Desolada profundidad.

Desde que había sido despertado por Hades, este le mantenía a su servicio, quizás y con algo de curiosidad; era el primer y único mortal en vida que se paseaba por allí a sus anchas... a veces la soledad era abrumadora y solo Hades era capaz de mitigar un poco de aquellos sombríos pensamientos con ese característico pero razonable dolor sobre su muerte y la de la mujer que en alguna ocasión amo.

Sentado sobre una gran masa rocosa y sobresaliente, se dedicó a desquebrajar el absoluto silencio de los titanes, comenzando con su dulce y bella melodía. A veces olvidaba que estaba solo, y ese pequeño y desgarrado corazón salía a flote, pero por otros momentos; en los que era conciente de que le escuchaban y en que su público mudo no le ovacionaría, era cuando con dulzura interpretaba los requiem que al amo de las sombras tanto agradaban.

Sus poderes eran nulos pero hipnóticos, quizás por ello había librado muchos peligros y batallas, incluso conmovido a los dioses, y cuando las mazmorras no le eran lo suficientemente solitarias como para permanecer oculto entre ellas, salí a vagar.

Gruesas lágrimas rodaron por sus ojos, a pesar de que su semblante era impasible y frío, su majestuosa tristeza heredada del dios del inframundo había rozado su rostro con el suyo y aprendido sus modales.

Sus dedos recorrían cada cuerda con suavidad, detallando su delicadeza en cada tonada, durante su melodía. El sufrimiento que experimentase cada vez era más y más aterrador, la oscura soledad y el helado vacío que viciaban su mente. Por momentos creía ciegamente en su señor, pero había ocasiones en las que no sabía que pensar. las palabras de Zeus aún eran dulces, la angustia de Apolo se asomaba en sus ojos cada que se encotnraban y a pesar de que hacía cosas terribles; le hablaban con savidad, como si hubiese cometido un error y pudiera empezar de nuevo.

Las lágrimas caían sobre sus mejillas una tras otra, sin que sus dedos dejasen de producir tan dulce y terriblemente triste armonía, pensando eternamente en sí sería útil después para su señor, o como su propia familia, se vería desplazado. ¿Hades sería capaz de devolverle a Eurídice si era el dios de los muertos? ¿Zeus le forzaría a devolvérsela? Sin embargo, para un pecador como él, ya no había una segunda oportunidad en el Olimpo y si bien había muerto ya una vez y resucitado por Hades; eso quería decir que su alma le pertenecía y no le dejaría ir tan fácilmente.

-... Acaso... quiero irme? -Susurró bajamente dejando de tocar, levantando el rostro y cerrando los ojos. La oscuridad, sin la leve luz de su música; era absoluta y entonces los lamentos y gritos de terror se hicieron presentes de nuevo, y es que cada que Orfeo se presentaba con su Lira, el inframundo cesaba para escucharle, incluso el gran amo de los muertos.

-Solía tocar mejor en el pasado, pero no encontrarías mucha diferencia... las tonadas alegres no van en el inframundo.- Saludó, respondiendo a ese pequeño "Quédate", aún con los ojos cerrados y preguntándose cuanto tiempo llevaba allí ese pequeño niño, si había escuchado la canción completa o en sí lo que le importaba; si le había visto llorar.

De una forma u otra, el solo hecho de saber que podía regocijar algunos corazones o espíritus, sin importar lo carcomidos y mancillados que estuviesen, siempre resultaba satisfactorio, pues como un musico constante, el digno aprecio de su trabajo era la mejor paga que podía recibir. En el Olimpo casi siempre se vería opacado por la sombra de su padre en la música y por la de su madre en la poesía, pero ahora tenía un nuevo amo; alguien a quién servir y ello implicaba pasar mas tiempo en su área de trabajo o en su nueva casa, como se empecinaba en llamar al inframundo.

-¿Por que no sales de tu sitio? No soy muy diferente a lo que eres... -Susurró animando a aquel demonio, que por la voz, parecía un pequeño niño; más contenía su sorpresa, a sabiendas que no cualquier demonio se le acercaba para escuchar sus melodías, de hecho, él era el único después de su señor.

-Así es... -Replico con suavidad, volviendo su rostro delicado y meláncolico en la dirección de aquel chico. Podría decirse que estaba a ciegas, incapaz de distinguirle con exactitud en aquella oscuridad reinante, pero por lo mismo y de alguna manera; podría decirse que era capaz de verlo.

Hacía tiempo había perdido ese brillo, aquella aura luminosa que rodeaba a los Dioses, misma que ni el mismo Hades poseía; haciéndole preguntarse si realmente había sido admitido como un habitante de los abismos.

-¿Te molesta mi presencia? ¿deseas que me retire y cese mi música?-Si bien su ego no era muy elevado, comprendía la belleza de sus notas y melodías, sin embargo; quizás por educación aún solía preguntar a quién querría escucharlo antes de ponerse a tocar por su cuenta y causar tantos líos como ya había ocurrido en una ocasión en el pasado.

Dejo el arpa de lado, en una espera atenta de aquella respuesta. No hablaba con los demonios, estos no permitían su proximidad y el amo Hades solía mostrar cierta renuencia a que él socializara demasiado, según advirtió; se distraía de sus labores originales.

Sonrió apenas y muy suavemente cuando escuchó a aquel chico. La verdad es que para ser un demonio era bastante agradable, nada de mal encarado y le recordaba más a un chico común aunque ciego; que a uno de los servidores de su señor. Observó con cierta curiosidad, aquel conejo que brillaba y saltaba de un lado a otro cuál fuego fatuo; sin embargo, la idea más agradable radicaba en que se encontraba conversando con alguien en el inframundo, mucho después de su muerte y de haber estado trabajando para su señor.

Cuando aquel chico dijo que su música le agradaba, curiosamente aquel sentimiento de tristeza se desvaneció y en él solo quedó algo de curiosidad y de agradecimiento, por lo tanto; cuando señaló su lira, no pudo más que hacer un leve asentimiento volviendo a apoyar el instrumento sobre sus piernas comenzando a tocar. Nuevamente aquellos listones y delicados hilos azules se dejaron ver en el recinto sumido en oscuridad, los gemidos y lamentos volvieron a cesar; y en los alrededores, las amplias paredes rocallosas repetían sus notas aunque no con la misma perfección dejando sumido aquella nada oscura en un sueño adormecedor y sereno...

Se metería en problemas por ello si Hades llegaba a saberlo, pero enterarse conllevaba a castigar a todos sus sirvientes, pues vedado le estaba hacer su música si no era en presencia de su amo o en las afueras del inframundo bajo algún encargo.

Cuando terminó la melodía de nueva cuenta para su pequeño invitado, levantó el rostro. Aquella tonada había sido más bien dulce, agradable al oído, distaba de ser alegre pero no era una mezcolanza de depresión y vacío... algo vivo.
-¿Cual... es tu nombre?

-... - Por un momento había dejado de importarle el dolor, era un sentimiento de vacío y fría indiferencia, por lo que miró a otro lado y suspiro con algo de sequedad y amargo sarcasmo. Recordar por que estaba allí era complicado de explicar, en especial por que era una larga historia.

-La persona que yo... una persona importante para mí murió y vine en su búsqueda, más el Señor dijo que era imposible; por mucho que trato. me quede trabajando para él. -En cierta forma, era una forma muy sutil y rápida de mencionar las cosas; se preguntaba si aquel chico a su lado se conformaría únicamente con ello, o si como el resto de los demonios, conocía a sus parientes director y querría saber por que alguien como él estaba allí. Más que un hijo del Sol se denominaría como un melancólico lunático. Aquella idea le hizo sonreír con frustración y sarcasmo.

-¿Que haces aquí? ¿Te he distraído de tus labores? -Inquirió con rapidez con tal de sacarle del curso que estaba tomando la conversación, pues no tenía muchas intenciones de correr a esconderse a la superficie pero por otro lado; no quería causar problemas entre aquellos demonios y hacerse de algunos enemigos.

-Mis labores se derivan a las tareas que el Amo Hades designa para mí en los reinos humanos.- Explicó con suavidad mientras observaba confundido como aquel chico había golpeado con la mano su pecho y posteriormente se miraba la mano. No pudo evitar sonreír con amargura cuando se dio cuenta del por que. ¿Como explicarle que él no era más que un muerto resucitado donde el dios de los muertos había embutido su alma por la fuerza?- Tareas que los demonios no pueden realizar por que el Olimpo les está vedado.

Eso daba a explicar que mientras se encontrase en el Inframundo, prácticamente estaba en su tiempo libre, por lo que suavemente se incorporó; dejando que sus largos cabellos platinados cayesen como cascada sobre sus hombros en un ademán lleno de gracia y delicadeza, sin embargo, le llamó la atención encontrarse con aquella extraña bola de luz, a la que le extendió la mano para que se posara sobre su planta.

-¿Querrías ir a algún sitio en especial? -El sol había caído desde hacía tiempo, más no tenía muchos deseos de permanecer en los mundos inferiores, ya que el ajetreo de una noche de trabajo comenzaba especialmente a la caída del sol; sin embargo, tampoco quería interferir en las labores que pudieran llegar a asignarle al chico delante de sí en lo que se encontraban ausentes y que por ello; conllevase a un castigo para ambos...

La mención de Hades le recordó que quizá no era conveniente platicar con este ser. Samael no temía a nada, pero sí a la ira del señor del inframundo. Bueno, quizá un poco a su padre pero éste hacia tiempo que no se aparecía cerca suyo. Ni siquiera sabía algo de él...
Por un momento se quedó en un profundo silencio. Había un susurro dentro de su cabeza que le advertía sobre los futuros hechos de su existencia. Mantenerse cerca del Dios menor no era algo seguro. Pese a que le agradara su música de sobremanera. Incluso se sentía capaz de quedarse a su lado por largo rato unicamente para escucharle tocar. No, así descuidaría sus 'deberes' como bien Orfeo mensionó antes.

- No... - Dijo entonces tras un minuto de haber permanecido callado. - Samael regresará - Mejor hacer las cosas 'correctamente'. Además, estaba seguro de que algo importante ocurriría entre los demonios, debía estar atento a ello si es que no quería ser exiliado o en el peor de los casos, ser dado como muerto. Su desición estaba hecha, regresaría. Aunque luego quizá... si Hades no se enojaba, iría tras él para volver a escuchar sus melodias. Sin embargo era tiempo de marcharse.

Y mientras su cuerpo se desvanecia en la oscuridad del sitio su voz se dejó oir por última vez. - Orfeo No debería andar por estos rumbos solo... -

(Tú cierras :3)

-Por supuesto que no debería andar por aquí.- Replicó con el ceño fruncido mientras observaba en otra dirección. Aún cuando tanto su madre como su padre eran hijos de Zeus, pero de diferentes madres; él podría considerarse como un hijo de la mañana, donde el sol no tenía aún su influencia sobre el mundo mortal, e incluso aún quedaban los residuos del mundo de las sombras; donde una que otra estrella atrevida brillaba en el cielo. Pero su alma estaba vendida a Hades por toda la eternidad, ya que incluso había muerto; por ello, no podía hacer nada a pesar de las advertencias y avisos que los otros espectros y demonios le hicieran, ya que estaba forzado a realizar la voluntad del dios de los muertos le gustara o no.

Volvió a tomar asiento, mirando a la distancia, a sabiendas que entre aquella penumbra reinante difícilmente podría verse otra cosa que no fuera a la distancia de la palma de su mano.
-Es tan diferente al Olimpo... -Susurró con cierto desprecio. En el Olimpo solo había esos dioses cualquiera que jamás habían sufrido, que mantenían sus sonrisas e intereses por los placeres banales, sin que pudiesen ponerse siquiera al nível de un gusano mortal; ya que tal parecían creer que estos servían únicamente para adorarles y llevarles ofrendas... incapaces de comprender que en muchas ocasiones, más que dioses; eran simplemente mortales de elevada categoría con poder y nada más.- Que asco...
(Escena Terminada)