Sacrificio

En cuanto piso tierra atheniense, camino directo a los templos para dejar sus correspondientes ofrendas, y la ultima era bastante especial.
Traía bajo el brazo lo que era el botín de su última guerra para ofrecer a los dioses, algo que si bien, resultaría más agradable para aquellos dioses que prefirieran la carne chamuscada de la guerra, era un sacrifico al fin y al cabo. Nunca tomaba importancia de si resultaría agradable o no a ellos, cumplía con su deber; algunos sacerdotes de allí que lo veían con mala cara ya no insistían en negarle el paso hasta el altar pues solo terminaban en conflicto y con un horrible ojo morado o bien la nariz rota.
Estatuas de las deidades erigidas entre riquezas y hermosura que los humanos adoraban para recibir sus bendiciones y favores, pero poco le importaban ensuciarlo con los rastros de tierra y sangre seca entre sus ropas mas que maltratadas.

Al llegar hasta su objetivo, dejo su pequeño sacrifico envuelto en telas rojas donde se notaban algunas manchas extrañamente obscuras y un olor repugnante se percibía, logrando causar malestar a las personas del recinto, aparto con tranquilidad la tela dejando al descubierto una cabeza humana ya en un estado descompuesto bastante grotesco, logrando que algunos chillaran horrorizados mientras los sacerdotes intentaban controlar a la gente y le gritaban que era un blasfemo al ensuciar así un recinto tan sagrado.

Adonis estaba mezclado con las demás personas que estaban en el templo, sentía cierta curiosidad por las cosas que ocurrían allí, la forma en que los mortales tenían de hablarle a los Dioses le resultaba casi incomprensible. La verdad no tenía un gran aprecio por los mortales, pero los respetaba pues ellos mostraban tal adoración por Zeus y los demás Dioses que no tenía más opción que mostrarles cierto cariño. Había unos cuantos sacerdotes rezando oraciones en antiguo latín, otros eran tan solo humanos comunes y corrientes que presentaban como ofrenda platillos de comida, o incluso flores. Le parecía un gesto bastante agradable, pues la comida olía bien, y las flores eran muy bellas. Eran dignos regalos para ellos, tal vez cuando el sitio quedara solo mías tarde podría llevarse algunos hasta su hogar, aquellas rosas rojas y blancas quedarían preciosas en el jarrón de su habitación.

El ambiente era tranquilo, se escuchaba un coro de niños dirigidos por uno de los sacerdotes en sus cantos melodios, todo para honrar a los Dioses. De repente, otro humano irrumpió en el templo y noto como la atmósfera de quietud y paz era interrumpida. Los demás no parecían conformes con su llegada, y Adonis no comprendió el motivo hasta que el muchacho dejó su propia ofrenda en el altar, ante la sorpresa y horror de todos los presentes: una cabeza humana. Podrida. Ensangrentada. Con un aroma que le daban nauseas. ¿Quién podía ser capaz de semejante atrocidad?

Siquiera pensó en lo que hacia, se acercó hacia el joven que estaba frente al altar, evidentemente orgulloso con el regalo que presentaba ante los Dioses, con su túnica perfectamente blanca rozando el suelo del lugar, y sus pasos rápidos y ágiles que enseguida lo llevaron hasta su lado. Sus ojos celestes se afilaron, y notó como toda la atención que antes estaba puesta en la asquerosa cabeza se dirigía ahora a él.

-¿Qué significa esto? –inquirió con notorio desagrado, los murmullos enseguida crecieron a sus costados, pero lo ignoró, solo prestaba atención al hombre frente a él quien se había atrevido a manchar con sangre ese sitio sagrado.

Su mirada se poso hacia el dueño de aquella voz que prácticamente chillo con desagrado por su sacrificio a Adonis, no se inmuto por aquel joven que era mucho más bajito que el y no pasaba de los 18 años, lindo pero no dejaba de ser demasiado débil, bueno, típico de los atenienses, cuerpos pequeños y poco resistentes para la guerra , le sonrió pero no de forma amable.

- ¿Acaso no es obvio? Un pequeño presente de mi parte

Señalo con su fuerte mano en dirección al altar, aquel dios era uno de los personificadores de la muerte, bueno, el mismo había traído un obsequio que representaba gran parte de la actividad de aquel dios; no por que ese chico fuera más joven iba a comportarse de forma amable, servia a los dioses a su manera y hasta ahora no había dejado de ser bendecido por ellos.

Regreso su mirada hasta el altar, si bien estaba seguro de que los sacerdotes intentarían retirar la cabeza en cuanto se fuera para evitar que manchara el recinto aun más de lo que ya lo hacía; pero daba igual, el cumplió con su parte.

Sus ojos claros seguían fijos en los suyos, era extraño verlo tan molesto, pero es que aquello le parecía una falta de respeto absoluta. Aquella cabeza allí, de un hombre, aún con la sangre fresca y los ojos en sus cuencas pero ligeramente desorbitados, y sobretodo, con ese hedor a muerte y putrefacción, era mas de lo que podía soportar. El otro lo trataba como a un chiquillo, se daba cuenta por sus palabras, por la forma en que lo veía, algo despectivo, como si su palabra no tuviera valor… si supiera…si sólo supiera su identidad se retractaría, pero no podía, no frente a todas esas personas.

Se llevó el cabello rubio hacia atrás, haciendo caer por accidente la capucha que le cubría los mechones claros, en general no le gustaba que los mortales vieran su cabello, pues era demasiado llamativo. Señalo la cabeza y siguió hablando con toda la firmeza que fue capaz, aunque su voz (a pesar de sentirse molesto) no dejaba ser dulce y melodiosa. -¿Crees que a los Dioses les complace un presente como ese? ¡Es desagradable! Es una total falta de respeto traer eso a un recinto sagrado…
Resopló y notó como los presentes comenzaban a dispersarse, al parecer con tanto alboroto habían comenzado a abandonar el templo para ir en otro momento, además el hediondo olor empezaba a invadir todo el lugar, no era el sitio más agradable para quedarse.

- Zeus jamas se ah quejado ni ningún otro dios así que mis presentes son bien recibidos.

Levanto los hombros como si nada ignorando que algunos sacerdotes intentaran evitar que la gente se fuera del templo y otros le reclamaran por su actitud tan abominable, no era la primera vez que hacía aquellos y bueno, no necesitaba de los favores de un dios menor pero sus hombres siempre pedían que ofreciera algo aun que sea a las divinidades menores; y bueno, para su venganza contra Hades, necesitaba tener de su parte a otras divinidades, quisiera o no.

- Si no te agrada, retíralo con tus propias manos.

Se cruzo de brazos sobre su fuerte pecho, dejando que sus ojos negros se posaran sobre los azules sin ninguna intención de retractarse, el santuario estaba ya casi vacío y el olor no ayudaba en mucho a aquella situación, era penetrante aun que estaba acostumbrado, en el campo de guerra, siempre el olor era hasta ciento de veces más intenso que el que desprendía esa simple cabeza.

Se sentía molesto por su actitud soberbia y su falta de respeto, por sus irreverentes respuestas y sobretodo porque creía saberlo todo, y estaba muy lejos de la verdad. Si tan sólo supiera a quien tenía delante… tenía demasiadas ganas de revelarle su identidad, pero no, no estaba bien, debía callarse la boca por más que la sangre le hervía. ¿Qué se creía ese hombre? ¿Cómo a un Dios amante de la naturaleza y la vida iba a satisfacerle un presente como aquel? Se pasó nuevamente la mano por los cabellos rubios, con frustración y enfado.

-¡¡No lo retirare!! Eso debes hacerlo tu, lo has ofendido… No te ganaras así su favor, ¿no sabes quien es? ¿no sabes a que se dedica? Sangre en este sito sagrado… es algo horrible, quita esa asquerosa… cosa de una vez

Fue prepotente, si, y en su voz se denotaba cierto capricho infantil, es que no se le daba muy bien enfadarse mucho, no estaba acostumbrado a dar ordenes o mangonear a otros, peor no podía permitir que su recinto fuera manchado con aquella carne putrefacta. Se cubrió la nariz en un intento de dejar de sentir el persistente aroma. Ese muchacho era muy terco, y no creía poder convencerlo tan fácilmente. Negó suavemente con la cabeza, con cierta resignación y acuñó su último recurso.

-Dime, acaso quieres…¿Qué este Dios se presente ante ti? –parpadeó y sus ojos se fijaron en los ajenos, su mirada era persuasiva, y espero que si su respuesta era afirmativa sólo bastaría una pequeña demostración de sus poderes para que aquel horrible presente saliera despedido por la puerta tal y como había entrado.

Le escucho enarcando una ceja ante la actitud tan prepotente que ese jovencito pretendía tener contra el, no se movió un ápice de su lugar; en cuanto el rubio pregunto si acaso deseaba que el Adonis se presentara frente a el, hizo una mueca en forma de sonrisa hacia un lado entes de inclinar su cuerpo hacia el frente, hasta quedar a la altura del menor, dejando su rostro a unos palmos de distancia, dejando que su aliento cálido chocara contra la joven piel del ojiazul en un espacio considerablemente peligroso.

- No seria la primera vez que una divinidad se me aparece...

Soltó con voz grave y sumamente profunda casi en un susurro para el chico, así como se inclino al frente, volvió a ponerse de forma recta, dando media vuelta para caminar hasta una de las pequeñas fuentes que decoraba el templo, sacando agua con uno de los baldes de madera que los feligreses usaban, ya fuera para las flores o bien beber, poso el balde en el borde de la fuente, tomando entre sus manos un poco del agua para enjuagar su rostro y limpiar un poco del polvo y algunas manchas de sangre que aun tenia de su ultimo viaje, todo ignorando al desconocido.

Seguramente de haber estado en cualquier otra situación aquel acortamiento de la distancia entre ellos le habría molestado, y seguramente le habría dado un buen empujón para apartarlo, algo intimidado por tenerlo tan cerca. Nunca le había gustado el contacto físico, menos si se trataba de un mortal irrespetuoso. Pero dada la situación y la ira irrebatible que bullía en su interior, le sostuvo la mirada, sin importarle que su aliento calido chocara contra su rostro ni que el aroma a sudor y sangre del cuerpo ajeno le llegara hasta la nariz. Se mantuvo muy quiero en su postura firme hasta que el desconocido se apartó por propia voluntad. Su modo de hablar lo enfermara, tan engreído como todos los mortales….

Respiró hondo, buscando recobrar la calma y lo siguió con la vista, observó cada uno de sus movimientos y finalmente se acercó, tomando asiento a su lado en la fuente. Parpado y miró el cielo celeste que perfecto observaba todo desde la lejanía, se quedo callado y quieto, transmitiendo un mudo mensaje a aquellos seres que poblaban las alturas, sabiendo de sobra que los que estuvieran cerca acudirían a su llamado.

No tardaron. Aves de todas las formas y tamañazos comenzaron a ingresar al templo que ahora estaba casi vacío, sólo quedaban allí ellos dos, y la asquerosa cabeza para contemplar el espectáculo. Los plumíferos se posaban donde tenían espacio, en los respaldos de los bancos de madera, alrededor del altar, en las escalinatas. Algunos se acercaron a las fuentes a beber agua, y otros se quedaron en el tejado del templo. Una cacatúa pequeña pero de un plumaje perfectamente blanco se posó en el hombro de Adonis y él deslizo sus dedos por su cabeza a modo de cariño.

-Te perdonaré…. Por esta vez, pero no me gustan esa clase de cosas… amo la vida, no deseo que sea derramada la sangre en mi templo –agregó con su voz ya melodiosa y calma, como era de costumbre, la presencia de los pájaros hacia que recuperara inmediatamente la calma.

Enjuago su rostro escuchando varios aleteos y trinos, levanto la cabeza extrañado, observando que aves de todos tipos y colores se posaban en los interiores del templo; frunció el entrecejo con extrañeza, las gotas de agua resbalaban sobre su piel mezclada con polvo y sangre hasta perderse en su túnica negra.

Volteo hacía el rubio, dejando que su mirada fría se entetuviera entretuviera en aquellas facciones tan jóvenes, chasqueo la lengua...¿acaso?

- ¿Un dios que representa la muerte para renacer y detesta que la sangre sea derramada? No tiene ningún sentido, ¿acaso los dioses no mandan a los hombres a pelear para que haya un renacimiento cultural?

Paso la mano por su rostro para quitar el exceso de agua aun sobre su piel antes de suspirar y caminar a la salida del templo.

- Cumplí con mi parte de agradecer a los dioses por permitirme regresar y ahora que me dejen marchar a Esparta, si no es del agrado de Adonis mi sacrificio, prefiero entonces encomendarme a Apolo o Zeus.

Desvió la vista del ave blanca que descansaba cómoda en su hombro y la regresó al mortal quien no se veía demasiado sorprendido, debía ser cierto aquello de que otras divinidades se le habían presentado anteriormente, pero eso poco le importaba. Suspiró cansinamente, como su un niño preguntara una tontería, o como si aquel ser humano no comprendiera nada de nada. No se consideraba particularmente sabio o maduro, la verdad es que en comparación a otros Dioses poco sabía, era uno de los más jóvenes e inexpertos, pero, esas palabras…

-La muerte trae más muerte, la sangre tiñe tu corazón de odio y dolor. ¿Acaso eso es lo que los Dioses desean para sus hijos mortales? –se encogió ligeramente de hombros y volvió a deslizar sus dedos por la cabeza de la cacatúa haciéndole un cariño al ave que dejo escapar un gorgojeo placentero. –Creo que estás equivocado si crees que quitando las vidas de otros complaces a los Dioses, tal vez sea un cumplido para Ares, quien ama la batalla y la muerte… Pero la esperanza y la sabiduría no llegan con la muerte, sino con una vida larga y prospera.


No esperaba hacerlo cambiar de idea, los humanos eran impresionantemente tercos, al menos la mayoría, y ese hombre parecía serlo particularmente. Pero simplemente no podía quedarse callado, y se sentía en pleno derecho de expresar sus ideas. Balanceo sus pies tranquilamente y las aves comenzaron lentamente a abandonar ese sitio, regresando a sus ocupaciones antes de que Adonis las interrumpiera con su llamado.

-No son malas tus intenciones, pero estas equivocado en tu camino… la guerra y muerte no te darán la felicidad y satisfacción que añoras. –lo siguió con la vista, viéndolo cruzar el templo en dirección a la salida, sin hacer mas comentarios por el momento.

Giro el rostro al joven rubio mientras reía ligeramente, dejando que su pecho vibrara por la risa ronca que manaba desde su boca.


- ¿Vida larga y prospera para mi?

Negó con la cabeza sin dejar de reír en el marco del templo, llevo una mano hasta su estomago hasta calmar su risa y ver a la joven deidad, apoyándose en uno de las columnas decorados con flores esculpidas en el mármol.

- Eso no es lo que a un guerrero le corresponde, ademas, ¿Que puedes saber sobre lo que añoro y deseo? en todo caso los dioses solo nos manipulan como viles marionetas, da asco y pienso terminar con ello, ir en contra de todo lo que nos ata a la voluntad de ellos...

Respondió seco y con una sonrisa bailante entre sus labios al recordar como Hades jugo vilmente con el y el muy desgraciado todavía rió frente a el cuando despertó de su locura para afrontar sus crímenes.
Se movió de su lugar y camino sin voltear hacía atrás, saliendo por completo del templo donde algunos sacerdotes le miraban con furia y le insultaban a más no poder, reclamando que traería desgracias.

Les ignoro por completo, esos cerdos inmundos rodeados de riqueza no sabían absolutamente nada, preferian cerrarse a orar y dejarse tratar cual muñecas de trapo con tal de no provocar la ira de los dioses, olvidándose de ser verdaderamente libres, el miedo era un enorme candado del albedrío...

[ESCENA TERMINADA]