Alta mar

Habían pasado ya 15 días desde que salieran a toda prisa del puerto, sin embargo, pese a todo lo que parecía haber salido mal con aquel mocoso; las cosas iban estupendamente bien. No solo obtenían peces con facilidad, las noches eran pacíficas y la magnificencia del cielo estrellado por las noches les guiaba, y por el día; el aire que soplaba tan frescamente, así como las inmensas nubes, bajo el sol septentrional. Los marineros estaban de buen humor, incluso auguraban aquel buen tiempo al humor alegre del señor de los mares, o como amuleto, al mocoso marino que llevaban a bordo.

Por supuesto que al ser una mercancía deseada por los Sacerdotes, lo habían dejado tranquilo; tenían rumores de que Aurus le enseñaría a hablar correctamente, y después de educarlo para hacer algunas gracias, lo vendería en alguna corte griega o romana, dependiendo del precio por aquel extraño ejemplar. Incluso se les había permitido a los esclavos salir a cubierta, tomar un baño o comer al aire libre el pescado asado con las maderas que quemaran del camarote de Aurus; mismo que había sido reparado con otras partes de Orión, y es que era imposible dejar al capitán a la interperie, cuando se encontraba tan cansado... aunque en realidad, la verdad era otra.

Alcione estaba rodeado de un misterio curioso. Nunca se echaba al agua, no nadaba como los marineros, únicamente se limitaba a bañarse con agua caliente y ayudado por las esclavas, no comía peces; pero insistía en comer gaviotas o pelicanos. Y lo mas curioso, cuando por las noches salía a cubierta, se escuchaba a lo lejos el canto de las ballenas, aunque algunas veces los delfines habían nadado junto a Orión y al igual que las mantarayas, pegado tremendos saltos como si saludaran a aquel chico al que todos creían un tritón. La diferencia radicaba en que, aún cuando Alcione era un esclavo, parecía ser propiedad de Aurus, nadie lo tocaba, era tratado con diferencia y lo alimentaban a su antojo, no forzándolo a comer peces como el resto; y lo más extraordinario, dormía en el camarote de Aurus. Aunque la razón era simple. El camarote había sido arreglado para su capitán, pero no por preocupación a que pillara un resfriado sino por que era el único capaz de quedarse encerrado con aquel chico a quién creían un tritón, ya que ni ellos ni los esclavos le querían cerca; pues el temor supersticioso del buen clima, los piratas desaparecidos y los sacerdotes que nunca les dieron alcance, había hecho mella de la tripulación.

La noche estaba cayendo de nuevo sobre el Orión y Aurus se sentó en la cama, leyendo unos pergaminos, estaba mucho más tranquilo desde que dejaron el puerto de Athenas a pesar de que todos los sacerdotes de Poseidón iban tras ellos. Parecía que la buena fortuna le sonreía de nuevo porque no habían sido alcanzados ni por los sacerdotes ni por los piratas, incluso parecía que el viento y el mar estaban completamente a su favor. Su cólera se esfumó al cabo de dos días pero la humillación que había sufrido no le iba a olvidar con la misma facilidad, todavía tenía que pensar que soborno ofrecer a las autoridades de Athenas para que perdonaran el horrible incidente pero con lo que respectaba a él; los sacerdotes tuvieron su merecido.

Había empleado todo su tiempo en la educación de Alcione, se sorprendió con la rapidez con la que asimilaba todas sus enseñanzas y comprendió que no se trataba de ningún imbécil, eso era seguro. También se había percatado que no era humano pero tampoco podía concretar que era en realidad, tenía la impresión que era una especie de cría porque su comportamiento era infantil, nunca se cansaba de jugar e incluso cuando dormía con Aurus, se ponía a juguetear con los cabellos del esclavista antes de quedarse dormido completamente.

Lo estaba instruyendo, quería venderlo, pero no sería como un vulgar esclavo, eso no, sería como persona llena de conocimiento y educación y por tanto un estatus elevado, no sería un mero corderillo que sacrificar.

Vestía uno de sus pareos de tono anaranjado, que rodeaba sus caderas estrechas, por medio un pliegue asomaba su torneado muslo y sus pies desnudos tocaban la madera. Alzó la vista cuando la puerta de su camarote se abrió y las esclavas hicieron entrar a Alcione cubierto por una manta de lana, lo acababan de baña con agua tibia.

-Yo lo peinaré-las despidió con un gesto leve de la mano y luego miró a Alcione-ven-dejó los pergaminos a un lado y tomó un cepillo de nácar, esperó que el muchado se sentara frente a él, sonrió, de cuando en cuando aún lo mordía pero era mas bien una especie de toque que otra cosa, Aurus le había enseñado que debía morder solo para defenderse.

Comenzó a pasar el cepillo con suavidad por los cabellos-¿Qué es esto?-con un dedo le tocó la punta de la nariz.

-Nariz... -Respondió con una sonrisa, aún muy lejos de llamarla Mía, o Mi; sin embargo, entendía las palabras por medio de señas, dibujos o señalamientos. Hizo una mueca infantil mientras sus cabellos chorreaban aún agua tibia. Había comprobado que el agua caliente era mas cómoda que el agua fría del mar, y que cuando lo enjuagaban con agua tibia, no se le quedaba la sal en el cuerpo y ya no le daba comezón.

Olía delicioso. Habían estado asando peces y dos que tres gaviotas para Alcione, aunque los marineros demostraban cierta confusión al ver que el chico era capaz de comerse hasta siete aves o una docena de peces.
-Oler bien... preparar... prepara, prepara...ción, prepara... -.Se refería a lo que los marineros estaban haciendo, algunas veces le fallaban, si embargo; comenzó a mover sus manos para darle a entender que preparaban las aves que tanto le gustaban.- Gaviotas!

Volvió a rozar la cabeza contra la mano de Aurus. Por momentos la mordisqueaba, un juego muy particular de los de su especie para con quienes estaban en un círculo de confianza, o en todo caso; cuando consideraban a un ser en un cargo superior, frotaban su cabeza, como lo haría con su padre o su hermano mayor. Por supuesto que toda la tripulación tenía una mordida en alguna mano, cuello, hombro o estomago; como solía decir Anfitrión; el sello de garantía de pertenecer a la tripulación de Aurus.

Aurus arqueó las cejas y retiró los dedos un poco, dejando que jugara con ellos-shhh..te he dicho mil veces que no muerdas tanto..-sonrió, en realidad le encantaba sentir aquellos afilados dientecillos sobre su carne se preguntaba cuál sería la sensación si aquella boca se posara sobre su cuello, lo que recordó otra cosa que tenía pendiente con Alcione. Cuando entregaba un esclavo, procuraba que fuera virgen o al menos lo pareciera, sin importarle demasiado como perdía su doncellez a manos de nuevo amo pero con Alcione no lo estaba encontrando tan sencillo, ya no lo veía como un niño porque ya no se escondía bajo la cama, ni corría a cuatro patas y porque hablaba mucho mejor, ahora era un hombre...bueno casi.

Sus manos abrieron la manta, revelando el pecho de Alcione, posó un dedo en él, tocando los rosados pezones con suavidad, admirando su hermosa tonalidad y luego fue bajando hasta pasar por encima del ombligo, se detuvo en el pliegue que ocultaba el sexo del muchacho y lo fue desplazando a un lado con delicadeza para verlo-¿y esto?-su dedo, largo, suave, se deslizó por el miembro dormido de Alcione-¿qué es?-lo miró con dulzura pero sus ojos ardían.

Miraba al esclavista y miraba su cuerpo, manteniéndose inexpresivo a esas caricias, aunque no indiferente. Era una sensación extraña, pero no era molesta, sino que incluso se sentía bien. Más cuando llego a su miembro, frunció el ceño con duda, observó a Aurus y negó. No conocía la palabra pero había escuchado los tantos nombres que los marineros le habían dado que sinceramente dudaba que termino aplicar.

-Polla, pija, verga, cola, rabo... -los fue enunciando uno a uno para ver si le atinaba en el contexto, hasta que aquel roce le hizo bajar la vista; centrando su atención en los sutiles roces sobre su sexo que si bien no había despertado, las sensaciones le eran muy extrañas y confortantes aunque no era el tipo de caricia que le hacían los demas marineros, de hecho; solo las esclavas le acariciaban la cabeza.

Fue entonces cuando se sacó la manta de encima y en breves segundos sintió frío, aún cuando sus mejillas estuvieran rosadas por el vapor del baño; y se echó sobre Aurus, poniéndole de espaldas a la cama, sentándose sobre sus muslos, pero levantándole con toda inocencia y desfachatez las túnicas; repitiendo las caricias que había observado, muy dado a imitar todos los gestos que Aurus hacía, y que le habían resultado muy útiles, como el aprender a comer.
-Tu tienes uno... yo tener uno, yo humano.

Una risa dorada se esparció por todo el camarote en notas cristalinas, era de alegría pero al tiempo estaba inundada de mucha sensualidad, Aurus emitió un suave suspiro cuando aquella mano de blancos dedos lo tocó, sorprendiéndolo, no había esperado que se echara encima de él para imitar su gesto. Pero recordó que Alcione no tenía sentido del pudor alguno, ni de la vergüenza, se lo había demostrado día a día, incluso cuando posaba sus doradas falanges sobre su pene para ver sus reacciones.

-Aprendes rápido-le halagó.

Se apoyó sobre sus codos para mirarlo, sin echarlo, era muy amante de ese tipo de juegos entre inocentes y perversos. Una de sus manos se posó en la nuca de Alcione, haciendo que inclinara hacia él, le oliendo su cuello y de repente lo mordió, hundiendo sus blancos dientes en la tierna carne, pero sin hacer daño, solo marcando de la misma forma que hacía Alcione-¿y un beso? ¿sabes qué es?-susurró en su oído, notando un remolino en su abdomen, tensando sus abdominales que marcaron mas aún.

-Un beso... beso... beso... -Susurro muy bajo hablando para sí mismo, ladeando su cuello y entrecerrando el ojo sin darse cuenta de ese gesto, arqueo un poco la espalda, puesto que como bestia nunca había tenido tales sensaciones y no sabía como explicarlas; pero no debía ser nada fuera de lo común por que el esclavista no lo había reprendido. Movió la cabeza deun lado a otro dándole a entender que no entendía que era un beso, mientras se inclinaba sobre el cuello de Aurus, repitiendo aquella acción.

Abrió los labios, dejando que su tibio aliento acariciara la piel de ese hombre, mientras posaba sus labios; separando la mandíbula, mordiendo suavemente la piel de quién yacía bajo suyo. Sin embargo, como era poco experto en el tema de las mordidas suaves, -donde casi siempre probaba el sabor de su víctima- no pudo evitar que su lengua pasara por aquel trozo de piel muy suave pero perceptiblemente.

Se levantó nuevamente, quedando sentado sobre el rubio, comparando su cuerpo con el suyo; frunciendo un poco el ceño al ver que no tenía aquellas líneas sobre el torso y que sus hombros no eran tan musculosos, incluso sus brazos eran delgados. Se bajo de un lado y se puso a morder el cepillo, distraído en mascar las cerdas naturales.

Aurus había cerrados los ojos cuando aquella lengua repasó su dorada y sensible piel, entreabrió los labios y emitió un leve gemido cuando los dientes se posaron sobre su cuello, agarrando apenas un poco de carne, creando una corriente placentera que lo inundó, bajando hasta su pecho donde aceleró su pasional y fuerte corazón. Porque percibía la inocencia de Alcione, era un perfume que rodeaba al muchacho, maravilloso y seductor pero al tiempo tenía aquella sensación de peligro que lo hacía mantenerse alerta en su presencia.

Abrió los ojos cuando el joven se quitó de encima de él, sonrió al ver morder el cepillo, se sentó y alargó la mano para quitárselo de entre los dedos, le tomó de la barbilla y le hizo mirarlo, a los ojos, buscando algo concreto en ellos, una chispa-no lo entiendes, ¿verdad?-susurró-no entiendes nada de esto..-se inclinó hacia él y le besó en una mejilla, que estaba rosada todavía-mi pequeño Alcione..-bajó los labios y los posó en la comisura de los rosados gajos, su toque fue suave y ardiente a un tiempo. Se separó y sus manos comenzaron a anudar el pareo desatado por su compañero-No me imites-le indicó, separándose cuando vio que el muchacho iba copiarlo-éso es para cuando tú..quieras darlo realmente.

No entendió lo de no entender nada, estaba en blanco. Lo miró fijo, dejándose hacer por que la forma en que el esclavista le rozaba el cuerpo no lo hacía molestarse, sino que le resultaba muy agradable. Lo miró atento en todo momento, siguiendo sus movimientos; permaneciendo quieto y dejándole hacer a su antojo mientras observaba lo que iría a realizar.

Más cuando sintió el primer beso en su mejilla, se quedó pensando en que Aurus no lo estaba probando ciertamente, no parecía que fuera a morderlo como hacía unos momentos; pero cuando le besó los labios, separó estos, mirándolo con curiosidad y confusión. ¿Para que dos personas juntaban sus bocas si no era para comer? ¿Se pasaban comida así?

-¿Beso? -Eso había sido un beso? No tenía nada de trascendental, aunque si era bastante extraño; se sentía agradable pero no tenía mucho chiste. Iba a tomarlo por la barbilla para repetir ese gesto, para volver a besarlo; pero el rubio ya se había separado de él. Lo miró anudarle el pareo y quiso intentarlo, pero ahora que Aurus se negaba a verse copiado en sus acciones, Alcione comprendió por fin que era imitar y que no debía hacerlo.

Se quedó sentado sobre la cama, mirando fijamente el cuerpo de Aurus y comparándolo con el suyo, hasta que recordó por que y por donde había comenzado el tema, así que por encima de su ropa señalo su miembro.
-¿Que es?

Aurus se volteó al escuchar su pregunta, sus dorados ojos se posaron sobre la blanca mano que señalaba aquella parte específica de su anatomía. Se acercó y se arrodilló ante Alcione para que sus rostros quedaran a la misma altura, aún después de dos semanas, todavía lo sorprendía la inocencia del muchacho, su ingenuidad, parecía que a pesar de entender mejor las palabras, nunca, nunca terminaría de comprender el concepto o el significado. Se pregunta si era porque simplemente no era humano, puede que todas aquellas cosas carecieran de importancia para su verdadero ser.

-Eso es tu pene-le indicó con claridad-no solo sirve para orinar sino también para..-rumió un segundo sus pensamientos, intentado buscar algo que Alcione comprendiera sin dificultad-para apareare-esperaba que entendiera eso.

Alzó una mano y la posó sobre la mejilla derecha de Alcione, acariciando levemente-¿Amor?-susurró-¿sabes qué es amar?-él no lo sabía, había amado a su madre, de eso estaba seguro pero no había estado enamorado, creía que había perdido esa capacidad después de perder la inocencia y convertirse en quien era ahora.

Anfitrión que estaba al timón parpadeó al ver unas luces rojas y verdes, con aquella de noche luna llena, era fácil distinguir al navío del cual éstas precedían, abrió la boca, eran de Solimán, un señor de la piratería árabe con el cual, Aurus tenía tratos de cuando en cuando, peligros, impredecible y amante de las apuestas descabelladas. Tenía que avisar a su capitán.

-Aparearse... apasionarse... aprisionarse...aparecerse... posicionarse... -Total que acabo perdiendo la noción de la palabra, sin embargo, comprendía el concepto, ya que la sirena le había explicado que entre las hembras y los machos de todas las especies, se apareaban para tener descendencia; algo que él no experimentaria por que era el único de su clase y aún era muy pequeño para comprenderlo. Ya que el índice de apareamiento radicaba entre los 1000 y 2000 años, un estado de madurez adulta, y la edad de Alcione era de 950 años, aún se encontraba en desarrollo. O como decían los mortales, en la adolescencia.- ¡Crías! ¡Tener crías!

-Yo amor! Yo sí amor! -Lo miró orgulloso de comprender el concepto, aunque nuevamente estaba un poco lejos. Para alguien que había sido criado por una sirena sacerdotiza, amaba la naturaleza, tomaba de ella lo que necesitaba y ni un poco más; si había algo que no podía tomar y no le era indispensable, pasaba de él. Había querido mucho a las sirenas, a aquella en especial que lo crío, pero nunca había extrañado a alguien, ni aún a sus padres; por que nadie había sido tan cercano. Solo de vez en cuando añoraba verla, pero nunca habia estado en su cabeza el regresar a casa. Sabía que allí estaba en peligro de verse encerrado por siempre y de momento, le gustaba más el mundo de los humanos.- ¿Tú amor?

Aurus se quedó mirando el rostro de Alcione, con él no había peligro de ser sincero, no usaría sus debilidades en su contra, ni tampoco comprendía del todo cuán profunda e inquietante era aquella pregunta para el esclavista, continúo arrodillado ante Alcione, su extraño y pequeña adquisición, aquella que le había costado todos los sacerdotes de Poseidón estuvieran tras ellos..¿por qué era tan especial y tan importante? ¿Qué era en realidad, debía de tener miedo de él? Lo malo es que él no sabía que era el miedo, ése era su gran problema.

-No, yo no amor-sonrió por estar usando la misma forma de comunicarse de Alcione-no amor…-ladeó el rostro, bajando la vista, puede que los dioses lo estuviera maldiciendo, se preguntaba si dentro de aquel pecho estaba latiendo un corazón que necesitaba ser capturado o si por el contrario era solo músculo que bombeaba sangre a todo su cuerpo.


Se escucharon unos toque en la puerta, era Anfitrión-capitán, navío de Solimán a la vista y nos hacen señales.

Aurus frunció el ceño, apenas, no sabía si estaba de humor para tener tratos con aquel señor de la piratería-pon rumbo hacia ellos-ordenó mientras se ponía en pie y se dirigía a un arcón para buscar túnicas para Alcione, ya casi no tenía ropas, la pequeña hidra destrozaba las telas a un ritmo que lo escandalizaba. No tenía la menor intención de venderle a Alcione, todavía estaba demasiado verde para eso.

-No amor...? Por que no amor? -Aurus le había enseñado bastante bien, tanto que a veces le invertía el giro de las palabras y las usaba en su contra sin darse cuenta. Siguió al esclavista como un cachorrito y se dejó vestir al antojo de este, aunque claramente tenía un gusto impecable para las prendas, ya que aquellos atuendos realzaban su particular cabello lila y sus ojos azules. Escuchó algunos gritos, carcajadas sonoras y otras tantas leperadas mientras que el barco se sacudía muy levemente de un lado a otro; como si mas de un sujeto trepase en Orión dispuesto a saludar a Aurus.

Por supuesto, los esclavos se habían puesto a resguardo, manteniéndoles alejados de los piratas y otros traficantes a fin de entregar a los que eran vírgenes a los compradores; y on perder el valor de la mercancía en el trayecto. Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe y un hombre moreno, atractivo y de cabello negro, fuertes dientes blancos y ojos verde olivo entró en la habitación. Vestía pantalones negros, todo su atuendo lo era, llevando una citara en su cinto, una espada en la mano, con una perdiz insertada y un látigo anudado al cinturón, saludando ruidosamente a Nicanos.

Alcione lo conocía. Era de esos que echaban cadáveres al oceano de los cuales él se había alimentado, pero ahora no tenía aquella forma imponente; por lo se se trepó a la cama y quedándose hasta la esquina, fuera de su alcance, lo siguió observando.

Aurus se giró, se irguió, vestido con su pareo rojo sangre y dejando el pecho al descubierto. Sonrió cuando vio al otro hombre, se conocían de hace años, la primera vez fue cuando el pirata lo abordó con la firme intención de robar todos sus esclavos, sedas y hundirlo. Pero se sorprendió cuando Orión presentó una resistencia feroz y más cuando vio al hombre que dirigía a aquellos marineros, hermoso, valiente y con una lengua burlona e ingeniosa. Aquello pasó de ser un abordaje a una larga conversación en el camarote del pirata, entre mucho vino y comida, finalmente firmaron una especie de tregua el uno con el otro.

Pero Solimán era caprichoso, impredecible y salvaje, justamente como solía serlo Aurus, de tal forma que ninguno de los dos sabía como iba a reaccionar el otro cuando se volvían a ver. En ocasiones se insultaban y alguna vez había llegado a un duelo que terminó abruptamente porque los dos estaban tan borrachos que se cayeron por la borda de forma muy poco elegante.

El pirata fue en línea recta hacia a Aurus y alzó el látigo, lo chasqueó y rodeó la estrecha cintura del esclavista, halando de él para atraerlo-¿No aceptarás hoy dormir conmigo?

Aurus se echó a reír y no cedió ni medo centímetro-antes prefiero acostarme con un hidra-ni se imaginaba que tenía una en su propio camarote-Hola, ladrón de cadáveres.

-Hola, pecesillo dorado-sonrió y luego sus ojos verdes se posaron en la figura que estaba en una de las esquina de la cama-¡Por los dioses negros! ¡Qué belleza! ¡ven aquí! ¡déjame verte!

-Hidra?... yo Hidra! -No compendió el chiste pero le hizo gracia. Así que Aurus ya lo sabía. pues bien, eso le arreglaba muchas cosas, no era un humano que saldría corriendo ni trataría d ematarlo de saber su verdadera forma.- ¿Pecesillo?

Abrió muy grande la boca. ¡Por eso siempre estaba a gusto con Aurus! ¡Era un pez convertido en hombre! Eso le sacó una risilla graciosa e infantil, pero antes de que pudiera asomarse a preguntarle, el otro centro su atención en él y así como sacó la cabeza, la metió de golpe y negó. Abrió la boca y la cerró de golpe, como advirtiéndole que lo mordería y no precisamente tan cariñoso como hacía con Anfitrión.

Sin embargo, al ser aquel sujeto alguien que no se rendía tan fácil y mucho menos aceptaba una negativa por respuesta, se aproximó a la cama y comenzó a jalar de la muñeca a Alcione, hasta conseguir sacarlo de entre las frazadas y almohadones a pesar de que este se sacudía.
-Que delicia... indomable y tan delicado! ¿Donde lo encontraste? Debió darte mucho trabajo, ¿es robado? ¿Cuanto pedirás por él? -Comentó aquel sujeto, observando la mercancíoa mientras que con sus gruesas manos le apretaba las nalgas al muchachito.- Los dioses se lucen a veces con tu suerte, pecesillo.

Ahora fue Aurus quien frunció el ceño, se adelantó, molesto, irritado de una forma que no atinaba a comprender y le quitó a Alcione entre las manos sin ningún tipo de delicadeza o cortesía, no le gustaba como lo manoseaba a pesar que esa le forma natural con la que se examinaba la mercancía pero no soportó cuando lo tocó ni como Alcione se resistía a ser tocado, salvajemente como un pequeño ciervo que lucha contra un lobo que lo ha apresado entre sus fauces.

-No está en venta-puso a Alcione a su espalda, dejando las manos de la cría de hidra se aferraran a su cintura con fuerza, de nuevo clavando las afiladas uñas porque estaba nervioso lo que consiguió un pequeño sobresalto de Aurus.

-¡Te daré mucho por él! ¿qué tal una apuesta, pecesillo?-sabía que al esclavista le resultaba muy difícil rechazarlas.

-¿Una apuesta?-Aurus frunció el ceño.

-Sí, si gano, me lo llevo y si ganas tú, puedes llevarte lo que quieras de mi barco.

-Pongo las condiciones-los orbes dorados de Aurus relucieron.

-Adelante-Sulimán no estaba dispuesto a perder.

-Apuesto que Alcione-haló con suavidad de él y dejó que se le abrazara-vence a tres de marineros más gordos en una competición de comida.

Sulimán desorbitó los ojos, ¿qué tipo de apuesta era aquella? Muy absurda y estúpida, miró a Alcione, delgadito, mas bien pequeño, sin duda no debía de comer mucho-Acepto.

Se puso detrás de Aurus gruñendo, quizás por que como era su amigo no se lo comería así de inmediato, o la menos eran conocidos; sin embargo, le dolía el trasero, pues aquel sujeto le había palpado los muslos, gluteos y entrepierna con demasiada fuerza; algo que le había dejado lastimado. No quería irse con ese sujeto, por eso se puso a gruñir y a sacudir la cabeza, encajando un poco más las uñas pero sin llegar a herirlo, solo causándole unas cosquillas bastante diferentes.

No le gustaba la mirada de aquel sujeto, como se lamía los labios y como le observaba, con esos ojos tan penetrantes como si no tuviera ropas encima. Sin embargo, había un punto a favor, se había podido acercar a Aurus, de manera que podía darse cuenta que tipo de pez era. Pasó la punta de su nariz por la columna del esclavista, acariciándole la tersa piel bronceada tratando de captar su aroma, poero seguramente llevaba mucho tiempo como humanio puesto que sencillamente olía a eso, a humano; y no al pez que decía aquel sujeto recién llegado.

Entonces cayó enla cuenta de que Aurus estaba dispuesto a dejarlo en manos de ese hombre, que se lo llevara y empezó a gruñir y a mover la cabeza violentamente.

-No voy!! No voy!! -Gritó frunciendo el ceño, por lo que las aguas comenzaron a mercerse y un viento frío sopló en cubierta. No etendía que era una apuesta pero aunque al principio pensó que tenía hambre; esta había desaparecido.- No voy!!

Aurus se detuvo, de repente inseguro, le hizo un gesto para que se adelantara y luego se volvió hacia Alcione, serio, mortalmente serio, notando que algo se removía dentro de su interior y sintió una horrible furia. Alcione lo hacía débil, vulnerable, lo ponía en evidencia, lo arrastró por la cubierta y lo subió sobre uno de los tablones, sobre el mar. Lo miró desde allí, con dureza, sin piedad, notando que se ahogaba.

Sulimán lo miró sin comprender, Anfitrión también estaba también sorprendido.

-¿tú no esclavo?-susurró, su voz estaba llena de sangre. El viento removió sus claros cabellos en torno a su hermoso rostro, los orbes dorados eran fríos como un lago invernal. Y no había rastro de calidez en su voz, se había percatado que no podía seguir bajo los caprichos de un muchacho que ni siquiera comprendía la mitad de las cosas que le decía o le quería decir.

-No voy!! -Rugió retante, apretándole con fuerza la muñeca a Aurus para que le soltara. De su boca escapo un rugido como el de un león acechante, pero todos eran ajenos a estos cambios excepto su interlocutor.-No iré...!

Sus ojos brillaron, su iris se alargó, sus manos se alargaron, como su sus gruesas garras fuesen a atravesar al esclavista que pretendía enviarlo con alguien a quién ya había aclarado que no iría. Y justo en ese momento, un grito de terror se escuchó. El cielo se había oscurecido y una tormenta tropical se había abierto paso entre relámpagos, entre grandes olas de 10 metros a lo lejos, aproximándose peligrosamente hacía las embarcaciones; las ráfagas terribles de aire que golpeaban las velas, meciendo los barcos de un lado a otro, donde aquel suave clima se había visto rápidamente socavado por los deseos de la Hidra. Sin embargo, el grito no venía de la tripulación de Aurus sino de Sulimán, donde tentáculo gigante comenzaba a envolver la cubierta.
-¡Calamar gigante! ¡Capitaaaán!!

-No tú esclavo... -Susurró muy bajo al oído de Aurus, con una sonrisa maliciosa y cruel, a medida que le plantaba cara y dándole la espalda, bajó por las escaleras, resguardándose en la habitación de los esclavos.

Aurus sintió una enrome cólera que lo envolvía, no se movió, ni cuando Sulimán gritó y fue hasta su propio barco, saltando, usando un cabo para ir hasta su propia cubierta, comenzó a dar órdenes, azotando el látigo para que sus hombres se pusieran a los remos para intentar alejarse de aquel horror se aproximaba a ellos extendiendo todos los tentáculos que poseían sus pequeñas bocas dentadas y voraces.

-¡Capitán, capitán!-Anfitrión, en su desesperación, se atrevió a sacudir a Aurus por los hombros para que prestara atención a su entorno-¡Órdenes!

Aurus le dio un manotazo con fuerza, sus ojos dorados se posaron en el monstruo que parecía dispuesto a engullir a su nave-¡Todos a los remos! ¡Icen la vela!-ordenó con un rugido. ¡Aquella era una serpiente! ¡se había equivocado! ¿cómo pudo estar tan ciego!-¡Moveos hijos de perra o seremos su cena!¡Anfitrión al timón!-se fue hasta el marinero-embiste a Sulimán.

-¡¿Qué?!

-Hay que darle con que entretenerse a ese monstruo-su espolón le daría en un costado, hiriendo al otro navio.

Se volteó y fue hasta la habitación de los esclavos, descendió, buscando a Alcione, lo encontró en una esquina mientras todos los esclavos se apartaban, muertos de miedo.

Fue hasta él-Páralo-intuía que Alcione estaba relacionado con la aparición de aquel ser-Páralo, Alcione. -la nave comenzó a balancerse peligrosamente.

-Yo libre... -Lo miró fijo. Los esclavos estaban demasiado asustados como para salir, tenían más miedo del calamar y de como el barco se movía que del pequeño monstruo que estaba escondido con ellos. Curiosamente, Alcione les daba seguridad, seguridad de que mientras permaneciera en el barco; el calamar no embestiría contra ellos, que en esa pequeña habitación estaban a salvo de ser devorados y eso era en su totalidad, acertado. -Yo ir, tu barco.
Veía en ojos de Aurus que no era un pez, y si era un pez, había olvidado como serlo. Únicamente tenía en sus ojos ese brillo asesino de que le sacaría las entrañas apenas el calamar se apartara, apenas tocaran tierra lo abrirían por la mitad y le echarían sal; colgándolo boca abajo aunque tuviera su forma humana, por que en los ojos del esclavista veía miedo. Se levantó y salió del cuartito, a pesar de los chillidos de las mujeres para que no se fuera y la voz ronca de los chicos que le pedían que regresara; abrazándose en los anchos mástiles, aferrando sus largas garras, dejando que la lluvia cayese sobre su cuerpo y mojara sus ropas por completo. El barco seguía sacudiéndose violentamente mientras que la flota de Sulimán crujía por la presión de los tentáculos; pero con curiosidad, estos no osaban ponerse sobre Orión, era en sí las ondas del agua los que lo sacudían de un momento a otro.

-Yo voy, Aurus barco.-Ese era el trato. Él salvaba a Orión y obtenía su libertad, poco le importaba lanzarse al agua; pero quería llegar a tierra, no recuperaría su forma hasta la séptima corriente y si nadaba a la deriva; se ahogaría. Que ironía.

Aurus lo escrutó, era cierto que lo hubiera arrojado por la borda, librándose de él o lo hubiera abierto en canal si ello significaba que Orión estaría a salvo pero no era eso lo que lo encolerizaba, era el hecho de que estar siendo chantajeado en su propia nave, que aquella criatura estuviera poniendo las condiciones donde él debía de ser dueño y señor absoluto. Por un momento pareció dispuesto a no ceder ni un solo ápice, como si prefiriera que todo el barco y sus tripulante fueran reducido a un amasijo de maderas y sangre con tal de no ceder porque su orgullo se lo impedía, estrechó los orbes tono miel, viendo como aquellas garras se alargaban hacia él.

Escuchaba los gritos, el crujido agónico de la nave, los chillidos de los marineros de Sulimán, cuyas vidas no le importaban nada, el balanceo era cada vez más terrible, pero el esclavista no perdía el equilibrio, inmune a aquel revuelo, solo concentrado den Alcione, midiéndolo, calibrándolo como había un cazador con una presa que repentinamente se vuelva contra él y ataca.

-Tendrás tu libertad-susurró, parecía que las palabras le estaban siendo arrancadas de la garganta, despellejadas. Parecía que, definitivamente, los dioses habían decidido maldecirlo por ser quien era, por todos los pecados que había cometido, suponía que era hora de pagar por ello, por toda la sangre y todas las lágrimas derramadas-Páralo.

De repente, una ola inmensa azotó toda la cubierta cuando el barco de Sulimán estalló en pedazos y cientos de trozos cayeron sobre ellos, la ola arrasó todo y golpeó a Aurus que ni siquiera la vio venir porque solo miraba a Alcione, se llevó al esclavista por encima de la borda y cayó al agua, desapareciendo.

-¡Capitán!-Anfitrión se había aferrado al timón y gritó con todas sus fuerzas, tomando un cabo y fue hasta la borda, mirando el mar que se agitaba furioso-¡Capitán!

-Tú!! Tú!! Bestia maldita, tú eres la causante de esto?! -Sulimán yacía sobre la proa de Orión, observando como el agua rodeaba a Alcione, manteniéndole a salvo, aún cuando las grotescas olas se habían llevado lejos a Aurus; aquel delicado muchachito permanecía sano y salvo. El hombre de negros ropajes estaba seguro de que ese niño tenía mucho que ver y así fuese a nado, estaba dispuesto a robárselo ahora que el esclavista yacía a muchos metros bajo el agua; y más por que según parecía, Alcione era un tipo extraño de sacerdote de Poseidón o en su caso, un joven tritón.- ¡Tú vendrás conmigo!

Pero el chico sencillamente fue sujetado del brazo por Anfitrión, quién entre exigente y suplicante lo llevaba hacía la orilla de la nave y señalaba a las aguas.

-Yo sé que tú no eres humano, pero mi capitán necesita ayuda. Ándale, yo seré tu hombre, te juro por Zeus y Poseidón que llegarás con vida al puerto y que serás libre; es más; te prepararé una barquita con aves asadas, pero trae al capitán de vuelta.- Anfitrión se había encariñado con Alcione de cierta forma, pero Aurus, más que aprecio, le respetaban y sobre todo, sin él eran unos completos inútiles.-tendrás toda mi lealtad mientras estes aquí arriba, pero tráelo de regreso.

-Yo irme...? -Lo miró dudoso, observando como el marinero se hacía una cruz en el pecho y otra al aire y escupía al suelo.
-Por Poseidón que sí.
-¡Ese escuincle no irá a ningún lado!-Gritaba Sulimán acercándose con la citara en mano, sin embargo, Alcione ya se había echado al agua.

Alcione se sumergió en las aguas, batallando y pataleando, hundiéndose al instante, pues no sabía que el agua fuese tan fría; aunque claro que podía nadar, gritó, pero su vocesita sonó diferente, como la de una serpiente marina o una cría de ballena... pero hubo voces que respondieron igual. Se dejó hundir un poco más, aunque le faltaba la respiración, pero era capaz de ver en el agua y oler el aroma de Aurus; por ello pudo divisar a los 4 delfines que le tenían bien sujeto del pareo y le empujaban en su dirección, llevando a ambos a la superficie.

Alcione salió con un grito de que el aire estaba acabándosele en los pulmones, poco había faltado para quedarse inconciente, pero Aurus sí lo estaba. Anfitrión se asomó por la borda y los hombres del esclavista comenzaron a sacarlos...

Anfitrión se acercó a la cama cuando escucho la tos ronca de Aurus, aliviado de que el capitán estuviera con vida. Cuando lo sacaron del agua estaba desmayado, había tragado mucha y tuvieron que ponerle boca abajo para sacársela de los pulmones lo antes posible, luego le hicieron el boca a boca hasta que inspiró la primera bocanada muy débilmente. Pero no estaba fuera de peligro, ahora sus pulmones estaban muy débiles y era propicio a coger cualquier afección que terminara por acabar con su vida. Lo trasladaron a su camarote, lo desnudaron y lo envolvieron con muchas mantas para que entrara en calor aunque parecía que no podía dejar de temblar sin control.

El calamar desapareció sin dejar rastro y el barco de Sulimán también, éste tuvo que ser reducido por los marineros que lo encerraron abajo donde no paraba de gritar y maldecir a Aurus y Alcione, prometiendo venganza y lanzando palabros en ristras, sacudiendo los barrotes con furia asesina.

Anfitrión se inclinó y posó una rústica mano sobre la frente de Aurus, frunció el ceño, parecía estar fría y caliente a la vez-¿Capitán?

Aurus jadeaba fatigosamente y no abrió los ojos-me duele el pecho.

-Lo sé, estamos poniendo rumbo al puerto de Tracia para buscar medicinas-lamentaban que no fuera Athenas porque Níobe era el mejor médico que conocían-dicen que los sacerdotes del templo de Poseidón de allí son buenos sanadores-irónicamente era así.

Aurus tosió de nuevo-sed..-su tono era ronco.

Anfitrión asintió y alzó la vista, en uno de los cojines estaba Alcione, comiendo, no se había movido de allí. Salió del camarote para buscar una jarra de vino con miel.

Aurus ladeó el rostro y miró a Alcione, inspiró, le costaba hablar-no esclavo..-y cerró los ojos, agotado por pronunciar esas palabras.

La condición de Anfitrión era que no se acercaría más a Aurus. Se quedaría en su camarote, puesto que era el sitio que más protección necesitaba y ciertamente donde ese pequeño tritón estaba, era un lugar protegido por Poseidón. Lo mantenía entretenido, alimentándolo y dándole chucherías de las mercancías que llevaban en la bodega, de modo que siempre estaba quieto. Parecía un niño pequeño, rodeado de muchos juguetillos extraños, piedras de colores, velas aromáticas, sales volátiles en saquitos con flores secas y muchas golosinas asi como fruta confitada y jaleas en trozos de pan.

Anfitrión iba y venía, como si se hubiese convertido en el suplente del capitán, y todos obedecían ciegamente sus mandatos; puesto que todos temían al chico a quién creían una sirena; pero por ordenes del calvo y obeso hombre, se habían abstenido de ponerle una mano encima. Le dejaba trozos de pollo, algunos pelicanos asados y gaviotas, de manera que siempre estaba comiendo y apenas tenía la boca desocupada. Las esclavas continuaban bañándolo, pero ya no lo mimaban como antes, y aunque el marinero hubiese dado su palabra de resguardarlo, el ambiente a bordo de Orión le era sumamente incómodo y desagradable.

En tres días llegarían a Tracia y entonces podría irse lejos, por que por la noche antes de llegar al puerto, Anfitrión le tendría preparada una barquita con comida suficiente para ponerlo en libertad y aunque tuviese que pagar con toda una vida de trabajos el precio con el que Aurus iba a vender a Alcione, era su palabra y la de Poseidón, teniéndolas empeñandas, no podía echarse para atrás. Por ello Alcione miró a Aurus y se volvió, mordiendo nuevamente el trozo de pollo y dándole la espalda. No quería siquiera sentir esa mirada asesina de destriparle después de haberlo cortado por la mitad. No quería ver el miedo de los marineros ni el terror de las esclavas, así que se quedaba en ese rincón como si una jaulita invisible a base de juguetes, lo rodeara.