Mercado

Cuando Orfeo abrió los ojos, tardó unos instantes en reaccionar. Levantó apenas unos segundos la cabeza, encontrándose con que había usado el pecho de Níobe nuevamente como almohada y que de nueva cuenta; yacía envuelto entre sus brazos. Sonrió y volvió a recostar la cabeza con una sonrisa tierna y muy dulce, mirando un tanto distraído como sus largos cabellos plateados le acariciaban el torso desnudo al médico, deleitándose con la calidez de sus amplias manos sobre su espalda; sintiendo la suavidad de sus palmas aún a través de la suave túnica blanca que usaba para dormir.

Ese día irían al mercado. Orfeo rara vez iba al mercado por cuenta propia, de hecho, no bien salía; debía regresar un poco intimidado por los vendedores que se le acercaban vorazmente queriendo ofrecerle su mercancía, quizás solo por acercarse a él y mirar de cerca a la pareja de Níobe. Pero esa ocasión sería diferente, por que saldrían a comprar lo que se necesitaba para el consultorio, algunos comestibles y por supuesto; saldrían juntos. La idea le hizo sonreír, sonrojándose levemente y tratando de controlarse un poco, después de todo; era una tarea de mortales y quizás tediosa y aburrida pero a él nunca le había parecido más que intrigante.

Después de todo, el tiempo que había vivido junto a Eurídice, lo habían pasado en el bosque, algunas veces bajando únicamente para los bailes de cosecha, recolección y ofrenda; por lo tanto, se encontraba completamente ajeno a la vida cotidiana de los mortales.

Níobe en cambio, para dormir, al principio lo hacía con una de sus largas túnicas pero a medida que la intimidad entre ambos fue creciendo, prescindió de ellas y ahora usaba una especie de pareo que ataba con dos vueltas en torno su estrechas caderas, de forma que todo su torso quedara al desnudo. Notaba que Orfeo estaba encantado con ello, siempre apoyaba la cabeza contra su pecho, acariciando el firme pectoral que subía y bajabas en suaves inspiraciones, incluso, curioso, delineaba el rosado pezón que quedaba tan cerca, logrando que Níobe emitiera un hondo suspiro por el roce y no pudiendo esconder las reacciones de su cuerpo.

-Mmm..-sintió que Orfeo ya estaba despierto, movió la cabeza, los cabellos largos, estaban esparcidos por toda la cama, la punta de los mismos se ondulaba para rozar el suelo. Había pensando en cortarlos pero Orfeo le escondió las tijeras, no iba a permitir que el médico acortara aquella cabellera alba que tanto le gustaba cepillar o peinar con los dedos.

Sus grises ojos se fueron abriendo poco a poco, alzando las espesas pestañas, al tiempo flexionó una de sus largas y torneadas piernas, el pareo se hizo a un lado, mostrando su muslo tonificado, suave pero sin dejar ver su entrepierna. Ladeó el rostro y suspiró, sus manos subieron hasta posarse en la nuca de su compañero, lo hizo inclinarse hacia él-Buenos días-y lo besó en la boca.

-Buenos... días... -Susurró con una sonrisa tímida pero quizás infantil y muy dulce, respondiéndole el beso con suavidad; a medida que le acariciaba el rostro, con cierto mimo. Dimitri entraría en cualquier momento, quizás por que era su costumbre; por ello tuvo que incorporarse para comenzar a vestirse, aún cuando quería quedarse en la cama un rato más haciendo novillos.

Avanzó hacía la ventana, dejando que el sol le acariciara con suavidad, sus largos cabellos plateados brillaban muy suavemente; como lo haría una corriente de agua cuando es iluminada por el sol. Dejó caer sus túnicas al suelo, inclinándose levemente para levantarlas y tomando las túnicas azules semi transparentes que comenzaban su atuendo, empezó a vestirse. No bien estaba por colocarse el sobretodo azul cielo cuando Dimitri saludó, ingresando en la habitación con la bandeja de desayuno en las manos. Algún día, tal vez no muy lejano; despertaría antes que todos e iría a la cocina a ver como cocinaban las criadas y aprendería, solo por curiosidad.

-Buenos días, amo Níobe, amo Orfeo. ¿Han dormido bien? -Orfeo sonrió por completo ajeno al saludo del mayordomo, preguntándose solo por casualidad... si Dimitri sabía cuando debía llamar a la puerta y cuando debía entrar para interrumpir algo que aún no comenzaba.
-Buenos... días... Dimitri. Muy bien, gracias -

Níobe se había colocado boca abajo para ver como su compañero se vestía, un espectáculo del cual gozaba, le encantaba la delicadeza de sus gestos, su forma de alzar las túnica, de disponerlas en torno a aquel hermoso cuerpo que ya sabía que no había sido hollado por mano de hombre o mujer. Frunció el ceño, le costaba creer que Hades no hubiera intentando nada, que no se sintiera atraído por la idea de no solo poseer a Orfeo en alma sino también en cuerpo, llenarlo con su esencia y marcarlo con un yerro al rojo que indicara que era de su propiedad.

Suspiró y sonrió cuando Dimitri entró con la bandeja del desayuno, pronto había aprendido cuales eran las preferencia de Orfeo y el anciano se esforzaba en satisfacerlo con evidente alegría por tenerlo en la casa y además fuera el compañero de su amo, compartiendo ambos el lecho todas las noches.

El galeno sacó sus largas piernas de la cama, se puso en pie y se estiró, la larga cabellera cubrió su ancha espada y sobrepasó su estrecha cintura-Quiero encargar una cama nueva más grande-en realidad su lecho era para una sola persona pero como Orfeo dormía prácticamente encima de él, no se estorbaban el uno al otro.

Fue hasta un esquina de la habitación donde estaba un arcón con sus túnicas y comenzó a despojarse del pareo, de espaldas a Orfeo y Dimitri, mostrando las nalgas firmes y redondeadas, los dos graciosos hoyuelos que se formaba sobre ellas y sus muslos torneados.

Dimitri le extendió un papiro perfumado a Orfeo- creo que unas proposición de matrimonio de una de familias nobles de la ciudad.

Níobe arqueó las cejas y miró por encima de uno de sus hombros mientras se colocaba una sencilla túnica blanca de algodón.

Su mirada amable fue rápidamente cambiada por una fría y quizás demasiado inexpresiva. Tomó con amabilidad dicho papiro, abriéndolo y leyendo su contenido; aún cuando sus manos temblaban quizás de rabia e ira. Repaso aquellos renglones rápidamente hasta que leyó su propio nombre y palideció, posteriormente su rostro quedó inexpresivo y en unos instantes un leve sonrojo adornaba sus mejillas.

Una sonrisa de alivio y confusión surcó sus labios, negando suavemente y devolviendo aquel pergamino a Dimitri como de quién recibe una correspondencia equivocada o rechaza algún documento que no le corresponde. Una sonrisa avergonzada vino después, mientras que con una suave inclinación de cabeza despedía a Dimitri, quién se rió divertido pero cortés, partiendo inmediatamente a rechazar aquella propuesta de matrimonio.

Entonces Orfeo se acercó a Níobe y le abrazó por la espalda, recargando su frente sobre sus omoplatos, rozando con la punta de su nariz la tela de la túnica como una caricia cariñosa; liberando un suspiro de alivio.

-Estaba por romper dicha proposición... -Susurró bajamente, completamente sonrojado de haberse puesto tan celoso; al grado de que contenía sus manos para no romper la correspondencia del galeno, pensando que Dimitri se la había dado a leer primero por cortesía o en complicidad y que Orfeo la rechazara pretendiendo que era para él yq ue esta no llegase a manos de su amo.- Pensé que... que... se la habían enviado a Níobe y... me enojé mucho.

Ahora fueron las mejillas de Níobe las que se pusieron muy calientes y jadeó apenas al sentir como aquellas manos lo apresaba y el peso de aquella tersa frente contra su ancha espalda. Notó que se inflaba de orgullo como un gallo de pelea, para él era normal que todas las personas con las que se habían cruzado hasta el momento quisieran poseer a Orfeo. De hecho él posesivo pero la edad y la experiencia habían atemperado ese rasgo de su carácter, de tal forma que no se convertía en un arpía furiosa si otra hombre se acercaba a Orfeo pero eso no impedía que en ocasiones saliera a flote esa pasión que bullía bajo su serena superficie. Cuando arrancó a Orfeo de los brazos de Belenos sin pararse a pensar, cuando se colocó delante de Hades para que dejara de tocarlo y menos mal que le díos se había ido porque estuvo a un paso de tirarle una copa a la cara.

-¡¿AH?!-su tono fue entre encantado y sorprendido, ladeó apenas el rostro-¿de verdad?-sonrió, de hecho fue una enorme sonrisa. Sabía que su precioso compañero era objeto de muchas codicias pero que Orfeo lo celara a él, lo llenó de un estúpido orgullo.

Alzó las manos y apretó las de Orfeo que estaban sobre su pecho, entrelazando los dedos con suavidad-Qué infantil soy.¡me siento como si me hubieras coronado el rey del universo!-se sentía un crío pero no podía evitar ser inmensamente feliz.

-Níobe no piensa que soy... tonto por enojarme tanto? -Preguntó aún con cierta verguenza, soltando levemente sus manos y colocándose frente al galeno para que lo mirase a los ojos. Tenía un suave sonrojo en sus pómulos y los labios semi abiertos esperando una respuesta, creando una imagen inocente, puesto que sus lacios cabellos blancos yacían un poco despeinados sobre su rostro y sin embargo; tan lisos y sedosos que no parecía que acababa de levantarse sino que mas bien había estado jugando con el viento.

Abrazó a Níobe por el estomago y sus manos le acariciaron la espalda mientras recostaba su mejilla sobre el pecho del galeno, cerrando los ojos. Le agradaba abrazarlo por que Níobe era tibio y aún cuando su espalda fuese ancha, podía rodearle por la citnura y abrazarlo suavemente. Y aunque fueron unos instantes muy breves, posteriormente lo soltó, imaginándose que entre los mortales no se hacía eso y con una sornisa avergonzada se disculpo y le soltó, encaminándose a la mesa de noche donde tomó aquel vaso de leche con miel que tanto le agradaba; bebiéndolo con suma delicia, pues incluso Dimitri sabía que si quería llevar leche y miel a Níobe, debía ser por separado y en grandes porciones; ya que su pareja gustaba de beber únicamente aquello y comer las uvas rellenas de queso; así como los dulces de amaranto con miel, posterior a ello, era escaso el alimento que tomaba. Una vez que terminó, abrió la puerta encontrándose con un tul color durazno, siempre encontraba uno en la puerta y lo dejaba en su sitio; aunque no sabía para que era.

Níobe se giró mientras terminaba de colocarse su túnica, alargó la mano y tomó entre sus elegantes y largos dedos un cepillo de nácar. Comenzó a pasarlo por sus largos cabellos blancos, mirando al dios, no se había perdido ni una solo de sus gestos o palabras. Pero Orfeo era como un animal salvaje, solía decir muchas más cosas con sus azules ojos, la postura de sus hombre, como inclinaba el cuello y qué ángulo, sus manos, los pequeños tics inconscientes y cuando sus mejillas se sonrojaban ligeramente.

-¿Nunca te han abrazado mucho?-inquirió, enseguida percibió que se separaba-¿tienes miedo de hacerlo conmigo?-su tono era curioso, suave, calmado. Depositó a un lado el cepillo y cogió un retal de seda plateada, comenzó a hacerse una trenza con habilidad, entretejiendo las albas hebras.

Cuando escuchó aquello, lo primero que hizo fue volverse en dirección a Níobe, llevándose accidentalmente aquel velo color durazno entre los dedos, cerrando la puerta trás de sí. Avanzó hacía el galeno con rapidez y nego, a medida que lo abrazaba; acomodándose sobre su pecho.

-No, nada de eso...yo... ¿puedo abrazarte cuando y donde quiera? ¿Los mortales si hacen eso? ¿no esta mal visto?-Levantó el rostro y lo observó serena y dulcemente, con algunos mechones cayendo molestamente sobre su rostro. Se puso de puntas y lo beso suavemente en los labios, en apenas un roce; acariciándole la mejilla con dicho velo entre los dedos. Sin embargo, el sonido de pasos en el piso de arriba cesó. Las sirvientes bajaron, Dimitri les llamaba a la cocina, pero aún cuando todo se había quedado en silencio; Orfeo era capaz de escuchar como se referíana que dicho velo había sido retirado y los amos deseaban estar en paz.

Miró el velo entre sus manos y lo levantó con gesto inocente, señalándolo y explicándole a Níobe lo que había alcanzado a escuchar.

-¿Vamos a tener una discusión? -Abrió los ojos con sorpresa y un poco de temor.- Nunca dejan un velo en la puerta cuando viene un invitado a la casa...