, no estaría en aquel barco, no habría dado su palabra a un mortal y no tendría que beber sangre para conservar su inmortalidad. Estaba totalmente perdido y le costaba encontrarse a si mismo, ya no sabía quien era, todo se reducía a saciarse y dormir, matar y sobrevivir.

No escuchó como se abría la puerta, en el templo siempre se había sentido a salvo porque nadie se atrevía a entrar en él, nadie pasaba su portal ni se acercaba. No abrió los ojos hasta que un dolor muy agudo traspasó sus abdominales y su hombro derecho. Dos de los esclavos habían entrado y usando unos pequeños cuchillos, se lo había clavado, derramando su sangre al suelo y arrancándolo de su sueño-¡Arrggh!

Los dos ojos rosados se posaron en los rostros de los muchachos, unos orbes nublados, fríos y ellos vieron su muerte. Gritaron cuando una ola de miedo los envolvió y les paró el corazón. Deimos se puso en pie, la sangre mojaba la túnica, pegándola a su piel pero no se quitó los puñales que estaban hundidos en su carne, sus orbes se posaron sobre el resto de los esclavos que estaban dentro de su habitación. Alargó su mano y tomó a Tormentosa.

Los chillidos de dolor y terror que comenzaron a salir de la habitación de esclavos, detuvieron a los marineros, todos se paralizaron. Se preguntaban si Axor estaba llevando a cabo otras de sus famosas limpiezas.

Se despertó de golpe al oír los gritos de chiquilla de los esclavos que había en la habitación contínua. Seguramente no odiaba nada más que le despertaran de esa forma, bueno, eso y que le dieran órdenes. Se sobresaltó y cogió su katana abriéndo la puerta de un golpe y encontrándose con la mitad de sus esclavos muertos, y una especie de bestia con una katana en las manos, avanzó desenvainando la espada y chocándola directamente con la de él. No se veía luchar para proteger a sus esclavos, sino simplemente quería matarle por haberle despertado de ese modo. Blandió la espada en diagonal cruzadamente, pegándole un golpe a la montura de la espada del otro y volviéndola a hacer temblar para que perdiera el control sobre ella durante unos segundos.

Con un movimiento rápido le cogió del pelo y lo empotró contra la pared de espaldas, viendo los dos cuchillos que tenía clavados en la espalda y levantando una de las cejas incrédulo. Ya le habían intentado matar. Acercó su rostro a cada cuchillo y cogió la empuñadura con los dientes, sacando cada cuchillo así para cobrarse el haberle despertado de este modo, para cuando hubiera acabado, coger la espada del otro y tirarla al suelo.

- ... Eres más débil que esas putas... - le susurró al oído, poniendo los brazos contra la pared para reírse de él- Que animal más patético...

Deimos jadeó cuando sacó los cuchillos de aquella forma, despacio, dolorosamente, apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula. La sangre mojaba su túnica y sus dedos temblaban, había matado a la mitad, parte con solo usar dosis de miedo contra ellos, parando sus corazones y a los otros los cortó en varios pedazos, pintando las paredes con su sangre. Su corazón dolía, apretaba contra su pecho y se sentía débil, sus ojos parecían que captaban demasiada luz, se le clavaba en las pupilas y los orbes se tornaban más pálidos.

-No soy un animal..-susurró y sintió como la furia iba creciendo dentro de su pecho-no soy débil..-su cuello se estiró de repente y hundió sus colmillos con fuerza en el antebrazo de Axor, su pie se disparó y la pateó la rodilla para tirarlo hacia atrás. Se separó con un giro y se dio dos pasos laterales, buscando su espada.

-Y tengo un nombre, perro sádico, apréndetelo-siseó-es Deimos, no soy una de tus putas quinceañeras-se inclinó y entre sus dedos cogió un cuchillo, uno de los que le habían clavado.

Apartó la mano, no por dolor, sino para ver que hacía el otro para defenderse, y fue lo suficientemente rápido como para apartar la pierna antes que le diera. Sonrió al ver que el otro cogía el cuchillo y sin pensarlo dos veces, le golpeó con el puño en todo el estómago, acercándose para sursurrarle al oído palabras envenenadas.

- Sal... perro chupasange... chúpamela toda entera...- antes de que se doblara por el dolor cogió la mano que sostenía el cuchillo y se hizo un corte en diagonal en todo el torso, que había quedado al descubierto por los movimientos de la noche-.

Hecho esto se llevó el cuchillo a la boca y lo lamió, igual que hacía con su espada, tirándolo hacia atrás luego y llevándose el brazo a la boca, el cual también estaba sangrando. Su yukata negro empezaba a desprender su fuerte olor a sangre, y con el brazo bueno se apoyó a la pared para acorralar a Deimos contra ella. Parecía que había encontrado otro fetiche, dejar salir esa sangre tan valiente para alimentar a su mascota personal.

Acercó su rostro otra vez a la oreja de Deimos con una sonrisa diabólica, mientras todos los otros chicos se habían encerrado en la habitación de Axor, para salvarse, y ya de paso, poder tumbarse en la cama que desprendía esa fragancia tan suya.

- Chúpame Deimos... no te resistas... es tu derecho.... - dicho esto abrió levemente la boca y le mordió el cuello con rudeza-.

Deimos se había doblado del dolor, notando que su cuerpo era más débil que en las horas de oscuridad pero no tuvo tiempo de reaccionar cuando de repente fue golpeado por el olor a sangre que fresca que fue como un bofetón en la cara. Era la sangre de Axor, lo sabía, aquella sangre oscura, propulsada por aquel corazón salvaje, pasional y sin dueño. Aquella sangre que era tan rica que lo enloquecía, se sentía humillado, descorazonado porque jamás había sentido tal apetito, tanto deseo por aquel néctar rojo y aquella sangre era de aquel mortal enloquecido, sádico e totalmente imprevisible.

Cerró los ojos cuando aquellos blancos diente se hundieron en su cuello, parecía un animal, dominante, en pleno acto sexual. Se clavó los colmillos en sus propios labios pero no pudo evitar que un gemido fuera exhalado rotamente entre ellos, sentir sus colmillos en su propia piel, tocando unos puntos que nunca había sabido que fueran tan, tan sensibles a la presión.

Jadeó y abrió los ojos, estaban nublados-la quiero..-susurró con una voz totalmente antinatural, trataba de controlarse pero su sed, su ansía era mayor y lo arrastraba. Sin poderse contener fue al primer punto que estaba cerca de sus labios; la boca de Axor. La apresó y lamió con desesperación para luego buscar de nuevo su lengua. Lo estaba haciendo otra vez, estaba besándolo como la noche anterior para alimentarse, aquel hombre sabía de que hilos tirar para lograr que él reaccionara.

Eso fue totalmente un golpe bajo. La verdad es que no se esperaba que fuera a recoger la poca sangre que había quedado en sus labios y lengua de chupar el cuchillo y su propio brazo, pero simplemente cerró los ojos e hizo fuerza para hacer que la cabeza del otro estuviera contra la pared, siguiéndole ese beso salvaje para darle toda la sangre que quisiera. En parte eso también se empezaba a volver adictivo. Quizás es que le gustaba ser mordido y chupado, pero lo segundo era algo que ya sabía desde el principio.

Sintió como la sangre caliente iba mojando todo el yukata y su propio cuerpo, con ese líquido caliente y de un fuerte olor, y a pesar de que podía estar desangrándose, estaba disfrutándolo de sobremanera. Ya no era algo nuevo darse cuenta que le gustaba sangrar, pues en parte por eso se metía en todas las peleas, igual que de la misma forma amaba la sangre que podía sacarles a sus contrarios o hasta a sus aliados.

Llevó su mano buena al cuello de Deimos y lo apretó con fuerza, no para querer hacerle daño, sino que cuando se sentía excitado, quería maltratar, matar, ahogar, y esa era la situación que se encontraba en ese momento- El agarre iba haciéndose fuerte y soltándose, permitiéndole respirar, pues tampoco le interesaba cortar ese momento de lujuria loca y sádica. Se separó levemente y le miró con ojos severos.

- Chúpala toda... perro Deimos-.

Deimos había jadeado al sentir como aquel beso era un asalto salvaje contra sus labios, parecía que Axor quería devorarlo con un hambre mayor que la suya propia, había encontrado al único ser en todo aquel ancho mundo que al igual que él, no podía saciar su hambre. Justo en ese momento sintió los dedos en su cuello, apretando, haciendo daño como si quisiera privarlo del precioso aire, su pulgar fuerte sobre su nuez de adama y sus largos dedos sobre su aorta que palpitaba con furia. Quiso romper el beso pero no suya la decisión sino de Axor.

Inspiró, aquella poca sangre había sido como ingerir un sorbito de un lico muy potente, una de las heridas de la espalda se comenzó a cerrar poco a poco pero la otra continuaba abierta. Abrió los ojos, aquellos que eran como un atardecer de verano y los centró en aquellos dos lagos de sangre invernales. Por unos instantes le recordó a su padre, pero solo eran unos breves segundos, los fuegos que ardían dentro de Axor no se podían apagar ni con todo el océano.

-No soy un perro..-jadea e inclina el rostro, sangre, tanta, tanta sangre, la deseaba, la necesita-basta..-aunque sus labios decían aquella palabras, su cuerpo lo traicionaba y su odio crecía pero al tiempo el deseo. Era un caos, un caos de emociones y hambre, un caos que solo había originado aquel mortal-no me digas perro..hijo de puta..-y su lengua recorrió la herida, tomando su sangre que le arrancó un quejido de placer que no pudo contener.

Cuando la lengua del otro recorrió la herida una especie de fuego se encendió, como los que se encendían cuando sus esclavos empezaban a lamerle em miembro, pero esta vez más intenso. Giró la baceza levemente para buscar un lugar para no estar de pie, encontrando un montón de cogines amontonados en una esquina, y desviándose hacia allí, cogiendo del brazo al chupasangre y dejándose caer, arrastrándolo con él. Nu cuerpo empezaba a vibrar y eso era algo incompatible, por la situación era esa, Deimos se alimentaba, él se reía y se iba, pero su miembro mojado por su propia sangre empezaba a reaccionar, quizás al estar mojado igual que cuando le lamían, quizás por exponerse ñel mismo a un peligro que tanto le podía dar la muerte, como para protegerle de ella. Sonrió diabólicamente estirando sus brazos a ambos lados y abriendo las piernas para que Deimos tuviera acceso a toda la sangre que había caído por su cuerpo, a pesar que empezaba a encontrarse mareado, no todo ese mareo venía por la falta de sangre, sino por lo que estaba sintiendo.

- ¿Entonces como voy a llamarte si me estás chupando todo el día como un perro? - le miró sonriente y le levantó la cara para verle, manchada toda de su sangre, con un rbillo rosa en los ojos- .... Deimos mi puta... ¿Estará bien así?

Deimos alzó el rostro y se le quedó mirando, una horrible certeza se fue abriendo en sus entrañas mientras aquella sangre preciosa entraba en su cuerpo ¿Eso era? ¿una puta? Bebía la sangre aquel hombre como si realmente fuera un perro, una bestia que no conociera de la razón y a pesar de que había estado intentar escapar se eso ahora se estaba sumergiendo a cada trago. La herida de Axor se estaba cerrando por su saliva, se detenía la hemorragia pero su rostro continuaba con aquella máscara escarlata.

Alzó la mano y le dio un manotazo fuerte para apartarlo de su barbilla-tienes a todas esas putas para ti..-siseó, comenzó a ponerse en pie-hacen cola para que los folles.-escupió a un lado, mostrado su repulsión por ese servilismo-no soy tu puta, Axor-era un dios, era orgulloso-soy..-se fue poniendo en pie, despacio, notando que estaba algo mareado, aquella sangre que lo hacía sentir ebrio como si hubiera bebido toda la bodega de Zeus en unos segundos-soy..-no lo sabía, frunció el ceño

Estaba confundido, era un guerrero, un dios pero..pero necesitaba esa sangre, necesitaba a Axor aunque quisiera matarlo. Notó algo..¿y se volvía adicto aquella sangre? ¿qué pasaría entonces?

Se quedó como estaba, con el yukata sangriiento pegado a su cuerpo, mojado por la sangre, húmedo, y abierto por el pecho. Levantó una ceja al ver que el otro tampoco sabía que responder y una oscura sonrisa se formó en su cara. Tal parecía que estaba borracho... ¿borracho por beber su sangre? ¿Era como alcohol? ... y si lo era... ¿Podría volverse alcohólico? Le miró fijamente, la situación parecía decir que el sometido era Axor, pues era de quien tomaban la sangre, incluso se dejaba, y se calentaba cuando lo hacían, pero esa forma de ser suya, tan entregada a cualquier locura, le hacía ser el dueño de esa situación, dueño de las reacciones del otro y dueño de su futuro, pues él tenía su alimento corriendo por dentro.

- Tu eres... de mi propiedad - dijo mirándole seriamente aunque con una semisonrisa permanente en su rostro - Que no se te olvide-.

Se podía divisar como su miembro estaba medio erecto, quería sexo a pesar de su pérdida de sangre y Deimos no quería formar parte de eso, así que cogió aire y miró hacia la puerta.

- ¡Esclavo!

La puerta se abrió y uno de los chicos entró, presuroso, mirando a su amo y luego a aquel monstruo que estaba allí erguido, con el rostro cubierto de sangre. Deimos tenía las manos apretadas, formando puños, jadeaba, sentía que Axor lo hubiera atravesado con una espada, aniquilando todo su orgullo, aquella sangre era peligrosa, igual que su amo. Era como volverse adicto a una droga, a un veneno…era volverse un esclavo por completo y el solo hecho que un dios fuera sometido así por un mortal era lo más humillante.

Deimos se dio la vuelta y se encaminó al almacén de telas, se escuchó como cerraba con un portazo para no escuchar como Axor tenía sexo con aquel esclavo, no quería verlo, no quería oler su sangre mientras su pene entra y salía del cuerpo del joven. No quería ir más allá, no quería participar, solo beber de él ya le suponía algo denigrante.

Se cobijó entre las telas y cerró los ojos, dejando que el sopor lo invadiera.

La noche fue cayendo sobre el barco poco a poco y los marineros se asomaron a la proa.

-¡Barco a la vista!-gritó el vigía.

Diemos fue abriendo sus rosados ojos, sabía que mostraba un aspecto espléndido, muy hermoso pero eso lo amargaba, era el simple hecho de que la sangre de Axor era sublime y provocaba ese efecto en él. Sus cabellos negros, azabaches, resplandecían, su piel tenía ese leve toque dorado, sus orbes eran intensos, llamativos y sus músculos vibraban.

A pesar de que había podido correrse dentro del esclavo como nunca lo había hecho, algo le fastidió de sobremanera. Le turbaba y era algo que no podía soportar, por lo que cuando pudo dar alcance a su katana le cortó la cabeza al chico y volvió a correrse inevitablemente al ver como el cuerpo se convulsionaba sacando semen por su miembro. Algo asqueroso para algunos, pero la mayor muestra de vida para él. Se quedó dormido por la falta de sangre durante más o menos tres horas y luego se dirigió a comer algo. Esas tomas de sangre de Deimos podían ser divinas, pero le dejaban agotado. Tras comer y recomponerse un poco, recuperando notablemente el color de la piel, el vigía grito la alerta de barco, y Axor sonrió complacido, dirigiéndose a la cubierta con su katana y el kimono manchado de sangre, como si hubiera habido una matanda. Conocía ese barco, ya lo habían atracado otras veces y era un navío mercante de comida y esclavos, perfecto para la ocasión de bajo nivel de chicos en el harem.

- ... Matadlos a todos y quedaros con la mercancía... - ordenó a los hombres que se habían reunido a su alrededor; cogió un cabo que tenían ya preparados para los asaltos a los navíos y cuando estuvieron suficientemente cerca levantó su espada- ¡Al abordaje!

Una lluvia de piratas colgados de cuerdas llegó al navío mercante, lleno de hombres contentos y grandes, pero sin pizca de fuerza, parecía que era del mismo sitio pero con otros tripulantes. Mejor, más diversión.

Deimos apareció en cubierta cuando se inició el ataque, de nuevo vestido con sus ropas de guerrero y su espada. Una batalla, eso lo alegraba, la sangre de su padre animaba aquel lado de su personalidad. Sonrió plenamente al escuchar los gritos y el sonido de ls espadas que chocaban las unas contra las otras. Fue hasta la borda y no se molestó en tomar un cabo, la distancia era corta, se propulsó y saltó hasta el otro navío, desenvainó y se unió a la refriega, se deslizaba con elegancia, moviendo su espada como si fuera una sombra, esquivando y matando.

-¡¿Tú?!

Se volteó y miró el marinero que lo escrutaba con los ojos desorbitados, al parecer un devoto de Ares porque lo había reconocido, su estatua estaba en el templo de Ares. Antes de que el hombre pronunciara su nombre, dio un mandoble y le cortó la cabeza.

De repente todo el barco se estremeció, había algo en sus bodegas, un mugido hizo crujir todos los maderos del barco. Al parecer aquellos hombres había contacto con algún sacerdotes de Zeus porque se habían traído algo del bosque sagrado.

-No es posible..-susurró y luego se movió hacia la escotilla que llevaba a las bodegas-¡MINOTAURO!-gritó antes de que las placas saltaran en pedazos y unos cuernos enormes se proyectaran al exterior.

Axor estaba sonriendo desquiciadamente mientras iba cortando a los otros marineros de dos en dos, separándolos de su cabeza o atravesándolos con su larga katana. Eso era una fiesta para él, parecía el mismisimo dios de la muerte. Se separó un momento de la batalla para observar como Deimos luchaba. Lo había visto salir a la pelea, y ahora quería saber si era suficientemente bueno como para seguir teniéndolo en su navío o deshacerse de él- De pronto, mientras lamía su espada tranquilamente observó como el otro se ponía nervioso, y cierto movimiento bajo sus pies, a lo que bajó la katana y miró con una cara muy seria y a la vez divertida, como acontecerían los sucesos siguientes.

Dos enormes cuernos atravesaron la madera, saliendo al exterior y aplastando a algunos marineros con las escotillas que salieron disparadas. Eso ya no era un simple abordaje... podía capturar a otra bestia curiosa para su colección de asesinos... Sonrió perversamente y empezó a bajar por las escaleras del sitio del timonel, encontrándose cara a cara con ese monstruo que soltaba aire por su nariz y le miraba con ganas de atravesarle con sus cuernos. Axor sonrió alegremente como si hubiera visto un nuevo juguete y se puso la espada en el hombro, siguiendo con esa sonrisa aterradora.

- Adelante... mi nueva mascota...

Deimos bajó su espada y su barbilla casi le llega al pecho al ver como Axor se plantaba delante de aquella bestia que alcanzaba los tres metros de estatura, ancha, poderosa, de pelaje negro, de pezuñas como platos y ojos rojos. Mugió y la saliva salpicó en todas direcciones, sus orbes inyectados de sangre se posaron sobre la figura del pirata que co aire de indiferencia de erguía frente a él a unos pocos metros. Alzó las patas, raspó el suelo, bajo la cabeza y comenzó a correr para arrollarlo o ensartarlo de un de sus enormes cuernos.

-¡AXOR!-se movió hacia el pirata. Si aquel hombre moría, se quedaría en mitad del mar con un barco lleno de imbéciles sanguinarios, esclavos estúpidos y sin sangre que mereciera la pena. No dejaría que un estúpido minotauro le diera muerte, si llegaba ese momento quería tener el placer de ser él quien diera el golpe. Ésa sangre era suya y de nadie más aunque eso significara defenderlo de otros seres o de un dios o demonio.

Agarró uno de los cabos, se propulsó y se elevó por los aires para caer sobre la cabeza del monstruo. Levantó la espada pero el minotauro dio un quiebro a la derecha y salió disparado en el aire, sus dedos aferraron un cuerno y se quedó colgado de él, mirándolo a los ojos.

Cuando iba a levantar la espada para someterlo alguien cayó del cielo y se puso encima la cabeza del minotauro. Se quedó sin habla ni reacción durante unos cinco segundos, para después bajar la cabeza y sonreír oscuramente. Parecía que su otra mascota estaba celosa y no quería que tuviera otra pero... que dilema... ahora que el otro se encontraba colgando de la parte delantera del minotauro... ¿A quién salvar? ¿Uno le entendía y podía hablar con él pero aún así le desobedecía las órdenes directas, el otro era un completo desconocido, animal, pero al ser eso, un animal, se le podìa domesticar con mucha facilidad, entonces... a quien? La respuesta de pronto se le hizo lógica y avanzó un paso, poniéndose delante los dos y levantando la espada con una sonrisa demoníaca. ni se le veían los ojos pues aquel pelo negro le tapaba toda la zona ocular.

Bajó la espada de golpe, sin tocar a ninguno de los dos, pero con un golpe seco, a la vez que alargaba una mano, cogiendo por la cintura a Deimos y viendo como el minotauro se quedaba quieto. Empezó a emitir sonidos de dolor, de enfado y miró a los dos sujetos que tenía enfrente, mientras Axor bajaba a Deimos de su brazo, dejándolo frente a él, mientras él se ponía la espada en el hombro y se iba hacia la derecha, pues ya no quedaba ser en vida en ese navío.

De pronto el minotauro quiso dar un paso, pero al poner la pezuña en el suelo medio cuerpo empezó a deslizarse cobre el otro medio, cortado simétricamente, cayó delante de Deimos muerto por un simple golpe de espada.

Los cabellos de Deimos se movieron cuando Axor lo cogió por la estrecha cintura, agitándose en ondas, los ojos de de los dos hombres se cruzaron durantes unos instantes en los que pareció que el tiempo se detenía para luego ponerse en marcha cuando el pirata movió su brazo y asestó aquella magistral estocada que privó de la vida al minotauro en un segundo. El cuerpo cayó pesadamente hacia delante, a los pies de Diemos en una especie de simulacro de ofrenda, se quedó mirándolo. Nunca, nunca había visto nada igual, un mortal que vencía a un minotauro de un solo tajo..era toda una hazaña.

Desde el Calypso, toda la tripulación rugió y alzó las manos con las espadas-¡AXOR, AXOR, AXOR, AXOR!-era un alarida salvaje, de adoración y puro miedo.

Deimos cerró los ojos, sí miedo, adoraba esa sensación junto con la sangre que flotaba en el aire como un perfume, inspirándola, excitándose. Le dio una patada a la parte inferior del cadáver, lo examinó y alzó la espada varias veces para asestar unos tajos. Se irguió con algo grande en una de sus manos que chorreaba sangre caliente.

Fue hasta Axor-son tuyos..-se los tendió para que se los comiera; eran testículos del minotauro. Y por primera vez le sonrió, mostrando sus colmillos, una sonrisa oscura, extraña.

Estaba entrando en su barco cuando Deimos se puso delante suyo, con una parte masculina del minotauro que chorreaba sangre. Se quedó quieto un instante. Si realmente tenía que comerse eso de todos los hombres que había matado ahora los suyos no cabrían en ese barco. Esa idea le hizo sonreír divertido y miró fijamente a Deimos. Bueno, era la primera ofrenda que le daba. Un avance era un avance. Envainó su espada delante suyo, muy lentamente mientras seguía mirándole a los ojos. Ahora que lo pensaba, tanta sangre debía ser un espectáculo erótico para el otro. Ni corto ni perezoso echó su cabeza hacia delante, hundiendo sus dientes en esa parte que había traido del minotauro, comiendo de sus manos, llegó a tomarse uno entero; suficiente si tenía que comérselo crudo.

- ... -

Se apartó lentamente con los ojos semicerrados y mirando en un punto inexacto del pecho de Deimos. Tenía la cara manchada de sangre, como si esta vez hubiera sido él el chupasangre. Pasó su lengua por delante sus dientes, arratrando la sangre que allí había acumulada, mientras abría los ojos y miraba al ser que tenía delante. Realmente a él la sangre no le alimentaba del modo que parecía hacerlo al otro, seguramente nunca llegaría a comprenderlo, pero eso le gustaba aún más. El desconocimiento lleva al miedo... en su caso el desconocimiento llevaba a la emoción y en algunos casos excitación.

Deimos lo observó como hipnotizado, mirando como hundía los blancos dientes en la carne, como masticaba y arrancaba pedazos, se llenaba todo el rostro de sangre, hedía a ella y como se lo terminaba sin pestañear mientras sus hombres lo animaban entre rugidos ensordecedores, amaban a su capitán, era el pirata más temible, el hombre que personificaba al mismo terror. Cuando llegaran a los puertos, no se cansarían de contar como su capitán había matado a un minotauro y luego se había comido sus testículos como si fueran unas simples uvas.

El dios lamió el otro y bajó la mano, dio un paso hacia delante, sus colmillos asomaban y rodeó a Axor con sus brazos, su cuello, estaba totalmente borracho por el olor a sangre, miedo y muerte. Pero sobre todo por lo que había visto, llamaba al lado más oscuro de su alma.

-Quiero..-sacó le lengua y comenzó a lamerle la cara, sin ser consciente de todo de sus propias acciones.

Los esclavos aullaron y llamaron a su amo, mostrando sus cuerpos y sus manos, odiaban a Deimos por tener ese atrevimiento.