Pilares

Había vuelto de otro tanto de sus interminables viajes por el mundo de los humanos, más a su llegada, una nueva celebración se alzaba en el Olimpo; y aún cuando sabía que era bienvenido a participar y unirse a la comitiva, se encontraba tan agotado que lo último que hubiera deseado era quedarse dormido en pleno banquete o que en su defecto; la música y las risas le impidiesen dormir, provocándole una jaqueca.

Así que se había mantenido al margen. Al día siguiente se presentaría como tal y contaría su trayectoria, pero esa noche lo único que quería era dormir, por lo que se sentó enlos escalones de la entrada, recostando la cabeza sobre uno de los pilares; y mientras recordaba o pensaba en lo realizado, entrecruzó los dedos sobre el estomago y ladeo la cabeza quedándose profundamente dormido.

El canto de los grillos y la suavidad del viento recorriendo la copa de los árboles era la nana perfecta para adormecerlo, por frazada mantenía su capa, y se encontraba en su hogar; así que no necesitaba mantener la guardia en alto, aunque para el hijo de Ares, eso significaba mantener la guardia al menos a la mitad; por simple manía...
A la mañana siguiente despertó por los primeros trinos de las aves, el sol tibio que iluminó su rostro con sus rayos, cediéndole su luz y calor cual caricia de Helios y la suave y fresca brisa eran los designios perfectos para un buen inicio en su día. Se incorporó lentamente desesperezándose, encontrándose directamente con uno de los habitantes de dicho palacio a quién saludó con una leve inclinación.
-Buenos Días.

No iba en realidad apresurado, pero sus pasos eran rápidos pues ansiaba salir del encierro que en que lo mantenían sumido aquellas blancas paredes, necesitaba sentir el sol cálido sobre su rostro, la adorable brisa matutina, el aroma de las flores de los jardines y porque no… la tierra fresca bajo sus pies descalzos, o en el agua fría de los ríos que cruzaban el bosque. El cantar melodioso de los pájaros que hacían sus nidos en árboles cercanos, la naturaleza lo llamaba, y el jamás se restita a aquel dulce llamado que simplemente amaba. Abandonó su cama, pero no se vistió, salió con sus ropa de dormir, aplicas, cómodas y finas, de un color crema suave. Recorrió los pasillos de memoria hasta llegar a las escalinatas donde respiró hondo cerrado los ojos llenando sus pulmones con aquel aire puro y precioso. Sonrió, ignorando que no estaba solo, sumido en su paz interior, sin siquiera ver a Eros.

Exhalo el aire y se despresó, sintiendo aquel calor tibio en su rostro de los primeros rayos del sol, ¿Qué podía ser más placentero que aquello? Tan abstraído estaba, tan seguro de que estaba solo, que se sobresaltó cuando escucho a Eros y volvió su vista a él ligeramente exaltado. Lo había visto algunas veces, pero apenas habían hablado, y hacia mucho, mucho tiempo, que no lo veía en el olimpo.

-Buenos días…-hizo un gesto de respeto con la cabeza a modo de saludo- Es extraño ver a alguien más aparte de mi aquí a esta hora…-agregó algo apenado por su aspecto desaliñado, después de todo estaba acostumbrado a que no hubiera nada por allí a esas horas, y por eso siquiera se molestaba en vestirse. Iba con sus shorts cortos y su camisa suelta y entreabierta.

Una sonrisa amable se dibujó en su rostro a medida que se incorporaba lentamente. La seda de su capa crujió, así como el ruido seco y sordo de la armadura, golpearse una con otra sobre su amplio pecho; mostrando en todo momento, quizás en un sutil contraste, la armadura militar, su uniforme y la gruesa capa sobre sus hombros, a la suave delicadeza con la que Adonis se presentaba.

A pesar de haber dormido al aire libre, la capa tenía algunas arrugas que no se notaban, más su cabello corto, y algo ondulado no mostraba los estragos de esa noche de sueño; incluso su rostro se veía despejado, de cualquier manera, hizo una leve inclinación a guisa de saludo, observando al que era su hermano menor, por desición de su madre.

-¿Te he incomodado?- Su acento era grave y su voz cortés, muy serena y calma; quizás por que estaba siendo condescendiente, preguntándose si aquel chico había sido párticipe de la fiesta de Zeus y por lo tanto se encontraba trasnochado, pues su incomodidad se hacía patente en su tono de voz.- Lo lamento, acostumbro a despertarme temprano.

Su educación había sido meramente militar, por lo tanto, podía pasar mucho tiempo sin dormir y no mostrar signos de cansancio, aunque ciertamente eso no le impedía tener jaqueca.