Curoseando en el inframundo.

Siempre habia sentido curiosidad de saber como era el inframundo, habia escuchado comentario de otros angeles, rumores, simples especulaciones,asi que necesitaba verlo con sus propios "ojos".
Bajo hacia Atenas y luego hasta donde queria llegar, total nadie le tomaba en cuenta en el Olimpo, asi que no extrañarian su precencia.
Se adentro en el nuevo mundo mirando a su alrrededor curioso, viendo las almas pasar junto a el, y un olor desagradable le inundaba la nariz.Arrugo un poco el ceño y siguio curioseando, de pronto sintio pasos y se apresuro a esconderse detras de unas rocas para no ser visto, al parecer no habia sido buena idea bajar a aquel lugar.

Uno tras otro fueron desfilando delante de sí, pequeños niños entre dos y tres años, uno detrás de otro; llevando sobre sus cuellos pesados grilletes, sus pies iban descalzos, siendo lastimados por las afiladas rojas sobresalientes; de igual manera, sus cuerpos iban temblando de frío, otros más sollozaban por las horribles quemaduras en sus pieles, algunos llevaban heridas terribles y los que quedaban, estaban flacos o enfermos, pero todos y sin lugar a duda, llevaban sus rostros y cuerpecitos sucios.

Eran en sí atormentados por crueles demonios que les hacían soltar chillidos, que les tiraban de las cadenas para hacerlos tropezar, que les tiraban del cabello; les pinchaban los muslos y los brazos y que al caer, les aporreaban o una lluvia de latigazos caían sobre sus hombros desnudos. Eran las almas de los niños que sus padres habían vendido a Hades antes de que ellos nacieran, a cambio de uno que otro favor imposible de cumplir para las deidades. La mayoría de los que estaban allí, habían sido ofrecidos por sus papás, quienes los entregaban antes de su nacimiento para que sus esposas sobreviviesen al parto, y que al cabo de unos años de edad, el señor del inframundo les recogía.

-No deberías estar aquí... -Observó un niño de unos aparentes seis años, detrás de aquel ángel; su rostro era encantador pero sus ojos estaban muertos, y los dedos de sus manos, purpúreos, revelaban que había muerto hacía tiempo.

Vio como un pequeñin de no mas de seis años se escondia detras de el, era un niño precioso, pero sus ojos delataban la carencia de vida en su pequeño cuerpo; le miro con suma tristeza y puso una mano en su cabeza para ocultarlo de loo que escapara, luego sintio aquella voz profunda que te helaba hasta el tuetano.
-H-hades...-tartamudeo al levantar la vista y encontrarse con esos oscuros y vacios ojos de Dios del inframundo.
-Yoo...e-este....venia a buscar a este niño...no pertenece aqui...-mintio nerviosamente, la presencia del mayor le erizaba los cabellos, ademas no podia dejar aquel niño alli solo, se le partia el corazon en mil pedazos.

-El señor Hades se sentirá muy enfadado contigo si entras a su casa sin avisar, tomas cosas sin pedir permiso y encima mientes.- Observó aquel chiquillo con mirada ida, haciendo graciosos movimientos y sonriendo dulcemente, dejando traslucir que se trataba de la más hermosa marioneta que el dios del inframundo había creado.

Aquel niño miró a los demás que desfilaban, con aire inexpresivo e indiferente, tanto casi que, para alguien de su edad, se esperaba que tuviese miedo o lástima, pero aquella expresión solo le hacía parecer un delicado muñequito de porcelana, cruel y severo que contemplaba la desdicha ajena como si fuera una tragedia muy ajena, quizás del otro lado del universo y ni aún así podía sentir lástima o pena.

-Estás muy lejos del Olimpo, y aquí los angelitos no son como tú.- Ofreció el pequeño con una sonrisa muy tierna, misma que le daba la bienvenida y al mismo tiempo era como si dijese que podía matarle de golpe cortando su guadaña.- Los seres como tú son bienvenidos por voluntad propia si no traen un encargo de Zeus, sin embargo...

Le tomó la mano suavemente, dejando sentir un tacto helado y suave, como de una piedra suave y pulida que deja sentir su roce a un cuerpo cálido.
-Si rompes las tres reglas que te he dicho, es mejor que te vayas; por que mi amo se enfadará contigo y así como tu juegas a su costa él podría querer jugar contigo.

Se sobresalto al oir la voz del pequeñito, retrocediendo un paso, alejandose un poco pero sin alejarse demasiado del menor, le miro con miedo y tristeza a la vez al ver su expresion fria ante el dolor de los demas niños que desfilaban por la tortura del inframundo.
Su corazon se apreto en su pecho al oir las palabras del infante y su tacto suave pero frio, que calaba los huesos.
-Yo...yo..n-no vengo por mi Dios Zeus-balbuceo con miedo, soltando la mano del menor y retrocediendo un par de pasos hasta caer al suelo por la rocosidad del terreno.-Y-yo....-miro con temor a ambas criaturas tan frias frente a el.

-Sígueme... vamos a jugar. -Indico aquel niño con una sonrisa suave que recordaba más a la de un muñeco maldito que desfilaba con suaves pasitos por el rocoso paraje. -Mi amor dice que estás muy triste y quiere confortarte.

A pesar de las almas rondando, los gritos y los lamentos; el constante arrastrar de cadenas, ningún sirviente ni demonio se volvía para molestar al pequeño ángel, muy por el contrario; era como si este no estuviese allí y como si su radiante luz pasara inadvertida para el resto de los mortales y es que una vez entrados en el inframundo, toda esperanza desaparecía, misma que era la que daba brillo al aura dorada del pequeño intruso. Después de andar un rato, le pasó una túnica negra y un candelabro pequeño con una minúscula vela para iluminarle.

-Estamos por entrar a los nueve círculos de la muerte, por favor, mira únicamente al suelo y pase lo que pase, no vuelvas la vista hacía atrás; no voltees escuches lo que escuches y lo mas importante, no dejes que la vela se apague. Solo los muertos pueden cruzar por aquí y si tu vela de la vida se apaga; morirás y no podrás volver con tu dios; ya que no se permite que un ser vivo más que Orfeo atraviese por aquí.

Se levanto en silencio siguiendo al infante, trato de no mirar a los demonios ni las almas de aquellos niños que eran torturados sin piedad alguna, lacerando sus pequeños cuerpecitos y chillando intensamente del dolor que les era provocado.
Tomo la capa negra entre sus manos y se la vistio con cuidado y seguidamente el candelabro. La descripcion de para que servia la vela le calo hasta los huesos del miedo, quizas no habia sido buena idea venir al inframundo, siguio al pequeñin mirando el piso cuidando de que la vela no se apagase, porque de verdad apresiaba su vida.

-Mi amo quiere que te muestre nuestro hogar, a fin de que satisfagas tu curiosidad.

Aquel pequeño niño condujo al pequeño ángel dentro de una de las primeras 9 puertas que solo aquellos servidores de Hades conocían.

-El primer círculo del infierno o círculo Dantesco estaba ubicado en una esfera que se demoninaba de la luna, donde la diosa Artemisa nada tenía que ver; esa región correspondía al limbo, aquí, yacían aquellos que dormían eternamente, reviviendo el ayer una y otra vez; dormidos eternamente sin poder despertar, aún cuando son concientes de que duermen. Aquí vienen los inocentes, pero no solo los niños; sino las mujeres y los hombres que pasaron su vida sin saber nada, aislados de todos.

Mostraba a muchas personas, murmurando, rezando o hablando solas y consigo mismas, como si aún se encontrasen vivas, como si estuviesen atendiendo sus familias, sus negocios o sus hogares, después exclamaban con fuerza o proferían un grito. Otros más que estaban dormidos se despertaban gritando y comenzaban a actuar como si estuviesen en sus casas, hasta que caían en la cuenta; prorrumpiendo un grito desgarrador. Uno tras otro estaban apilados los cuerpos de los durmientes, mientras que sus vigilantes les observaban en silencio como sombras eternas.