Baño

No había querido darle problemas a Níobe, por ello, con la ayuda de Dimitri, limpió las heridas de Alcione con mucho cuidado, alegre de haber tenido la brillante idea de ir y cortar hierbas curativas del lago del Olimpo, puesto que regeneraban la piel con mayor fácilidad y auxiliadas por el poder de los dioses y el cuidado de los seres del bosque como Belenos; sus propiedades se veían aumentadas por mucho. Por ello, pudo comprobar lo que quería decir Alcione cuando decía que le dolía un poco, pues la mejoría era asombrosa; ya que la piel de un ser diferente a los humanos solía sanarse mucho más rápido que la de los mortales; ya ni se dijese la de un dios...

Níobe había salido a comprar más especies para cosas que necesitaba, Dimitri había ido al mercado con las criadas por algunas frutas y otros alimentos, por lo que se encontraban solos en la casa; sin embargo, aunque al principio Orfeo se sentía un poco inútil con todos ellos trabajando y él quedándose a limpiar -lo único que le salía bien- ahora tenía la responsabilidad del muchacho lo que le llenaba de un gran orgullo y sentimiento de responsabilidad. Quería que Níobe viese que él también podía hacerse cargo, y ya que los otros pacientes habían sido dados de alta -y que Alcione aguantaba un poco más por ser un pequeño monstruito-, Orfeo era el enfermero responsable de su mejoría. Preparó entonces agua caliente, quemándose algunas veces en el fuego y con los cazos calientes, puso una gran tina de madera en el centro del patio donde el sol acariciase losm hombros desnudos del chico y lo lleno de sales aromáticas, hierbas curavitas y algunos juguetillos de madera para atraerlo como señuelo.

-Alcione, ven a bañarte...- Anunció ingresando en la habitación, donde la cría de Hidra yacía resguardada, después de ello; tomarían el almuerzo.

-¡Baño! -Le gustaba el baño, en especial por el agua caliente y por que podía morder la esponja y después la peineta de cerdas naturales. Se levantó de la cama y salió corriendo hacía el patio, dispuesto a lanzarse a la tina, hasta que vio las hierbas y el olor chistoso del agua y negó mientras se regresaba corriendo hacía la habitación.- No quiero!!

Se puso a gatas y se metió bajo la cama, quedándose en la orilla. Estaba seguro de que el dios menor quería cocinarlo, pues aquella olla de madera era muy parecida a donde se cocía la sopa, agregándole hierbas olorosas, palillos y hojillas de otras plantas que le daban sabor y después se ponía a hervir el pescado o la carne y al último se le echaban los vegetales.

-No salgo!! Tú cocinas yo!! -Gritó desde su escondite, con la cabeza fuera de la cama y el resto del cuerpo bajo la misma, mientras alargaba la manilla y tomaba su provisión de frutas de la canasta que había quedádose tirada; no saldría hasta que el médico regresara y le dijera a su hermoso pero cruel ayudante que él era también paciente y no una cosa comestible solo por que viniera del mar. Y para ser sinceros, olía delicioso el caldo, por lo tanto, aunque estuviera con sed; si se metía a nadar allí; sería un caldo muy sabroso con trocitos de Hidra dentro y él no entraba en eso.

No comprendió ni pío cuando Alcione salió corriendo hacía la tina, al parecer muy emocionado por tomar el baño y después se regresó por donde había venido, a tal velocidad que parecía que había visto a Hades. Tal pensamiento le hizo sonreír con sarcasmo, observando intrigado sus acciones y la graciosa manía de meterse bajo la cama, entonces, cuando mencionó aquello de ser cocinado; fue tal su confusión y su gracia que comenzó a reír suavemente y después a carcajadas hasta que se le botaron las lágrimas y le dolió el estomago.

-Vamos pequeño... -Continuó riendo, aproximándose con lentitud hacía la habitación y posteriormente a la cama, pero sin meter la mano, pues lo último que quería era que lo mordiera. Se pusó a gatas y asomó muy por encima la cabeza, lo importante era el contacto visual. -No voy a cocinarte, son hierbas que agregué para que te curen más rápido la espalda y las heridas en el pecho, además; si te como, no podría acabarte antes de que Níobe llegara y me regañaría mucho por comerme a sus pacientes.

Se sentó sobre la cama, pensando como podía sacarlo de allí sin usar la fuerza bruta -de la que no disponía mucha-, sin exponerse a sufrir una mordida por sacarlo arrastrando; y mucho menos, que aquel chico de frágil confianza pensara que quería aprovecharse y herirlo más de lo que el esclavista ya había hecho. Suspiró y apoyó su cabeza sobre su mano, sonriendo al recordar aquella extraña ocurrencia.

-¡¡No salgo!! Médico piensa uumm rico caldo hidra y no enoja!! -Gritó defendiéndose, moviendo negativamente la cabeza, lo que si le causaba curiosidad era que el dios menor no se acercara a sacarlo a jalones como muchos otros, por ello asomó la cabeza y cuando lo vio sentado volvió a meterse de golpe.- Orfeo no come humanos, Orfeo come yos.

Se refería a que comía peces, y otros seres marinos como langostas y camarones; pero a fin de cuenta eran seres del mar; por lo que él estaba segurisímo que si Níobe lo probaba, entonces le gustaría tanto su sabor que no se enojaría con él sino que incluso hasta comerían juntos y más. Por eso, comenzó a lanzar las manzanas y melocotones fuera de la cama, poco le importaba quedarse sin comer con tal de que no lo cocinaran; por ello, al ver a las frutas rodando las mandó lejos de allí.

-Anda, baña frutas. -Ni loco se dejaba meter en aquella olla y si Orfeo creía que él no entendía el concepto de bañarse y ser cocinado, pues lo aplicó de la misma manera que el dios menor, si quería cocinarlo disfrazándolo de baño; él le enviaría a cocinar las frutas disfrazándolas de baño.-Yo espero caldo... baño.

Cuando escuchó que a Níobe le gustaría su cocina, no pudo evitar abrir los ojos y sonrojarse, pero cuando cayó en la cuenta de que se refería a cocinarlo como paciente, volvió a reír de buena gana, soltando una carcajada explosiva y risueña aunque no tan escandalosa como la primera y sin embargo; reía con tantas ganas que sus manos agarraban su estomago de modo que no le doliese por el esfuerzo de reír tanto y con tantas ganas. Observó como asomaba la cabecita y la volvía a meter de golpe, como un auténtico niño, lo que le llenó de ternura pero le causo más risa. Era tan mono que sintió deseos de abrazarlo con fuerza, aunque eso implicase lastimarlo; pero sencillamente era tan encantador como una mezcla de un cachorrito o un bebe con mucho carisma.

-Pero no tú, es verdad; como peces y eso pero jamás cocinaría a un paciente.-Sin embargo, cuando miró salir las frutas desfilando, su confusión fue tanta que dejó de reír y agachó un poco la cabeza, dejando que sus largos cabellos rozaran el suelo; pero al escuchar aquel comentario, volvió a soltar la carcajada, riendo con tanta fuerza y de tan buena gana por sus ocurrencias y contra toda idea siquiera, cayó de la cama, entre adolorido y riendo aún.

-Ja, ja, ja, ja, ay... mi estomago! -Jamás había reído tanto en tan poco tiempo ni con tantas fuerzas, ni aún con Euridíce, pues incluso el pequeño le había dicho que quería probar su caldo de frutas y especias.- Por favor, basta! Ya no puedo reír más, ja ja ja.

-¿No comes? Yo callo.- Era una oferta de paz. Nunca había escuchado a alguien reírse de ese modo, y ni siquiera era la voz cruel de Aurus o la risa burlona de Anfitrión, era una risa muy extraña pero muy alegre; no había maldad en ella. Se asomó y lo miró tirado, acercándose con cuidado y a gatas, pasando su cabeza hasta quedar frente a frente con Orfeo. Si alguien entraba en ese momento podía haber pensado que iba a besarlo, que lo atacaría, pero no que estaba negociando su vida a manos de ese cocinero principiante que mezclaba frutas dulces con hiervas y especies para la carne.

Se tumbó a su lado y se quedo mirando el techo. Él nunca había reído de esa forma, ese sonido extraño que hacía el hombre joven le gustaba, le sacaba sonrisas aunque no quisiera y ni siquiera entendía por qué, incluso un ruidito había salido de su estomago cuando lo escuchó riendo, era como un gruñidito muy parecido a ese pero le removía el estomago y los hombros, haciendo que su boca se abriera a los lados soltando aquel silbidito. Alcione se reía muy bajo cuando escuchaba la risa explosiva del dios menor y no se percataba de ello.

-Yo caldo si tu caldo. -Así de sencillo. La única forma de asegurarse de no ser cocinado era que Orfeo entrase con él a la tina.

Lo miró muy sorprendido. Si lo dejaba en paz dejaría de decir aquellas cosas graciosas, aunque más bien sus ocurrencias parecían involuntarias. No cabía duda que si a ese chico se le entrenaba, este sería una persona muy inteligente y persuasiva; y con su poder sobre el agua, más su apariencia de bestia... Hizo cálculos, sorprendiéndose del tipo de soldado que se tenía. Era lógico que alguien como Nicanos lo atrapase, si es que conocía sus capacidades.

Pero ahora le había ofrecido una de las propuestas más extrañas. Debía bañarse con él solo para que viese que no iba a ser cocinado, y no le extrañaba que fuese desconfiado ahora; después de haberse visto traicionado, si ya había perdido la libertad, no quería perder la vida. Suspiró, mirando al techo, conciente de que el chico estaba recostado a su lado y acabó por aceptar, incorporándose al acto mientras comenzaba a retirarse algunas de las túnicas para meterse. No se desnudaría por completo, no fuese que Dimitri o Níobe pensaran otra cosa; después de todo, él también era un poco ingenuo, ya que pensaba que quizás el médico había tenido que bañar a alguien junto consigo para que este no tuviese miedo o se dejara bañar.

-Hecho. Pero démonos prisa o el agua se enfriará, o podría venir Níobe.- Observó con una sonrisa contrariada, mientras se llevaba un durazno a la boca, guiñándole un ojo, como si aún no estuviese seguro de si lo cocinaría o no; a modo de broma

Se levantó entonces al acto y empujó al dios menor hasta la tina donde de un empujón con fuerza, le arrojó si no de cabeza, al menos sí de espaldas; y posteriormente se lanzó luego de haberse quitado la túnica blanca, por que a diferencia de el hombre joven, a él le habían enseñado que se debía quitar la ropa o de lo contrario, no podría lavarse bien.

Por ello, no bien entró, se puso a jugar con las chucherías de madera, chocándolas unas con otras, haciendo soniditos graciosos como había escuchado en Atenas, chapoteando y sacando el agua de la tina, con una sonrisa en la boca; a medida que se le iba zafando la venda por causa del agua, dejando que las hierbas que hubiesen puesto sobre su espalda comenzaran a flotar. Se hundió, aguantando el aire; pues había aprendido que no podío estar bajo el agua y respirar como antes, al menos no mientras tuviera su forma humana; y cuando salió, lanzó un gruñido como si fuese una gran bestia, dejando que todas las hierbas y algas se pegaran a su cabello dándole la auténtica apariencia de un pequeño monstruo, con la diferencia de que lucía tan curioso y enternecedor que jamás lo subirían al nível de un monstruo sino de una cría de monstruo.

-Groaaar!! Gaoh! Gaoh! -Gruñía, revolviendo el agua y metiendo los barquitos de madera tallada, que salían a flote por unos instantes antes de verse nuevamente sometidos por las manos inquietas del chico.

Suspiró resignadamente, a medida que se levantaba y miraba sus túnicas mojadas. Habría querido mojarse solamente de la cintura para abajo, pero ahora incluso sus largos cabellos tenían una que otra hierba adherida y apestaba a aceite de flores pulverizadas; un aroma muy agradable pero demasiado dulzón que le afectaba algo el olfato. Por otro lado, si se salía en ese momento, sentiría frío y el agua estaba caliente, por ello mejor se sentó y le dejó chapotear a su antojo, observando con una sonrisa tierna como jugaba. Era un auténtico niño.

Después de un ratito, tomó la esponja y una toalla para tallar, comenzándo a humedecerle los cabellos y a limpiar con mucho cuidado su espalda y cuello, dándole un baño completo; lavando sus heridas con el mayor cuidado de no lastimarlo, retirando las hojas secas o pegadas, que cedían con fácilidad después de haberse remojado. Una suave sonrisa se dibujaba en su rostro mientras le lavaba el cabello, preguntándose que tipo de padre habría sido el galeno; incluso que tipo de padre habría sido él. Se levantó, el baño había llegado a su fin, por ello salió de la tina con bastante cuidado de no patinarse y tomando una frazada -ya que solo había dispuesto una para Alcione, sin saber que acabaría tiritando de frío por haber sido arrojado al agua- lo envolvió bien y comenzó a secarlo, llevándolo de vuelta a la habitación donde le vendó nuevamente, lo vistió y se retiró a cambiarse; para ir a la cocina y ver que podían desayunar.