Venta de esclavos

-¿En serio? -Abrió los ojos con gran sorpresa cuando lo vio emerger de las aguas con aquella aclaración. Bajó la cabeza y lo miró con desconfianza, hundiéndose en las aguas hatsa la altura de la nariz, sacando algunas burbujas de aire; sin quitarle la vista de encima. Frució el ceño como si no estuviera de acuerdo, pero al mismo tiempo, pensándose el acceder a la petición de aquel vendedor de esclavos; puesto que tampoco quería levantar más sospechas de las que ya se habían creado a su alrededor.- Pues sí, si soy un noble y rico y tengo amantes por todos lados...
Ahora quién había soltado el resoplido para ahogar una carcajada había sido Marcus. Su señor, más que demostrar que había estado con medio mundo dada su belleza, parecía una doncella asustada del mundo; cuando por primera vez comenzaban a perseguirle los pretendientes. Cualquier otro noble ya se habría arrojado a los brazos de Aurus para demostrarle que clases de amantes podían llegar a ser; mientras que Haydee incluso parecía esconderse en las aguas de la sensual belleza masculida que tenía delante.

-Yo... no prometí ningún beso ni nada de esas cosas, solo te dije que tu aliento olía a vino -Miró a otro lado con las mejillas rojas, aunque agradeciendo que ese efecto tuviera el agua caliente en todos los que allí iban a bañarse.


Haydee: Griego, acariciada festividad. /Dulces fiestas*

Aurus se quedó totalmente desconcertado con su actitud virginal, ¿Por qué se escondía de esa forma? Si tenía tantos amantes ..¿por qué aquella actitud pudorosa, infantil y de doncella que no ha sido tocada por hombre alguno? Normalmente, otro hubiera accedido a aquel juego, después de todo no era nada importante, solo un beso, una tontería, no le estaba pidiendo que hicieran el amor allí aunque tampoco le hubiera importado tener una acercamiento más sexual.

Lo estaba provocando, no sabía si era a posta o inocentemente, si era intencionadamente, era el mejor acto que hubiera visto hasta la fecha. Pero él se consideraba un depredador, le encantaba perseguir, acorralar, buscar y haciendo aquello lo único que conseguía Morfeo era que tuviera más ganas de aproximarse a él, de provocarlo, de ver que tipo de reacciones podía causar en aquella belleza de cabellos azules.

Pero tampoco olvidaba que era un nombre y un cliente, no un muchacho que hubiera conocido en una taberna o alguno de sus ocasionales amantes, no tenía nada que ver con hombre alguno que hubiera conocido hasta la fecha. Frunció el ceño, divertido con su dilema.

De repente se echó encima de Morfeo, lo una de sus manos le cogió la nuca y la otra rodeó la estrecha cintura, apretándolo contra su cuerpo-es cierto, no lo prometiste…pero lo tomo igual- su tono fue sensual y dorado como sus ojos.Posó su boca sobre la de Morfeo, abriendo ligeramente sus labios con su lengua para imprimir oxígeno porque lo llevó bajo el agua, abarcando su boca con la suya.

Pero él no tuvo ninguna oportunidad de tomar oxígeno. Podría decirse que no sabía si estaba más rojo por aquella atrevida acción, la falta de oxigeno, el agua caliente o todo al mismo tiempo, simplemente trató de zafarse de aquel agarre; forcejeando con el vendedor de esclavos para subir y buscar aire a la superficie. Sus largos cabellos volvieron a cambiarse a azules por leves instantes, más cuando nadó hacía arriba; habían recuperado su color negro, y jadeante, observaba asesinamente a las aguas en espera de que aquel sujeto saliera. Una vez que emergió, con tal fuerza le abofeteó la mejilla importándole muy poco si se quedaba marcada o no; que hasta la mano le dolió.

-¡¿Pero que diablos te has creído?! -Gritó irritado y confundido, preguntándose a que tipo de acción asesina llamaban beso los mortales; cuando se sumergían bajo el agua y aun sabiendo que no podían respirar. Se tapó la boca con la otra mano, con los colores en el rostro, pero antes de poder conjurar algún tipo de maldición, se precipitó de frente, ya que, al no estar acostumbrado al clima y a permanecer tanto tiempo en el agua; se mareó con el calor que se había subido a su cabeza, cayendo inconciente.

-¡Lo mataste! -Gritó Marcus nadando en dirección a su amo, que volvía a hundirse lentamente en las aguas cálidas, con sus cabellos cambiando lenta pero perceptiblemente de color a un azul oscuro.

Aurus apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando aquella mano lo abofeteó, logrando virarle el rostro y dejando una marca clara de sus dedos sobre su mejilla, de color rojo furioso, puede que tuviera manos de princesita pero cuando se decidía a usarlas eran tan fuertes como las de un herrero. Soltó su siseó de dolor e irritación, ya se había esperado esa reacción pero lo que no había pronosticado fue lo que sucedió a continuación.

Había abierto la boca para responderle cuando vio que se hundía el agua como una rosa marchita y él ni siquiera lo había tocado, se adelantó, corriendo, metió los largos brazos bajo el agua y lo sujetó, elevándolo, entre ellos, en voladas. Inclinó al cabeza y lo examinó, vio que estaba rojo, demasiado caliente.

-Claro que no, tonto-comenzó a caminar hacia el borde la piscina con el cuerpo de Morfeo balanceándose ligeramente entre sus brazos-es el calor, se ha desmayado-subió los escalones, desnudo-Tenemos que salir a un lugar más fresco-miró en torno suyo y luego el perfecto cuerpo desnudo que tenía aprisionado, a él le daba igual exhibirse, de hecho lo vendieron sin ropa alguna para que todos los compradores supiera lo que se iban a llevar.

Fue hasta la banca y se sentó en ella, cogió una de las túnicas de Morfeo y se la puso encima, tapándolo-tú..-“tú” era Marcus-coge mis ropas y las tuyas, nos vamos, dentro de estos malditos baños hace demasiado calor-de hecho era en toda la ciudad. Se preguntaba si sería mejor que lo llevara al Orión, a su camarote, allí dentro soplaba la brisa marina y estaba alejado del ruido de la urbe. Lo dejaría reposar hasta que despertara y quizás luego le devolviera el bofetón pero lo dudaba aunque ganas no le faltaba o aunque iguales deseos de darle otro beso para ver si marcaba el otro lado de seductor rostro.

Cuando abrió los ojos, se encontró en una habitación que se sacudía de manera imperceptible, pero para alguien tan sensitivo como él; era lógico que no estaban en tierra firme. Reconoció el olor en el aire salado, y a medida que se incorporaba, la túnica azul que le cubría por encima iba cediendo mostrando su cuerpo desnudo; al igual que sus largos cabellos, mismos que resbalaban por sus hombros y espalda.

Tenía algo de calor, pero la brisa fresca de la ventana aligeraba en algo el clima encerrado del camarote, afuera llovía muy levemente; como si fuese el producto del calor abrasivo de aquella tarde, y mientras se incorporaba, cayó en la cuenta de que Marcus estaba sentado sobre un sillón cama, dormitando.

-¿Donde estoy...? -Se levantó torpemente con la cabeza aún dándole vueltas y un poco de sonrojo en sus mejillas donde el calor encerrado en su cuerpo había ido cediendo. Trató de recordar que había sido lo último que había hecho o en su caso; en donde había estado y fue cuando el recuerdo de aquel beso asesino en el que cais caía ahogado, resurgió en su cabeza haciéndole fruncir el ceño.- Estúpidos mortales y sus idiotas muestras de cariño asesinas.

Sin embargo, lo más curioso radicaba en que sus vestidos, las escrituras y las pesadas piedras doradas se mantenían en una mesa sin que nadie reparase en que estaban allí.

La puerta del camarote se abrió, revelando una silueta a contraluz, alta y elegante. Estaba anocheciendo, Morfeo no solo se desmayó sino que finalmente se había quedado dormido. Lo trasladaron al amplio camarote del Orión, donde Aurus poseía una gran cama redonda con pieles, muebles de madera que estaban clavados al suelo y ricas alfombras persas en el suelo, rojas y azules. El recinto tenía una lámpara de aceite en el techo que casi nunca se encendía y dos amplios ventanales de rejillas que ahora mismo estaban medio abiertos para que se colara la brisa marina.

-Ya despertaste-Aurus cerró la puerta con cuidado, en una de las manos portaba una bandeja con una jarra de agua, otra de leche, miel y muchos pastelitos pues recordó que a Hydee le había entusiasmado los dulces del mercado-Te desmayaste por el calor de los baños.

Se fue acercando, estaba descalzado, lucía unas tobilleras de oro con unas campanillas diminutas que emitían un leves cascabeleo, unos pantalones bombachos de color anaranjado, un cinturón de cuero y su torso estaba al desnudo a excepción de la gargantilla. Sus ambarinos ojos repasaron el cuerpo de Morfeo-¿Quieres comer?-invitó y fue hasta el lecho para dejar la comida a su alcance-¿o quieres pegarme otro bofetón?-y le mostró el lado contrario del rostro que el dios había golpeado.

-De buena gana haría lo segundo, por lo tanto; ¿Colocarás la mejilla? -Replicó frunciendo el ceño, pero con cierto espíritu indomable y rebelde, como si curiosamente ahora fuese Haydeé el esclavo y Aurus el mercader; aunque estando en sus territorios, no estaba muy retirado de la verdad. Sin embargo, se olvidó pronto del tema cuando observó que llevaba leche, miel y dulces; dejando traslucir un brillo casi infantil en sus ojos cuando apresuró las manos para tratar de retirarle la bandeja. -Sí quiero comer eso...
Eso, específicamente eso. Nada de vino, carnes o fruta, él quería aquello que el mortal llevaba en su bandeja, se había empeñado en obtenerlo. Se acomodó bien la túnica que se había liberado de su cuerpo apenas y atada por un suave cinturón de seda roja que no le pertenecía; por otro lado, su hombro estaba al descubierto donde las gruesas mangas de la toga habían descendido y lo más gracioso, es que estaba tan corta que le llegaba por encima de los muslos. No era una túnica ni una toga mucho menos; era la camisa de un marinero, quizás nueva, por la delicadeza y género de la tela, pues se trataba de sedas de Oriente; pero aún así, era una camisa marinera, quizás por que no había habido otra cosa que ponerle encima.

Se tomó discretamente un mechón de cabello asegurándose que estos fuesen aún negros y como un gesto infantil pero involuntario, se sentó en la orilla de la cama a esperar impacientemente a que le dejase comer esos dulces.

Aurus sonrió, resultaba encantador verlo con una de sus camisas de fino tejido, le quedaba grande pero aquello solo acentuaba el cuerpo de su invitado, a pesar de ser un hombre adulto tenía aquella aura de inocencia que solo se veía en los niños, aquella luz que él perdió hacía mucho, cuando lo separaron de su madre y que su pureza fue sacrificada aquella noche que fue tomado por la fuerza en el lecho de su amo. Se aproximó con cautela y se acomodó a su lado, alejando la bandejas cuando Morfeo quiso meter las manos en ella.

-Espera..-mezcló la miel y la la leche en una copa y se la alcanzó al dios con cuidado, luego partió varios trozos de pastelitos y los dispuso en círculo dentro de un bol de cerámica, se notaba que tenía experiencia sirviendo, puesto que todo lo hacía de forma elegante, sin derramar nada, eficazmente y haciendo de cada gesto algo sutil y hermoso de ver.

Le tendió el cuenco para que lo tomara, sus dorados ojos relucieron brevemente-te dejaría que me abofetearas..-sonrió, mostrando los blancos dientes-pero no tan fuerte..-ladeó el rostro y mostró una marca sobre la mejilla, tenía un morado.

Sus ojos estaban fijos en todas las acciones del humano, mirando la leche, la miel y los dulces; sonriendo levemente al ver aquellas operaciones realizadas. Ahogó un gritito emocionado al ver como la miel era derramada y mezclada sobre la leche; como si ese hombre fuera capaz de ver sus pensamientos, y cuando se disponía a beber de aquel cuenco, se atragantó con el primer trago, casi derramando el líquido y escupiendo la leche observando avergonzado como le ponía la otra mejilla.

-No tienes que... hacerme en todo lo que te diga.- Observó un poco avergonzado, dejando el cuenco de lado y mirando un poco avergonzado el morado en la mejilla ajena. Devolvió el cuenco y levantó la palma; acariciando muy suavemente la piel del otro, borrando la marca que sus dedos habían dejado. Aún cuando era un bonito recordatorio por su arrogancia, también lo era para él; que, quién mal hace, a veces bien recibe.- Lo siento... ¡Pero no vuelvas a hacerlo!

Entonces con aquella disculpa, ya podía comenzar a comer los deliciosos confites que había en la bandeja, sin darse cuenta que Marcus había despertado y fingía dormir para observar aquella escena con ojo crítico a ver que provecho podría sacarle.

Una carcajada alegre, suave y profunda manó de los labios de Aurus, maravillado por aquel hombre. El se consideraba alguien cruel, sin escrúpulos y carente de toda piedad o por lo menos era considera así y él no se defendía porque admitía que su alma ya estaba tan oscura, tan manchada por los pecados que había cometido que no quedaba espacio para la luz ni para su salvación. Había sido testigo de cómo el ser humano era capaz de las peores acciones, de cometer los crímenes más abominables y ser dominados por la lujuria y el miedo. Y allí estaba Hydee, inocente, puro, encantado y auténtico, tan irreal que lo desarmaba.

Se sirvió la comida con la misma habilidad y estrechó los ojos felinamente cuando Morfeo lo acarició, dejando que deslizara sus dedos por aquel altivo pómulo-Tranquilo, no te volveré a besar…-aseguró, no quería que su próximo golpe le rompiera los labios, no era vanidoso pero sabía que su rostro era bello y sabía sacar provecho de su hermosura, era un arma como cualquier otra.

Comenzó a comer y sus ojos se posaron sobre Marcus-te puedes ir cuando te encuentres mejor y llevarte a tu esclavo-de nuevo se había olvidado su nombre-te recomiendo que para el futuro tengas más cuidado con quien vas..-suspiró y bebió agua, no más vino por esa semana-y que no vuelvas a acercarte a mi-miró los pastelillos-no soy..-sus orbes relucieron-aconsejable..

Sonrió con cierto orgullo de haberlo puesto en su lugar sin necesidad de recurrir a sus poderes. Aún cuando quería comer más de un dulce a la vez, prefería conservar sus modales, ahora que era un rico y noble mortal; sin embargo, aún estaba por completo embobado con la leche con miel que fría; le sabía tan deliciosa que temía acabársela de nueva cuenta sin opción de tener más de la misma.

-¿No eres aconsejable? ¿Por qué no lo eres? -Lo observó con ingenuidad, pero entonces miró los panecillos con perspicacia preguntándose si no estarían envenenados o algo; claro que era risible, ningún veneno habría de matarlo, solo provocarle algo de inconciencia y las hierbas para dormir tampoco tendrían efecto, pues él era el dios de los sueños.- aparte de mano larga...

No había querido que aquello sonara así, aunque en realidad; sí que había querido decirlo. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro por lo que prefirió acabar de beber el contenido del cuenco observándolo fijamente a los ojos. Sus pupilas le delinearon el rostro, la mirada, los labios, la barbilla y sus cabellos; descendiendo lentamente por su barbilla hasta su cuello, y entonces cayó en la marca sobre su cuello, extendió la mano y sus dedos se posaron sobre la cadena.
-Debió ser muy incómoda y dolorosa...

El esclavista se echó a reír al escuchar como lo llamaba, en el pasado también lo habían bautizado de otras formas pero desde luego ésta era una de las halagadoras y además totalmente sincera. Le divertía que fuera incapaz de callarse por pura conveniencia o cortesía, al parecer Hydee tenía que decir todo lo que se le pasaba por la cabeza porque lo contrario, seguramente, no lograría dormir por las noches.

Se sobresaltó ligeramente cuando aquellos tibios y suaves dedos se colaron con agilidad por debajo de la gargantilla de oro, palpando la sombra que estaba en su bronceada epidermis, la huella que nunca se borraría de su pasado y él lo prefería así porque nunca olivaría de dónde venía y cómo había llegado allí. Permitió que la recorriera sin espantarlo-sí, me resistí mucho cuando mi amo quería imponerse sobre mi..-comió un pastelillo con tranquilidad, saboreándolo, su tono era indiferente como si estuviera hablando de otra persona-tiraba fuerte de la argolla para dominarme noche tras noche-se calló, había hablado demasiado y eso era pasado.

Alzó de repente una de sus manos y capturó la del dios, examinó los dedos que tenía las trazas de los frutos de los pastelitos-no soy aconsejable porque..-alzó las falanges y comenzó a lamerle las yemas despacio, tomando los restos-soy perverso..-sus ojos dorados relucieron y se posaron en los de Morfeo.

Sonrió socarronamente cuando Aurus habló sobre lo de jalar la cadena, ya que no podía menos que imaginarse a un anciano obeso y rechoncho suplicándole que aquel enorme y robusto hombre tuviese la delicadeza siquiera de enviarle un beso. Para alguien tan ingenuo como Morfeo, el que Aurus hablase ahora de como fue en su pasado; le resultaba muy difícil de imaginar. Era obvio y lógico que la libertad hacía grandes maravillas con los mozos dociles y apacibles hasta convertirlos en seductores monstruos come hombres.

-Pero si le pongo una cadena a Marcus entonces no podrá ordeñar a Clementina y aparte una cadena es muy pesada, solo se les ponen a los presos.- Se quejó dando su opinión tan ingenuo como él mismo; pensando en que si él fuera esclavo y quisieran llevarlo a la cama, no tendrían que jalarle ninguna correa o cadena; solo ponerlo a correr mucho y cuando se cansara, él mismo iría a la cama y on despertaría en toda la noche

-¿Perverso...? No esta bien que seas perverso, por que podrías invocar al dios de los muertos; pero, aparte de dar besos homicidas; '¿que cosas perversas haces? -Ignoraba por completo que la venta de esclavos era en sí el secuestro de personas que otras regiones y llevados contra su voluntad a otras naciones donde eran vendidos; más cuando le lamió los dedos, hizo ademán de retirar la mano, encogiéndose por los hombros y entrecerrando un ojo por la sensación tan curiosa.- No hagas eso...

Se interrumpió de golpe y lo miró muy impresionado y quizás hasta un poco con mortificado de su descubrimiento. El mercader sabía su nombre, pero él no se lo había preguntado.
-¿Como te llamas?

Aurus retiró sus castigadores labios de los dedos de Morfeo, suspirando, no era posible, aquel hombre no era real, demasiado inocente, puro, ingenuo, parecía que no conocía las frases con doble sentido, lo cuál hacía que todo juego de seducción fuera inútil porque lo desarmaba con algunos de sus discursos demasiado francos, no había forma de lograr que se percatara que todo era una insinuación sexual. Quizás uno debiera escribir una carta en papiro y dársela para que entendiera paso por paso que quería llevárselo a la cama.

Cuando mencionó al dios de los muertos, una extraña sonrisa asomó en sus labios, puede que tuviera más relación con Hades de la que se atreviera a mencionar en voz alta, cerca de Morfeo, en uno de los cajones de su mesilla de noche, había un medallón que le regaló un oráculo desterrado, tenía la esfinge de Cervero y su antiguo propietario asegura que podía invocar demonios con él, siempre y cuando pagara el precio, claro.

-Soy Aurus-se presentó y luego ladeó el rostro-¿Tienes algún amante? ¿o eres virgen?-se comió otro pastelillo y le sirvió más leche y miel-Puede que olvide mi advertencia anterior y te diga; mmm..-sonrió y se inclinó hacía él, sus cabellos claros enmarcaron sus rostro seductor, hermoso y burlón-¿quieres hacer el amor conmigo?-frunció el ceño-porque sabes que significa hacer el amor..¿verdad?

-Aurus... Repitió su nombre y después nego a su siguiente pregunta, pero posteriormente recordó que era un señor de mundo, un noble y muy rico por cierto; por eso debía tener amantes hasta en la china.-Uyyy no, tengo muchos amantes, sí... de esos que regalan flores y dulces.

En realidad estaba refiriéndose a los enamorados, que de una forma u otra, se les podía llamar también de esa manera; más cuando Aurus le hizo aquella proposición, al principio no capto a que se refería, miró la cama por encima del hombro; era demasiado ancha y había suficiente espacio para los dos, así que asintió como si se tratara de cualquier cosa.
-Solo he escuchado de Afrodita y Eros haciendo el amor*- Replicó frunciendo el ceño mirándose las manos un tanto confundido, pero quién de plano no soportó tanta idiotez fue Marcus, quién se levantó de golpe y se dirigió hacía su amo; sujetándole con fuerza del brazo para volverlo hacía sí.

-¡¿Eres idiota acaso?! ¡Te acaba de decir que te quitará la ropa y te hara cosas de esas en el cuerpo y te tocará por todos lados!- El chico rubio se encontraba sumamente sonrojado, agitado y en parte, excitado con aquel inusual jugueteo donde el peliazul no daba ni una sola; pero que de muy buena gana le habría gustado participar. Sin embargo, su amo estaba no solo pálido, parecía cadáver; y naturalmente los colores se le fueron subiendo al rostro de tal forma que Marcus comprobó que la persona que le había comprado era algún niño metido en el cuerpo de un hombre y echado al mundo por deseo de los dioses, pues sus reacciones le daban a entender que no sabía nada de sexo. Enfurruñado, negó y salió del camarote azotando la puerta.


*Habla de que ambos son deidades protectoras de los amantes. Dioses que gobiernan sobre el amor.

Aurus se echó a reír de nuevo, aquello era tremendamente divertido, parecía que después de todo, Marcus había sido una buena elección para Hydee puesto que estaba dispuesto a decirle de frente a su nuevo amo todo aquella que el esclavista insinuaba una y otra vez. Era cierto que aquel hombre era un niño, un niño grande, con mucho oro y con una suerte increíble. Suspiró, era inútil seguir con aquello, ahora se percataba que puede que si lo tocaba se sintiera como si estuviera violando un infante y él podía haber hecho muchas cosas horribles pero no estaba dispuesto a caer en ese pecado porque lo cometieron con él.

Se puso en pie, las campanillas de sus tobillos sonaron en todo el camarote, se movió con una gracilidad felina, fue hasta un enorme arcón que estaba en una de las esquinas de su camarote, alzó la tapa y se inclinó para remover su interior, mientras silbaba una melodía que le había escuchado a un hombre con una lira, cerca del mercado, no le hacía justicia pero le había hechizado la tonada.

Sus dedos tomaron unas túnicas de tono azul oscuro, eran semitransparentes y su tacto era sedoso, las escrutó críticamente y luego asintió con la cabeza, dejó caer la tapa y se giró para colocarse frente a Morfeo.

-Para ti, vístete. Tu esclavo tiene razón, lo que quiero es desnudarte, tocar y besar cada palmo de tu cuerpo y luego entrar en él mientras escucho como gimes mi nombre-se encogió de hombros-eres muy bello, no me culpes por intentarlo-y se tocó la mejillas que fue abofeteada por Morfeo y que ya no presentaba ninguna marca.

Bajó la cabeza, sintiendo sus mejillas arder por la verguenza y en cierta forma, por como el vendedor de esclavos le decía las cosas. No se había percatado, pero a medida que el otro hablaba, sus manos habían ido disimuladamente cubriéndole el cuerpo con las sábanas y las frazadas; dejando apenas a la vista sus hombros denudos; por ello, cuando le extendió la túnica, la tomó y se la colocó al acto.

-Tu quieres otro golpe como el de la tarde pero que esta vez si te tumbe la cabeza, verdad? -Lo miró reprobatoriamente, sujetando sus largos cabellos negros en una coleta alta que anudo con un listón rojo que encontró sobre la cama. La curvatura de su cuello era exquisita y bien maercada, la túnica azul acentuaba su cuerpo esbelto y delineado; permitiendo que se apreciara algunas partes sensuales de su cuerpo pero sin quedar muy expuesto, dando la ilusión de erotismo y sensualidad que se esperaba de aquellas túnicas; fabricadas especialmente con ese fin.

Bajo entonces de la cama, con cuidado de no caerse si se columpiaba el barco debido a la marea, y una vez de pie, se inclinó sobre la cama para alcanzar la otra túnica marinera que momentos antes había traído puesta; y así usarla como sobretodo, pues estaba seguro que si dejaba al descubierto algo más que sus piernas, acabaría siendo forzado a hacer las cosas que Aurus le había dicho.
-No culparte por intentarlo... deberían colgarte siquiera por decirlo tan directo. ¿Y como se supone que ibas a entrar he? Yo no soy una mujer...

Aurus arqueó las cejas y los dorados ojos relucieron como los de un gato, divertido y de nuevo sorprendido por aquella candidez, por su inocencia y por la forma de decirlo. Parecía que Hydee estaba empeñado en contrarrestar sus oscuros poderes soltando aquellas frases, esos comentarios propios un niño de cinco años pero emitidos por un hombre adulto cuya belleza podía doblegar a un emperador para que hiciera el menor de sus caprichos.

-¿Colgarme?-cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, se notaba que estaba muy acostumbrado a moverse inconscientemente con el barco, su pecho desnudo captó algunas luces que provenían del exterior, acentuando la curva de sus pectorales y el tono satinado de su epidermis. Reflexionó sobre sus palabras, sin dejar de sonreír, ya le estaba doliendo los músculos de la boca, aquel día había reído mucho, constató, eso le gustaba-¿por ser sincero contigo?-inclinó la cabeza apenas-¿querías que te cantara o recitara poesía? ¿o era mejor que me arrodillara ante ti y te mirara con cara de estúpida adoración? ¿es eso?-frunció el ceño-lo lamento, alteza, tengo por manía y costumbre decir cuando deseo algo o..-de nuevo mostró sus blancos dientes-..a alguien.

Alzó una mano y se la pasó por cabellos castaños, desordenados, Aurus olía a sal y almendras, era el aroma que predominaba en su camarote, sutil, masculino y sugerente- Y el cómo..-se inclinó y situó sus labios a unos pocos centímetros de los de Morfeo-solo lo sabrás si te acuestas conmigo o con otro que se más listo que yo porque no te dirá que te desea sino que esperara que tú solo te ofrezcas-suspiró sobre los labios del dios-seguro que estás enamorado por eso te resistes tanto-apuntó con filosofía.

Levantó la cabeza en direcció sus palabras. ¿Adoración? Le gustaban las canciones y la poesía, pero no era una alteza a la que se le venerara, más bien era confundido todo el tiempo con un demonio. Una sonrisa divertida y juguetona se dibujo en sus labios cuando pensaba aquello, pero su mueca se borró comicamente de su rostro al sentir aquel calido aliento y dulce sobre sus labios. Ya no apestaba a vino y su aroma era almendrado, aunque él despidiese un sutil perfume a gardenia.
-¿Enamorado...? ¿De quien? -En realidad él debía responder que sí y el nombre de la persona, pero tal parecía que a quién le habían hecho el comentario había sido a Aurus.-¿De quién estoy enamorado?

Pero antes de que pudiera responder, se escucharon gritos y voces en las afueras del camarote, donde los hombres de Aurus sometían a Marcus, entre manoseándolo y molestándolo; por que según ellos, este había querido robarle el oro a Aurus, otros más decían que se había escapado de los demás esclavos; y los que quedaban comentaban que Aurus había pasado la noche con él y que él en paga le estaba robando y después se escaparía. Ante los gritos y reproches de Marcus, Morfeo salió del camarote, ordenándoles con aire altivo y soberbio que lo liberasen.
Entonces los murmullos y silbidos no se hicieron esperar, desde frases invitadoras y vulgares, hasta fingir confundirlo con otro esclavo; ya que lo sujetaon con fuerza del brazo para atraerlo hacía ellos.
-¿Y a donde le viene el emperador tanta altanería para mandarnos?

De repente se escuchó el chasquido venenoso y siseante de un látigo manejado con gran pericia y el hombre que sostenía a Morfeo gritó cuando una de sus mejillas se abrió con tres surcos de sangre, lo soltó, retrocediendo entre maldiciones y el látigo se volvió a mover en el aire, azotando las manos de los hombres que retenían a Marcus con una puntería certera, incluso en aquel ambiente pobremente iluminado por las lámparas de aceite.

Aurus avanzó, moviendo la muñeca que sostenía el látigo que se contorsionaba como una serpiente, como si de verdad tuviera vida propia, solo le faltaba la cabeza para alzarse como una cobra. El rostro del esclavista había cambiando, ahora mostraba un aspecto feroz, temible y cruel, sus dorados ojos a pesar de su tonalidad cálida eran fríos, despiadados y llenos de remolinos que prometían castigo a quien se atreviera a cuestionarlo en su propia nave.

-¿Qué significa esto?

-Ca..Capitán..-el hombre de la mejilla desgarrada se inclinó, blanco, temblando en presencia de su superior.

-Son mis invitados, ¿cómo te has atrevido a ponerles las manos encima?-comenzó a alzar el brazo.

-No..no sa..-ahogó un jadeo de horror cuando el látigo se enroscó en torno a su cuello, Aurus comenzó a tirar, apretando el cepo sin misericordia. Los hombres retrocedieron, muchos eran piratas, bandidos y Aurus los dominaba por medio del miedo. Otros eran leales a él y no habían intervenido en aquellos sucesos, solo miraban.

Cuando vio a Marcus libre, entonces sí que impidió que Aurus matase a aquel horrible barbón apestoso a licor. No quería ser el responsable de una muerte y que cuando Marcus tuviera que bajar a la ciudad, lo fuesen a reconocer y a maltratar. Sujetó entonces con mesura la mano de Aurus, como si detuviese entonces aquel látigo; haciendo que le mirase para negar suavemente.

-Creo que con la marca que tiene en su mejilla aprenderá, pero no le mates.- Pidió en un sutil susurro de manera discreta y acercándose a su rostro para decirselo por lo bajo y así no restarle autoridad delante de los marineros; haciéndoles creer que era una tipo de suplica.

Marcus tenía sus túnicas desgarradas y algunos morados en el cuerpo, por ello, Morfeo se quitó la marinera y se la cedió en el acto; quedándose únicamente con la túnica azul oscuro semi transparente que Aurus le había cedido, pero que entre aquella oscuridad no se notaban las partes blancas y visibles de su cuerpo. Por ello, apenas se la puso, le llevó de vuelta al camarote de Aurus, y cerró la puerta a sus espaldas; dejando que su capitán se hiciese cargo de los otros hombres. Una vez allí se dispuso a limpiar las pocas heridas que Marcus tenía, sentado a su lado sobre la cama, pasando un paño húmedo, entonces cuando Aurus regresó; levantó la mirada y le sonrió para calmarle el enfado.

El rostro de Aurus estaba oscurecido por la cólera, no estaba molesto con el hecho que se hubieran atrevido a hacer aquello, estaba furioso porque se habían atrevido a tocar algo que consideraba SUYO, eso era lo que había provocado aquella desmesurada muestra de imposición de disciplina. Lo que era de su propiedad no se tocaba, era sagrada, eso incluía a SUS invitados. Alzó el látigo, aquella arma para la cuál parecía que el propio Ares lo había bendecido para usarla, y la enrolló de nuevo en su cinturón.

Se aproximó a Marcus que estaba sentando en el borde de la cama, alzó la mano, la colocó bajo la barbilla del joven e hizo que ladeara para estudiar su rostro, el cuello y sus hombros, estrechó los dorados ojos, frunciendo levemente el ceño, se había percatado de los morados que cubría la suave piel. Sus dedos ascendieron y acariciaron la mejilla-¿Te llegaron a forzar?-su tono fue muy peligroso, en él estaba implícito que si lo habían violentado el castigo sería mucho más que unas marcas en espaldas o mejillas, sería la muertes colgados en el palo mayor, a la vista de todos para que dieran ejemplo.

Ladeó el rostro y miró a Morfeo, todavía estaba molesto, ya no sonreía-¿quieres algún tipo de compensación por lo ocurrido?-era la ley, si un esclavo de otra persona era herido, el propietario tenía derech a reclamar una cantidas económica.

El chico negó lentamente, apartando la faz de aquel tacto con altanero talle, mirando a otro lado para simular la verguenza. Era virgen ciertamente, o al menos eso parecía; aunque seguramente estaba acostumbrado a determinados roces y por ello había peleado en vez de verse sometido.
-Grité cuando ya no pude lanzar golpes... -Daba a entender que valientemente se había resistido tirando golpes y patadas, más cuando habían comenzado a rasgarle las ropas, supo que era tiempo de pedir ayuda. Morfeo le acarició el brazo como si fuese un sutil consuelo, pero ante todo esto; Marcus únicamente se limitó a mirar a otro lado.- Acepta la compensación... si me educó, podré ser un buen administrador.

Morfeo había estado a punto de rechazar y de decir que estaba bien sin compensación, pues podía encontrar más de esas piedras doradas que tantole gustaban a las personas; sin embargo, aún cuando el muchacho se portara un tanto mandón con él; había pensaod en su bienestar de serle más útil si se educaba y aún más; aumentando sus posesiones, en todo caso, más vacas. Le acarició cariñosamente la cabeza y sonrió, inclinando la cabeza para que fuera Aurus quién dispusiera del dinero; pero en todo caso, sería el esclavo quién dispondría de su compensación para hacer y deshacer.

Aurus asintió, al menos Marcus estaba mostrando algo de sentido común, puesto que siendo Hydee tan soñador e ingenuo necesitaría a su lado a otra persona que lo compensara y que impusiera algo de sentido común en aquella hermosa cabecita que parecía ver el mundo entero de un estupendo color rosa. Esperaba que el muchacho fuera capaz de evitar que lo raptaran para venderlo en algún mercado árabe, de sobra sabía que sus competidores de África se sentía muy atraídos por el tipo de hombre como Hydee.

Se giró, con elegancia, fue hasta otro de sus arcones, en realidad tenía varios por el camarote y lo abrió, hurgó dentro, no todas sus riquezas estaban concentradas allí, tenía sus propios acaudalados que velaban por sus ganancias, las había repartido en varios puntos porque nunca se sabía cuándo las podía necesitar. Cogió varias monedas de oro, más que suficiente para que Hydee contratara a los mejores tutores para Marcus, las colocó en una bolsita de seda morada y la ató con un cordón rojo, haciendo uno de sus nudo marineros.

Regresó hasta ellos y le hizo entrega a Morfeo del dinero sin rozarlo, de repente tenía la necesidad de no tocarlo, era extraño pero tenía la impresión de que si lo rozaba demasiado terminaría por ablandarlo, por lograr que se abriera un poco o tuviera algún tipo de sentimiento que no fuera la codicia o lujuria, él no deseaba ser débil-Ya pueden irse, no volverán a tocarlos-susurró, sin darse cuenta se rozó la marca bajo la gargantilla.

-Vámonos... -Ordenó Marcus incorporándose y en ese momento, parecía que el mayor era el chico y el menor Morfeo, puesto que se levantó detrás de él y con una graciosa inclinación se despidió de Aurus. El esclavo había recogido las ropas de Morfeo, junto con las escrituras y las piedras de oro en sus bolsillos; y aún cuando pudiese romper dichos papeles, había respetado las cosas de su amo. Incluso había tomado una de las frazadas y se la había echado a los hombros al pelinegro, pues si bien los esclavos estaban acostumbrados a ir desnudos por las noches calurosas o con escasas ropas; quería restar atractivo a su amo de modo que nadie más los importunara.

-Espero que nos volvamos a ver.- Saludó Morfeo cubriéndose la cabeza con aquella túnica ocultando su rostro y dándose se aire misterioso mientras salía del camarote, escuchando con atención como Marcus le sugería pasar la noche en una posada ya que no había ningún carruaje o caravana que les llevara a las afueras en el campo, sin que sospechosamente fuese un asaltante. Descendieron entonces por la escalinata del barco y si había quedado alguna duda de que Marcus echaría a correr con el oro y las escrituras, esta se había desvanecido; ya que le alzó la mano a su joven amo para que no fuese a tropezar con lo torpe que era, gesto que fue agradecido por Morfeo con una sonrisa.
-Mi amo es un mocoso demasiado torpe y si lo dejó solo es capaz de tropezarse e ir a dar al mar o verse muerto en un asalto o incluso esclavizado si le ofrecen un viaje de placer.-Marcus era agradecido y respetaba.

-¡¿Torpe?! ¿De donde...? -El reproche infantil que salió de la boca de Morfeo mientras seguía a Marcus resultaba quizás enternecedor a los ojos de quienes les observaban; era como un hombre hermoso, inmaduro y por momentos, infantil.
(Escena terminada)