Encuentros de callejuelas

Aurus estaba en la Uva Blanca, su taberna preferida, tenía hasta tres jarras sobre la mesa y estaba celebrando una venta muy satisfactoria que quizás pudiera compensar todas las perdidas que le había generado Alcione. A pesar de que todos los sacerdotes de Poseidón estaba tras su pista, allí era muy conocido pero nadie lo iba a delatar, era lo que se solía denominarse honor entre ladrones, todo el mundo tenía secretos que esconder.

Suspiró, trabajosamente se puso en pie, depositó unas monedas sobre la mesa y salió rumbo hacia la salida dando algunos tumbos, se cubrió mejor la cara con la capa. Tenía que salir de Athenas cuanto antes, no quería que lo apresaran y terminar en la celda del dios de los mares, tampoco deseaba ser el próximo sacrificio de aquellos fanáticos que se empeñaban en teñir las aguas de rojo sangre. El sol incidió sobre sus doradas pupilas que se estrecharon con cierta molestia.

Comenzó a caminar, estaba mareado, de nuevo había bebido demasiado pero lo peor que llevaba era el agotamiento, había pasado la noche al lado de la cama de Alcione, mirando como Níobe y su amante lo curaban, dejó en manos del galeno una considerable suma para que se hiciera cargo de Alcione. Tomó una de las desviaciones para bajar por unos de los callejones hacia el puerto, apenas veía por donde iba y torció en una esquina para chocar con un cuerpo delicado y masculino. Por puro reflejo extendió las manos y agarró a la otra persona.

-Disculpa, muchacho-y bajó la vista para ver a su víctima.

Había ido corriendo, escapando de dos o tres malandrines que lo habían estado acosando, más por sus famosas piedritas doradas que ni por que era un chico bastante atractivo, de cualquier manera; desde que había aparecido por Athenas con esas ropas y esas piedras doradas, seguido por los dos escribas y Marcus, nada había vuelto a ser lo mismo. La gente que antes lo había llamado demonio ahora le llamaba príncipe y era conocido en todos lados, por lo que apenas y tenía privacidad de movimiento. De cualquier manera, Clementina estaba a salvo en el campo, pero él había trabajado toda la noche y en especial, sustrayendo algunos pergaminos sumamente valiosos para él; por ello, cuando salió de la casa de uno de los personajes principales, dos sujetos le habían abordado tratando de chantajearlo, pero como Morfeo muy poco comprendía de eso, les había dejado dos dulces y había salido corriendo... más se contrarió al ver que lo seguían. Descendio por los arrabales a paso rápido y comenzó a correr al doblar la esquina, pero antes de agarrar un buen ritmo, ya había chocado, cayéndose de espaldas; soltando los pergaminos, pero de buenas a primeras los levantó y se sacudió topándose con el esclavista.

-¿Disculpa? Y tu crees que con eso se arregla?! ¡Casi tiras mis valiosas es...cri...turas...! -Se fue deteniendo después de aquel estruendoso saludo mientras anonadado ladeaba la cabeza observando que ese tipo era precisamente el que estaba buscando. Sin embargo, por mucho que estuviera buscándolo, retrocedió tapándose la nariz y abanicando por delante el aroma a licor.- Pero tu vienes más ahogado en ese asqueroso vino que un pan en aceite de olivo! ¡casi podría olerte a dos cuadras! ¿Que no conoces el agua?

Pero entonces recordó que lo seguían, así que agarró al otro y lo empujó a una de las callejuelas donde le hizo señas de que se quedara en silencio. La capucha había caído, dejando al descubierto sus túnicas tradicionales.

-Shhh me siguen...- Le mostró dos piedritas de oro coom dándole a entender la razón.

Aurus sintió que su cabeza chocaba contra la pared cuando Morfeo lo arrastró al callejón, notó de nuevo un fuerte mareo que le produjo unas fuertes náuseas. Se llevó una mano a los ojos, tapándolos unos instantes y deseó tener más manos para sus oídos, de nuevo aquella voz familiar, soltando mil cosas al mismo tiempo y sin detenerse a respirar. ¿Por qué los dioses lo estaban maldiciendo con aquella suerte? Y encima se atrevía a echarle en cara que apestaba, aquel tipo que parecía sacado de algún cuento infantil.

Bajó la vista y examinó la piedritas doradas que reposaban sobre la palma de la mano, frunció el ceño-¿Y tú? Siempre corriendo de aquí allá, mostrando tu oro junto con tu lindo traserito-examinó sus túnicas alevosamente, dando a entender que era una provocación con piernas.

Alargó la mano y sus dedos elegantes y largos, cogió una y se la llevó a la boca para morderla mientras su mirada se tornaba calculadora, luego se la tragó y le sonrió-seguro que aquí no le encuentran-y se acarició los morenos y marcados abdominales.

Iba a continuar furfullando más sobre su trasero, pues incluso se volvió a verse ara ver que tenía de extraño como para que todos los humanos se volvieran a verlo caminar; puesto que, aunque estaba ciertamente con unas lindas nalgas más bien redondeadas, esponjosas y suaves que el típico par de gluteos apretados y marcados como muchos hombres atractivos. Esperaba que en vez de trasero no llevase una cola, y casi podría preguntarle a aquel sujeto si tenían algo diferente cuando lo vio comerse el oro.

-Wooooaaaa!! en serio puedes comértelas sin necesidad de masticarlas?? come más come más!! -Y en ese momento saco muchas piedrecillas de sus bolsillos. Si entraba a aquella cueva, a través de un caminito lleno de fresas silvestres, frutillas y moras no muy alejado de su pequeña choza y caminaba un par de pasos, encontraba más y más de esas piedras y como a él no le costaban, le lleno las manos al mercader mirando aquel puño de oro y al otro, esperando que se lo metiera todo en la boca y comenzase a comer, pero entonces; los otros dos pasaron muy de cerca y despacio, llevando puñales sobre las manos. Morfeo se agachó, jalando al otro, ocultos dentro de aquella esquina, detrás de los cajones de madera, a medida que esperaba que los otros se fuesen y no los descubrieran, para ello, requería no hacer mucho ruido. Se colocó a gatas, asomando la cabeza como si fuese un vil gato, aguzando el oído.
-A donde habrá ido ese maldito principito..?! verás la zurra que le meteré cuando lo encontremos! todo ese oro... una buena suma nos darán por su rescate.
-Le viste ese par de bollos...? Se los sacó a la puta que lo parió! -No entendía nada de ese lenguaje, simplemente pensaba que lo creían un demonio y habían ido a molestarlo.

Aurus se asomó al lado de Morfeo y observó a ambos hombres con cara de aburrimiento e irritación-¿Por qué nos escondemos?- susurró, estaba todavía ebrio y odiaba tener que esconderse como si fuera un débil mujer o una doncella que huye de sus violadores. Sus ojos se posaron en los puñales que portaban, no parecían ni soldados y ni gladiadores porque no le sujetaba correctamente, eran los típicos bandidos oportunistas que sin duda vieron una presa fácil en Morfeo que no desanimaba a los acosadores y abusadores por su aspecto precisamente.

Se tanteó el cinturón y tomó su látigo, se detuvo y sus orbes ambarinos se posaron sobre la palma-Mmm..¿quieres que deshaga de ellos?-se inclinó hacia el otro hombre-definitivamente, no encontrarían los cuerpos-comenzó a ponerse en pie-pero me tienes que pagar con todo ese oro por salvar ese culito virgen que necesita un hombre-rió con suavidad, parecía que también aquel sujeto se las arreglaba para atraer a todos los violadores en diez kilómetros a la redonda.

Iba a decir algo pero mejor se tragó sus palabras. No le gustaba aquel sujeto defintivamente. Era descortés, vulgar y decía cosas horribles, bebía demasiado y tenía pésimos modales, era agresivo, cínico y mordaz. Pero que más, necesitaba que lo ayudara con su viaje, por lo mismo había ido a buscarlo; pero no podía creer que no bien era medio día y el otro estaba yá hasta atrás por el licor.

Estaba casi seguro que si se casaba, sería por la fuerza, bajo pena de muerte y con otro hombre, pues nio habría una mujer que quisiera compartir su lcho con un hombre como ese a menos que tuviese gustos idénticos, por ello, después de una sonrisa maliciosa; se quedo bien escondido esperando que el otro despachase a los acosadores y entonces sí, lo iría a remojar en agua caliente. Estaba seguro que la última vez se le había quitado lo ebrio, pero claro, él no se metería a nadar bajo pena de ahogarse otra vez con todo ese vapor.

Había una isla, más allá de Creta, donde se decía que estaba llena de grandes tesoros que las sirenas iban a ocultar allí producto de los navíos que habían naufragado, que se alzaban enormes fortunas sobre la playa; y donde había todo tipo de monstruos y seres mitológicos, pero lo más importante, existía una flor muy bella que hacía dormir a todos sin necesidad de otra cosa que no fuese olerla, y él quería ver esa flor, pero no sabía donde quedaba Creta así que mucho menos encontraría aquella isla, pero con la ayuda de ese sujeto...

Aurus se puso en pie, se tambaleó ligeramente mientras se dirigía a los dos hombres que se voltearon al verlo, frunciendo sus ceños peludos y dejando que en sus rostros se dibujara una mueca de burla al verlo, delgado, hermoso e hipando, claramente estaba borracho, los ojos ambiciosos se posaron en la túnica de rica calidad del esclavista y en sus brazaletes de oro.

-A ver..-Aurus fue desenroscando el látigo-contaré hasta diez..-arqueó las cejas y se lo pensó-mejor hasta tres porque no me siento con ganas de daros tanto tiempo-sonrió-una, dos..-fue alzando el látigo y justo en ese momento los dos hombres se abalanzaron al mismo tiempo sobre él desde distintos ángulos. Aurus se movió como si fuera mercurio dorado, a pesar de haber bebido, su cuerpo bien afinado para el combate respondió por si mismo, sus reflejos, engrasados por muchos combates, se accionaron para agacharse justo en el momento que uno de los hombres propulsaba su brazo con el cuchillo, Aurus giró sobre la punta de un pie y le dio una poderosa patada en la mandíbula, se pudo escuchar con claridad como el cuello chasqueaba horriblemente, roto.

Se echó hacia delante, rodando por la calle, dio una voltereta, se puso en pie, el látigo cruzó el aire y se enroscó en torno al cuello del otro hombre, haló de él y lo estrelló contra una pared, el cuerpo del bandido cayó al suelo, una enorme mancha de sangre pintaba las piedras.

Aurus desenroscó el látigo con un movimiento y se giró hacia Morfeo-Hips..

Tenía la boca abierta, y todas las piedritas de oro cayeron de sus manos quedándose regadas por el suelo mientras lo observaba. Le había valido gorro el sonido de las cabezas partiéndose como dos melones, en realidad era aquella magnífica arma lo que le impresionaba. Se apresuró a juntar las piedritas y levantándose a tropezones se las puso en las manos como era el trato mientras se colocaba trás aquel mortal para empujarle lejos de allí antes de que les descubrieran y los culparan de haber golpeado a los pobres bandidos.

-Si te gustan las piedritas como estas yo te doy un montón más, y si me das tiempo hasta te doy piedras mas grandes y brillosas como esas pero del tamaño de una calabaza; pero siempre y cuando hagas algo por mí.- Iba empujándolo, colocándose de nueva cuenta la capucha sobre el cabello, mirando a todos lados esperando que por fin hubiesen dejado de seguirlo. -Llévame a un lugar donde nadie nos vea y nos oiga y te diré de que se trata.

No es que confiara en aquel sujeto pero había escuchado que un ebrio y un niño siempre dicen la verdad y como ya lo había ayudado de esos dos, y de los escribas y cuando se estaba ahogando con el agua caliente; por lógica podría confiar en él para buscar aquella etxraña flor que tan bonitos sueños daba.

Aurus de dejo arrastrar, confuso, Morfeo halaba de él como si fuera una cometa-los baños..-murmuró apenas, necesitaba sumergirse en la piscina de agua helada para poder despejarse. De hecho, la única forma que conocía para quitarse la borrachera era sumergirse en distintas piscinas hasta que el choque brutal de temperatura lo hiciera despertarse. De esta forma fría primero, luego caliente y luego fría hasta que dolían todos los huesos y músculos del cuerpo.

Se acercó a Morfeo y le rodeó el cuello, tambaleándose-oro..-le encantaba el oro y la riqueza, puede que eso lo ayudara a recuperarse de lo de Alcione, pensar en el pequeño le hizo fruncir el ceño, molesto y más irritado aún por las palabras santurronas que le había dirigido Orfeo. Más le valía a Níobe que Alcione estuviera en pie cuando regresara a por él.

-Vamos a los baños-tiró de él, tomándolo de una mano, apretando sus dedos-y háblame de ese negocio tuyo-estaba muy interesado.

-A pues muy simple... verás, hay un sitio a donde quiero ir, pero para llegar a ese lugar...- Comenzó comentándole por los grandes tesoros, el dinero, las joyas y esas cosas raras que tanto gustaban a los mortales, le habló de las sirenas hermosas, de los seres bizarros y de cuantas aventuras y leyendas había sobre esa isla, teniendo muy en cuenta que los humanos no cedían a menos que les mostrase lo que querían. Se dirigieron a los baños, donde de igual manera ya tenía su famita de ir con Marcus a hacer carreras de botes de madera o escribir estupideces en los grandes espejos, para después sentarse a meter los pies en el agua y comer uvas rellenas de queso, almendras bañadas en miel, higos con miel y dulces de amaranto con miel; siendo los dulces mas baratos y sin chiste que existían, pero eran los favoritos del dios menor.

Una vez que llegaron allí, pago las monedas requeridas, solo que ahora, no sabía si sería espiado por el gerente en lo que dejaba como encargado a su ayudante; o al menos eso había escuchado, pero por si las dudas, le dijo directamente en su casa que no quería que esta ocasión se asomara por esa ranura que tenía y lo viera desnudo por que tenía cosas importantes de que hablar; y dicho esto, se pasó de largo tomando la toalla y otros aditamentos que les entregaban a la hora del baño.

-Por supuesto que si les dejo a ustedes esos tesoros es por que hay algo aún mas valioso que quiero solo para mí.-Observó mirándole por encima del hombro.

Una mano dorada y suave se posó sobre los labios de Morfeo, haciéndolo callar, Aurus inclinó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron a la misma altura del dios, le dolía la cabeza mucho más que antes, siempre se tropezaba con aquel hombre (y eso significaba mucha mala suerte) terminaba con una insoportable presión en las sienes que era como si lo estuviera atravesando con un puñal hasta llegar al cerebro. Inspiró, casi no lo había seguido la conversación porque durante veinte minutos fue solo Morfeo el que habló, Aurus estaba ocupado en no vomitar o no chocar con cada muro y evitar una patrulla de soldados, ahora tenía cierta paranoía con ellos desde que decidió expulsar a los sacerdotes de su nave a la fuerza y con poca educación.

Pero si se había quedado con el tema del oro, eso era lo importante, bajó los dedos, como todo negocio siempre había un doble filo, se preguntaba por qué lo contrataba a él. Entraron en una de las amplias salas, de hecho había sido en aquella donde lo había besado bajo el agua y casi lo había ahogado. Se echó a reír con suavidad, despojándose de sus túnicas para exhibir su aureo cuerpo.

Se comenzó a introducir en el agua, se sumergió y salió para apoyarse en el borde, cruzó los brazos y apoyar la barbilla sobre ellos-Interesante..-susurró-¿seguro que esto no es una estrategia para que llamar mi atención?

-¿Llamar tu atención...? -Lo miró un instante sin comprender, hasta que reaccionó, frunciendo más el ceño con desagrado, por lo que se quitó un zapato y lo lanzó directamente a la cabeza del esclavista, mientras se sumergía a chapotear un rato, bien cubierto con la toalla sobre la cintura como había visto a otros hombres hacerlo; así cuando se levantaba, ese odioso gerente no podía mirarle nada.- Aceptas o no?

Era una tentadora oferta, y era un tesoro casi regalado, por ello, a cuantos se los había ofrecido, no le habían creído. ¿Quién mantenía cajones de oro y monedas en plena playa sin que otro barco hubiese pasado por allí y se las hubiera llevado? Quizás era también una trampa de algún monstruo o demonio marino que los hiciera embarcar y entonces, selos comería vivos. Suspiró resignado a sabiendas de que los mortales eran a veces medio cobardes, pero bueno, por eso eran mortales; estiraban la pata y no había quién los reviviera así que como solo tenían una vida, debían cuidar de esta.

Pero definitivamente tenía que ir, en especial por aquellas flores que eran capaces de inducir el sueño y con ello, podría ahorrarse por mucho ir a tener que buscar la arena para dormir a los mortales o tener siempre que estar con el tintero; con aquellas flores, bastaba con olerlas para quedarse profundamente dormidos.

Después de esa noche no había vuelto a ver a Aurus hasta esa mañana, que como siempre había entrado por la puerta de su casa gritando porque no se qué animal marino les había atacado, y como siempre Zaq había fruncido el ceño, desatendiendo a las suplicas de Aurus y dirigiéndose directamente al barco a atenderlo. Parecía que nada había cambiado, aunque en el fondo si, pero eso solo quedaba como un secreto entre ellos dos.

Se quedó toda la mañana reparando la nave que había sufrido estragos por los oleajes del mar. Si acababa la reparación en un día, Aurus podría irse esa misma noche y no tendrían que haber escenas de tensión mientras no recordaran lo que había pasado.

- ... - soltó un suspiro y cogió un tablón, clavándolo en el esqueleto de madera del Orión con unos cuantos clavos y unos cuantos martillazos-.

En ocho horas había sido capaz de reparar toda la zona exterior de la nave, así que solo le tocaba reparar la parte anterior, que aunque no estuviera tan dañada, si tenía otro ajetreo como ese, podía causar una brecha por donde entraría el agua. Antes de entrar se puso a untar con cera todo el casco del navío y cuando acabó, ya entrada la noche, entró en el camarote para empezar a reparar toda la parte interior de Orión.

Aurus se movió hacia Morfeo, suavemente, se quitó la sandalia de los cabellos y lanzó a un lado. Se aproximó al dios , lo acorraló contra un extremo con su cuerpo-acepto-y suspiró en una oreja, moviendo sus cabellos.

Recordó que Orión estaría a punto para partir. Había contratado de nuevo a Zaq aunque una situación extraña, no sabía cómo actuar realmente delante en su presencia después de lo ocurrido aquella noche entre ambos. Había aparecido en su casa, gritando sobre el calamar y que Orión precisaba de ayuda urgentemente pero cuando sus dorados ojos se cruzaron con los del constructor ocurrió algo que no pasaba en años; balbuceó y se quedó callado. Justo en ese momento, Zaq le gritó de tal forma que le cambió la línea del peinado y los dos intercambiaron gritos, exagerando su actuación porque no sabían que decirse.

-Partimos hoy mismo-en realidad le corría prisa por irse de Athenas. Se sumergió de nuevo, frotó todo su cuerpo y salió de la piscina para comenzar a vestirse-tienes que estar en los muelles en media hora con tus juguetitos-suponía que como era un noble tendría un montón de bagatelas que llevar consigo-se puntual.

Había sido una ardúa tarea arrancar todos los tablones, porque pese que tenía que cambiarlos, aún se mantenían bastante agarrados, y había tenido que hacer mucha fuerza para destruir más o menos la mitad de el camarote del capitán. Salió del barco bajando por la cuerda y llegó abajo, atando los tamblones envueltos en ella y subiendo por la misma, haciendo contrapeso porque los tamblones también subieran. Una vez arriba los cogió y bajó lentamente hacia dentro del camarote para que no cayera y se rompieran todos. Una vez allí, empezó a clavar uno por uno todos los tamblones, maldiciendo una vez más que Aurus no tuviera cuidado a la hora de dar las órdenes para manejar el navío.

- Maldito esclavista... no cuida nada bien a Orión... - iba maldiciendo cada vez más a Aurus a cada tablón que clababa, picando con fuerza para que no se soltaran una vez entrara el agua en el compartimiento medio entre los tablones exteriores e interiores en el caso que tuvieran algún incidente, tal como había hecho con los de afuera-.

Para hacer todo ese trabajo había tardado más o menos tres horas más, ya eran más o menos las doce de la noche y aún le quedaban unos tres tablones para colocar, pero eso le animó, pues había podido acabar su trabajo y hacer casi el doble con el tiempo de un día; ya le pediría luego a Aurus el doble de dinero por ese encargo tan rápido y costoso de hacer.

Aurus llegó a los muelles, portaba con él varias jarras de vino, en realidad no solía beber cuando navegaba pero sería una buena forma de mantener alejado de Morfeo de sus lados los primeros días. Le da la impresión que aquel hombre, si estaba a su lado más de una jornada completa podía enloquecerlo con su cháchara incesante, sus comentarios banales y comportándose de aquella forma que tanto le recordaba a un niño de cinco años, seguro que en mitad de la travesía le entrarían ganas de ahorcarlo o lanzarlo por la borda para que diera la lata a los tiburones.

Subió por la pasarela, sus ojos, sin permiso suyo, comenzaron a buscar la figura del constructor, esperando hallarla pero era evidente que Zaq ya había terminado y además muy rápido lo que significaba que le cobraría el doble por todo el trabajo. Suspiró y se mordió los labios, le hubiera gustado intercambiar algunas palabras o al menos estar a solas con él unos instantes.

Saltó a la cubierta, moviéndose por ella cuando recibió un empujón, sorprendido soltó la jarra que portaba de vino y éste cayó por la oscura escotilla.

-Perdone, capitán-Anfitrión inclinó la cabeza.

Aurus frunció el ceño, ahora tenía menos vino con el cual emborracharse.

Había acabado el trabajo antes de que volvieran los tripulantes, aunque supo que habían vuelto cuando pusieron la pasarela. Tenía por norma que cuando no estuvieran los tripulantes, sacaran cualquier medio para llegar al navío que no fuera su cuerda, y así se evitaba robos mientras ñel iba y venía de buscar tablones, aunque ya de por sí mientras él reparaba un navío nadie se acercaba, porque todos sabían que eran probables víctimas de un martillazo por incordiar.

Había recogido los pocos tablones que le habían sobrado, atándolos con la cuerda para llevárselos al astillero, cuando oyó que alguien más que Anfitrión había subido al barco, por lo que se dirigió a la escotilla para ver de quién se trataba, pero lo único que vio fue algo negro oprecipitándose contra su cabeza, que se rompió al chocar contra ella y le dejó inconsciente, cayendo al suelo y golpeándose fuertemente contra el suelo, dejándolo del todo noqueado hasta dentro unas horas.