Hacía ya muchísimos años que no ponía un pie en el inframundo, a pesar de que había pasado allí gran parte de su vida, sobre todo en su niñez, no se había atrevido a regresar a ese sitio que tantos recuerdos le traían. No hasta ese día. Tal vez la curiosidad, pues no tenia deseos de ver a su madre, pero conocía a muchos de los demonios que allí habitaban e incluso, de pequeño, había visto un par de veces a Hades. No era un sitio que le gustaba particularmente, demasiado oscuro, con olor a muerte, Ni un helecho podría crecer en aquel sitio lúgubre, y Adonis amaba la naturaleza y la vitalidad, pero algo lo llevó a hacer una pequeña incursión a aquel sitio que sólo regresaba a su mente en algunos sueños o pesadillas.
No sabía bien que quería encontrar allí, tal vez saber si su madre seguía bien, si nada por allí había cambiado. No lo tenía muy claro, pero allí se encontraba ahora, en las grandes entradas del inframundo. Dio unos pasos y entró al lugar, teñido de oscuridad y miseria. Podían escucharse los gemidos de las almas en pena que rondaban sin un destino más abajo, sufriendo, penando por su absurda y eterna existencia. No sentía tristeza, ni miedo, más bien una ligera incomodidad. No guardaba aprecio a los humanos, pero rechazaba a las cosas muertes que poblaban aquel reino. Escuchó pasos y volvió la cabeza, pensó de repente que tal vez no había hecho la elección mas acerada con su atuendo, pues su túnica blanca que rozaba el suelo terroso llamaba la atención en aquel sitio donde primaban los grises y negros. Entornó la vista intentando descifrar quien se aproximaba, saliendo de entre la bruma espesa, esperando que fuera un demonio conocido y que no se metiera en un problema.