Glorioso.

Posado sobre un monumento de alguna Diosa desconocida su cuerpo se mostraba firme e imponente como la más perfecta estátua de algún edificio. Mas Daemon distaba mucho de ser una simple piedra. Su plumage destellaba un brillo único y atractivo para quien le viera, además de una figura jóven y vigorosa como hace tiempo no se ve por esos cielos. Nadie podía superar esa semi perfección, su mirada incluso se posaba fija en el horizonte, ininmutable, poderosa.

Sin embargo había algo que no cohincidía con aquel cuadro. La sangre que bañaba en pequeñas cantitades su pico y sus garras. Al parecer acababa de cazar alguna pobre criatura. Sí... aquella que yacía sostenida desde sus costillas esperando la pronta muerte. Una simple oveja. No acostumbraba a comerlas por aquel pelaje extraño que las cubría, pero cuando había hambre no se fijaba mucho en esos tontos detalles. Además su carne al igual que sus entrañas tenían un sabor magnífico, suave y tierno. ¿Y qué esperaba entonces para degustar aquel bocado? Que este pereciera obviamente, aunque más que nada estaba embelezado con aquellos arbustos de formas extrañas que le rodeaban. ¿Dónde se supone que se había posado? Definitivamente los humanos creaban cosas curiosas con absolutamente todo. Como aquel que alguna vez le cazó, la forma de atraparle había sido con una red hecha de hilos de alguna planta. Increible realmente.

No, recordar aquello le ponía de muy mal humor. Qué idiota había sido...

Con cierta brusquedad comenzó a abrir aquel cuerpo con su pico, lanzando a un costado la piel con pelaje que le era inservible a la vez que escarvaba para alimentarse de sus entrañas. Que bueno que nadie veía aquello, en especial por que manchaba grotescamente aquel monumento 'sagrado'. Bah, cómo saberlo, no era humano... Aún no entendía como estos se aferraban a cosas tan absurdas como lo era un pedazo de piedra con forma de mujer.

Terminó por arrancarle la cabeza y dejarla caer como el resto de la piel no digerida. Que poco duraban esos bocados...
Pero ahora estaba muchísimo más calmo que hacia unas horas atrás. Su estómago por lo menos no se quejaría por un largo rato. Eso sí, no se quedó con las ganas de emitir un chillido de satisfacción, total se encontraba 'solo'.

Tenía un par de horas libres, ya que, oir ahora no tenían juicios que realizar, además, aquellas lamas podían esperar un poco, no podían ir a ningún lugar; y sinceramente estaba algo harto del trabajo de ese día. Seguramente a su vuelta Radamantis le reclamaría y le echaría en cara su poco interés en cumplir con sus tareas, su descuido, y demás, pero le interesaba muy poco. En ese momento necesitaba relajarse, despejar su mente.

Así había salido del inframundo, caminando hacia Atenas, entrando al laberinto, donde esperaba encontrarse solo un rato, recorrer el lugar y despues volver al que resultaba su hogar. Pensando en ello se adentró en aquella caonstrucción, empezando a recorrerlo, pasando entre los muros de piedra en silencio. Había algo de brisa que resultaba muy agradable y hacía ondear su túnica color vino, así como su largo cabello que llevaba suelto en esa ocasión. Mientras creía ir solo, algo llamó su atención, un ruido extraño, una especie de chillido. Su primer pensamiento fue que quizas había alguna ave perdida, ante ello y movido por una curiosidad mayor buscó la fuente del sonido.

Terminó por hallarle al doblar en una esquina que se formaba en el pasillo que recorría topandose con uanescultura de una diosa, y algo más, un animal posado ahí, un grifo. Vaya, había encontrado algo interesante que ver, salió a la vista del animal, esquivando el cadaver de la oveja mirando al animal hacia arriba.

Ah... humanos, al parecer no se libraría de ellos tan fácilmente, ni siquiera en tan complejo lugar. ¿Es que no existía sitio sin ellos y con abundante comida? Cada vez parecía imposible su estadía sin ser molestado. Odiaba terriblemente que no pudiera siquiera terminar un almuerzo sin la interrupción de alguien...

Le había visto a penas entró en su perímetro. ¿Qué clase de humano era ese? Vestía muy distinto a lo que solía ver por los campos o por la mismísima Atenas. Incluso había cierta aura en el aire que le intranquilizaba. Definitivamente ese no era un humano normal, el aroma a muerte era abrumador, y no precisamente era el aroma de los restos de aquella oveja, no, provenían de aquel sujeto.
Agitó las alas molesto por lo que sentía, odiaba a veces ser tan sensible a detalles como ese, pues sólo los 'animales' podían percibirlo o bien alguien con algun sentido sobre desarrollado.

Al diablo con él, que ni se le ocurriera acercarse, suficiente tenía con su presencia. Por ello exclamó el mismo chillido que antes pero con más fuerza, amenazante pues era una advertencia de que no le quería cerca. Era un ser realmente desconfiado y de pocas pulgas, lo último que necesitaba era ser molestado durante su digestión. Abrió su pico moviéndolo junto a pequeños sonidos molestos. De ser necesario bajaría de aquella escultura para espantar a aquel hombre.

Si era humano se iría en cuanto le viera cerca. De no serlo... quizá sea él quien intente darse un vuelo.

Ladeó el rostro en silencio, detallando a aquél animal, había visto grifos una o dos veces antes, en realidad habían sido encuentro fugaces; razón por la cual su curiosidad se vió más nutrido al toparse a ese grifo, era un bello animal a pesar de estar aún en su juventud. No pudo evitar delinear cada línea de su silueta, todo su cuerpo con una discreta pero al mismo tiempo mirada.

Por ello no pasó desapercibido que le provocaba aquella incomodidad con su presencia, ciertamente aquella criatura no disfrutaba de la compañía humana, y en si su a`pariencia era humana, antes de morir lo fue; era comprensible en realidad. Se pasó la mano por el cabello esforzandose por disipar el aura demoniaca y el olor a muerte que sabía bien solía acompañarlo, y que casi nadie notaba; claro que ese ser frente a él no era un humano, no, y no le sorprendía incomodarlo de esa manera. Sería bastante interesante poder tocarlo, tenía una cierta tentación por hacerlo.

-Lamento incomodarte- Afirmó mirándolo un instante más con sus gélidos ojos azúles avanzando hacia él, pero agachandose donde estaba el cadavér de la oveja mirándolo, nunca le había gustado especialmente el aroma de la sangre, por lo que, usando sus poderes desapareció aquél cadaver y los rastros de la sangre en el lugar. - Anda baja de ahí, no muerdo-