El hogar de los vientos

Siempre le había parecido algo curiosa la denominación de aquél lugar, ya que no era como si él y sus hermanos, todos descendientes de titanes habitaran ahí, y desde ahí controlarán los vientes. Al menos estaba seguro que ni Céfiro, ni Euro ni Noto iban a aquél lugar, cada quién estaba donde mejor le placiera; y sinceramente no era amante de la convivencia con sus hermanos; no por que no le agradasen, simplemente porque a los otros no les agradaba el aire frío como a él, él era el Dios del Viento del Norte, amaba el frío.

Pero, decidió ir a ese sitio buscando algo de tranquilidad. el Olimpo a veces le resultaba fastidioso porque era difícil rehuir completamente de la compañía, pero este lugar resultaba diferente, estaba en Atenas, donde los dioses no solían bajar, donde podía tranquilamente huir de los humanos y hallar un sitio solitario, tal como ese.

Estaba en la parte más alta, sentado sobre la techumbre del lugar, observando el horizonte despreocupadamente, no esperaba tener compañía en aquél sitio, en realidad no.

Una figura pálida comenzó a subir los escalones que llevaban a la torre de los vientos, las túnicas se alborotaban en torno suyo a merced del viento y se pegaban a su cuerpo. Los largos cabellos blancos estaban trenzados y caían por ancha espalda más allá de la estrecha cintura masculina mientras se balanceaba al ritmo de los pasos de Níobe.

El médico tenía fiebre pero eso no le había impedido subir hasta la Torre, estaba mareado, agotado pero necesitaba, precisaba saber que nada de lo ocurrido en aquel lugar había sido solo un sueño febril, una ilusión de su mente inundada por el calor de la fiebre.

Se detuvo en unos escalones y se arrodilló, buscando los pedazos de una urna rota.

Estaba tranquilo, pero no tanto como para no percatarse de que alguien llegaba al lugar, claramente podía darse cuenta de que se trataba de un humano. Con algo de curiosidad bajo de la techumbre, para acceder al interior de la torre. ¿Qué clase de persona podría ser aquella? No le gustaba la compañía, pero se preguntaba que podría estar haciendo alguien en ese sitio.

Curiosamente en el lugar se hacía una curiosa corriente de aire, de ahí venía su nombre, aunque usualmente la corriente era menor, la presencia del viento del norte ahí la aumentaba. Agachó la mirada, buscando a alguien en las escaleras, alcanzando a ver a un hombre ahí, el que estaba arrodillado.

Sencillamente caminó hasta él en silencio, mirándolo con calma, inclinando la cabeza para detallarlo.

Níobe ni siquiera se percató de su silencio espectador, estaba arrodillado entre los escalones, buscando desesperadamente entre las grietas, raspándose los dedos por su afán de examinar si alguno de aquellos granitos era de cerámica.

-No está..no está..-jadeó, el frío del viento contrastaba con la temperatura de su cuerpo-¡Por todas las musas!-no podía creerlo, entonces todo fue un sueño..aquel hombre que tocó la lira para él, sus palabras, sus dedos sobre su piel..¿todo era un mentira urdida por su mente? ¿se sentía tan solo como para dar vida a en sus sueños a semejantes ilusiones?

-¡Malditos los dioses!-no pudo evitar blasfemar y golpeó la piedra con un puño, luego se encogió, agotado por su desgaste de energía. Sintiéndose un niño tonto y no el hombre adulto que era.

Miró con curiosidad y algo de extrañeza aquella desconcertante figura humana, resultaba desconcertante por el tremendo grado de desesperación que demostraba en un lugar como ese. Parecía buscar algo... ¿pero qué podría buscar alguien en un lugar ese? simplemente no se lo podía explicar.

Quizás por compasión hacia el otro hizo que los vientos cesaran dejando sólo una tenue y confortante brisa fría para calmarlo. Aquél sujeto no se había dado cuenta de su presencia, y no quería alarmarlo. Pero al escucharlo maldecir a los dioses no pudo reprimir, le intrigaba de cierta manera. -Sinceramente no creo que todos nosotros merezcamos tu maldición- Aquello lo comentó con tono bajo y amable para no sobre saltarlo, esperaba no se fuera a caer de espaldas por las escalinatas.

Níobe estaba jadeando, de nuevo había tenido una de aquellas explosiones sin control, por suerte, en esta ocasión fue en un lugar apartado y solitario..¿solitario? Parpadeó cuando escuchó la voz por encima de su cabeza que estaba inclinada, cerró los ojos y apretó los parpados con fuerza, ¿soñaba de nuevo?

Fue alzando la cabeza poco a poco, sus mejillas estaban rojas por la fiebre mientras sus labios perfectamente delineados con un arco de cupido perfecto estaban blancos como si sobre ellos se hubieran posado una fina capa de nieve, los ojos grises estaban más claros de lo normal aunque lúcidos a pesar de la alta temperatura de su cuerpo.

Observó al hombre que se erguía frente a él, no lo reconocía pero eso no era anormal, ni a la mitad de la ciudad-¿Otra ilusión?-susurró, aún arrodillado.

De repente su mano salió disparada y rodeó el tobillo de Boreas colándose entre sus túnicas, aferrándolo con firmeza pero sin apretar-¿real?-musitó, atontado y sus dedos acariciaron levemente la piel para verificar que no era otro espejismo de su mente.

Esperó con paciencia a que el otro levantara el rostro, pues, igual que antes no quería sobresaltarlo, era demasiado problema para su gusto hacer algo así, asustar a un mortal. Por ello era suave con su voz y con los movimientos que su cuerpo haría. Conforme las facciones del otro quedaban a su vista se daba cuenta de que no estaba del todo bien, lucía enfermo, con fiebre, quizás eso explicaba su turbación anterior, no estaba seguro pero ya tendría que averiguarlo.

Fue llamado ilusión, lo cual obviamente le parecía curioso, ¿que podría haberse encontrado la vez anterior? ¿o a quien? casi podría asegurar que sabía de quien se trataba esa "otra ilusión", Orfeo seguro había estado por ahí con ese humano antes. ¿bajo que circunstancias? no podía pensar mal de él, sencillamente apartó el tema de su cabeza ya que no tenía razón para indagarlo profundamente.

Pero, sobre todo, lo que lo sacó de sus pensamientos fue esa mano firme sobre su tobillo, ante lo cúal no pudo evitar arquear la ceja con extrañeza. -Por supuesto que soy real- Comentó doblando las piernas para quedar a la altura de aquél sujeto cuya mano rozaba su piel, y le extendió la mano suavemente. -¿Qué haces en un lugar como este? sobre todo en tu mal estado-

Níobe se puso rojo, acababa de aferrarse al tobillo de un desconocido como si le fuera la vida en ello. Seguramente creía que estaba loco de remate, hablando solo y luego agarrando los pies de otras personas como si fuera un perro.

Lo soltó, apretó los labios y examinó la mano que se alargaba hacia él, se repasó los gajos con la lengua, intentando humedecerlos porque los notaba muy calientes. Sus dedos rodearon con suavidad la mano que se le ofrecía galantemente para que lo ayudara a ponerse en pie lentamente, se tambaleó un poco, súbitamente mareado.

- Perdón, yo..-trató de no parecer más estúpido que lo había dado a entender hace unos minutos-siento haberle..-señaló su tobillo-le aseguro que no acostumbro a hacer eso.

Se percató que no había soltado su mano-ah..-lo dejó ir, la fiebre lo hacía demasiado torpe para su gusto.

-Busco una urna-murmuró-en realidad, una urna que debería estar rota-de nuevo lamentaba que todo aquello solo hubiera sido un sueño..fue tan real que aún se estremecía.

No le gustaba precisamente tener a alguien cerca, y mucho menos ser tocado, seguramente se hubiera apartado en silencio y sin decir nada de no haberse dado cuenta de la desesperación inicial de ese hombre, pero no, últimamente le era algo complicado hacerse el desinteresado con esa clase de emociones, por lo que no reaccionaría así.

Solo lo miró aún con la mano extendida hacia el otro siguiendo sus reacciones, pero sujetando aquella mano cuando al fin la tuvo para levantarse y ayudar al otro a hacerlo, dándole tiempo para hacerlo a su propio paso, pero lo miró tambalearse ante lo cual no iba a soltarlo. Sin embargo no pudo reprimir una pequeña risa por lo bajo ante la disculpa de Níobe sobre lo del tobillo. -No importa...- Y resultó algo más divertido que el otro soltara súbitamente su mano, era curioso, sobre todo, el hecho de que aún no se diera cuenta de su naturaleza.

-¿Una urna?... uhm- Inquirió suavemente buscando con la mirada a su alrededor, no recordaba que faltara una sola urna, pero alguien más había estado por ahí antes, seguro era el culpable. -Bueno, los vientos en este lugar parecen tener vida propia... seguro que ellos fueron los culpables de su ausencia- Sin estar seguro del porque le indico con un gesto del brazo que mejor subiera y se pusiera más cómodo, además se le veía mal físicamente.

Níobe asintió, comenzó a subir los escalones con cierta dificultad, ahora se permitió examinar de reojo a su misterioso interlocutor, le asombraba que fuera tan alto, lo sobrepasaba a él mismo y eso que estaba entre los ciudadano de Atenas con mayor estatura. Vestía unas prendas sueltas, de varios colores, azul, negro y rojo, que en ciertos mementos y dependiendo de cómo soplara el viento eran holgadas o se ajustaba al cuerpo, revelando una anatomía fina pero firme, masculina a pesar de no ser fornida. “Nunca había visto a nadie tan saludable” pensó, es como si jamás hubiera sufrido una enfermedad.

Cuando llegaron a la explanada superior, Níobe estaba jadeando, había sido increíblemente estúpido abandonar la cama en aquel estado y con aquella fiebre. Pero todo el mundo sabía que los peores pacientes eran los mismos médicos, incapaces de cuidar de si mismos. Los largos cabellos se agitaron en torno a su rostro contraído y una gota de sudor resbalo por la piel caliente de su cuello hasta perderse en el interior de su túnica, camino del pecho.

-Necesito…sentarme..-se tambaleó apenas, mirando en torno suyo.

Caminó a su lado, sin perder la atención un solo segundo del otro, sobre todo por si llegaba a desmayarse, no iba a dejar que se cayera por las escaleras. Por eso mismo también notaba como era observado, ¿cuanto tiempo tardaría en caer cuenta de su origen divino? O sólo lo consideraría como un humano extraordinario, no sabía... cuando estaba en ese sitio ocultaba el aura dorada que envolvía a las divinidades, así que ello no lo delataba.

Miró al otro al llegar a aquella zona en la parte alta, observándolo como jadeaba y se tambaleaba. -Ha sido imprudente salir en ese estado- Comentó tranquilamente mientras hacía que el viento cambiara su dirección, moviéndose alrededor de la torre creando una sensación más tranquila, pues no se sentía frío. -Ven, ponte cómodo- Le indicó unos almohadones de tela fina que estaban colocados sobre el suelo, a unos pasos de donde estaban ellos.

Esperó a que el otro se acomodará, y se sentó en otro almohadón, de forma que sus orejas quedaban a la vista, revelando sus múltiples perforaciones en las que tenía distintos aretes.

Níobe se acomodó, mas bien se dejó caer entre aquellos mullidos y grandes cojines, cerró los ojos y luchó para no tumbarse como si aquel lugar fuera el dormitorio de su casa. Tenía razón, no debía venir en aquel lastimoso estado, pueda que a la próxima vez que intentara hacer algo tan idiota le pidiera a Dimitri, su criado, que lo atara a la cama para inmovilizarlo.

Suspiró y abrió los grises ojos para posarlos sobre Boreas-Gracias-miró en torno suyo, ahora se percataba de era extraño que aquellos almohadones estuvieran allí. Volvió a alzar el rostro, se inclinó hacia el otro hombre, estudiándolo más de cerca.

-La estructura ósea de tu cara es perfecta-alzó los dedos y los aproximó al rostro del inmortal pero no lo tocó, sino que siguió el contorno-la separación de los ojos..-ladeó la faz y los cabellos se desparramaron por encima de uno de sus hombros-la nariz, recta, nunca se ha roto y los labios..-Níobe parpadeó, aquel hombre era demasiado singular, le recordaba mucho al joven músico de su sueño, demasiados hermosos para ser reales-¿cuándo besas no queda fulminada la otra persona?-retiró los dedos y se enderezó, se imaginaba que ser tocado como una boca como aquella tenía que ser parecido a ser alcanzado por un rayo.

Sentía que la cabeza le palpitaba, si no tuviera aquella fiebre estaba seguro que no diría tanta estupideces a un desconocido.

Estaba plácidamente acomodado en el almohadón observando de reojo a aquél hombre, era alto, pero no tanto como él, y sus facciones eran atractivas, eso era cierto, pero más que prestar atención a eso, estaba preocupado por el estado del humano. A pesar de que no era afecto a la convivencia era bastante noble en el fondo, por lo que no podía ser insensible ante la enfermedad del otro. -No es nada- Respondió mirándolo con una amable aunque incipiente sonrisa, no hacía falta el agradecimiento, lo hacía con gusto.

Ladeó el rostro con curiosidad al observar aquella mano acercarse a su rostro, claro que su estructura osea era perfecta, después de todo, no era un humano, sin embargo guardó silencio, dejando al otro continuar con su análisis, escuchando la observación sobre su facciones faciales. Aunque arqueó la ceja suavemente ante las palabras sobre sus besos.

-Me parece... que la fiebre empieza a afectarte-Se le acercó, acariciando su mejilla, su mano estaba fria, esperaba ayudarle a bajar la fiebre.

Níobe cerró los ojos, al notar aquellos dedos frescos sobre la piel caliente de su rostro, ladeó el rostro levemente, quizás de la misma forma que un ciervo, con la gracilidad de un animal salvaje y la dulzura de la tierra, buscando mayor contacto porque aquel toque lo aliviaba aunque fuera momentáneamente.

-Sí…me afecta..-no sonrió del todo, fue un intento de un gesto que parecía haber olvidado aunque su maestro siempre decía que la sonrisa era innata en los seres humanos, los bebés que nacían ciegos sonreían y eso no lo habían aprendido de nadie-No hablaría de besos si no tuviera este fiebre..lo besos no son temas que se traten entre hombres y menos entre extraños.

Su tono fue algo ronco, entreabrió apenas los ojos, una rendija nublada de tono plata-no recuerdo todos los besos, recuerdo el primero, nadie puede olvidar eso-sintió una profunda melancolía-fui tan torpe..-los parpados volvieron a caer sobre los orbes argentos.

Lo observó con atención, el frío tacto parecía aliviarle por unos momentos, eso era bueno, podía hacerlo sentir cómodo y esperar a que se sintiera mejor para hacerlo volver a su hogar a descansar. Había intuido quien era el culpable de la desesperación por hallar una urna rota; después de todo ese mismo sujeto había estado ahí antes, reparándola y tocando un poco para su deleite. Y alguna razón debió haber tenido así que no iba a delatarlo, lo dejaría creer que el músico había sido un sueño.

-Hasta donde se... la fiebre muy alta causa delirios... - Comentó con cierto tono de desconocimiento; para él una fiebre era algo que no había experimentado, o al menos no al punto de delirar, creía eso imposible. La conversación del otro empezaba a hacerse difusa, divagaba, no podía esperarse menos de un mortal en tan mal estado.

Por consideración hizo que su temperatura disminuyera, colocando la palma de su mano sobre la frente ajena, con aquello le haría bajar la temperatura seguramente. - Yo no puedo recordar mi primer beso... fue hace tanto tiempo...- Su voz era suave, aunque su tono algo distante. - Que malos modales los mios... no me he presentado... mi nombre es Bóreas- Desconocía si el otro reconocería o no su nombre, pero sería interesante descubrirlo.

Níobe mantenía los ojos cerrados, aquel hombre bien pudiera haber sido médico porque su solo tacto era capaz de disminuir la temperatura corporal. Era cierto que estaba delirando la fiebre unida al esfuerzo físico no era una buena combinación y en él se manifestaba de forma un tanto extraña, comenzaba a hablar de cosas que solo hubiera dicho después de haber bebido el solo una jarra de vino.

Escuchó su nombre y frunció el ceño, su corazón que de por si estaba acelerado, aumentó más su loca carrera-¿Boreas?-intentó bucear en su recuerdos que ahora eran un torbellino rojo-Boreas..-repitió, entreabrió apenas los ojos y los posó en el rostro perfecto del inmortal-Tienes el nombre de un dios-susurró-el dios de la nubes y el viento..-musitó, inclinando la cabeza-que tiene este lugar-se fue dejando caer a un lado, los cabellos se desparramaron entre los cojines-siempre tengo sueños extraños en él-ya no sabía que era ilusión y que no-¿y eres un dios?-nunca había visto uno, de hecho como mucho atenienses creía en ellos pero mantenía una reserva de duda, de desconfianza profunda, de resentimiento contra aquellos seres.

Siguió acariciando suavemente su rostro, para confortarlo, parecía estar además agotado también. Bueno, no podía dejarlo ahí, lo dejaría descansar un poco más y después lo llevaría a su casa, era mejor eso a quedarse en aquella torre donde no hallaría la sanación. Era extraño escuchar a alguien delirar por la fiebre, sinceramente jamás le había pasado, su carácter distante lo obligaba a ello; así que esta era una situación especialmente única.

Se dedicó también a observar los gestos del otro al escuchar su nombre, preguntándose si la fiebre le permitiría ubicarlo... y quien lo diría lo consiguió. - Así es... es el nombre de un Dios- Comentó observando como iba quedando de lado en el almohadón, seguro que pronto caería dormido y en su estado no recordaría si aquello había sido real. Lamentablemente recordó como llegó al lugar buscando con desesperación los rastros, las pruebas de su encuentro con Orfeo, y pensó que no sería lo más correcto hacerle eso. -Sólo un Dios puede portr el nombre de uno...- Se ladeó para acercarse más a él, y susurrar despacio a su oido con voz suave. -Yo soy Bóreas, el dios del viento, de las nubes y el invierno-

Se separó tranquilamente entonces, mirando su entorno unos segundos, antes de volver la vista a un humano.

Níobe guardó silencio durante unos interminables minutos, un dios, aquellas palabras tardaron en atravesar la niebla de su mente, sonrió y frunció el ceño apenas-¿un mortal no puede llevar el nombre de un dios?-eso era un poco absurdo, ¿qué ocurría si a una madre que quisiera honrar a Zeus le pusiera su nombre a su hijo? ¿le caía un rayo?-¿Y un dios pude llevar el nombre de un mortal?

De repente se puso en pie, se sentía furioso, dolido con los mismos dioses y con aquel hombre que estaba allí a pesar de su amabilidad, le decía algo como aquello-¿Los mortales no somos suficiente?-recordó su ilusión, el sueño de aquel hombre que tocaba una lira cuya notas paraban su corazón de emoción. ¿Por qué era todo tan injusto?-Ni siquiera podemos tener nombre de dioses, no vivimos para siempre..-se mordió los labios, haciéndolos sangrar.

-¿Nunca se aliviara esta pena?-Níobe lo decía para si mismo, no parecía haber nada en todo el universo que calmara su dolor y lo que creía podía hacerlo solo fue una ilusión.

Se volteó y salió de allí, comenzó a bajar las escaleras que conducían fuera de la Torre de los Vientos, tambaleándose.

Por una parte estaba seguro de que sus palabras habían sido del todo imprudentes, porque no había pensado las reacciones que el otro podría tener, sinceramente hubiera esperado casi cualquier cosa, excepto un arranque de furia como ese.

-Portar el nombre de un dios... no les dará la inmortalidad... ni hará las cosas más justas, ni siquiera para nosotros lo son...- Aquello lo dijo en un susurro tenue cuando miró al hombre que se puso de pie. Entendía la razón de su enojo de cierta forma, aunque, en verdad que no estaba en sus manos el poner solución a aquél asunto, sólo porque no poseía el poder para hacerlo, no porque no le importará.

Suspiró un instante al verlo salir corriendo, bien, lo de menos sería dejarlo irse así, pero se sentiría culpable por haberlo dejado irse solo en aquél estado, Se puso de pie, bajando las escaleras, hasta darle alcance, lo escoltaría a su casa y ahí lo dejaría. Lo demás sencillamente no era asunto suyo. -No deberías correr así... puedes caerte y hacerte daño-