Bocadillo

Como de costumbre, a pesar de que acababa de despertar, tenía deseos de beber algo de vino para comenzar el día con el pie derecho. Así que ni bien se levanto y se vistió abandono su habitación yendo a la sala de banquetes sin esperar encontrarse a nadie tan temprano por lo que lo sorprendió encontrar a Apolo allí, recostado muy cómodo sobre las sillas de la sala comiendo queso y tocando la lira, como era su costumbre. No se trataba de una pieza en particular, sino de notas al azar, desarticuladas, pero que sonaban de maravilla por su talento con el instrumento.

Aplaudió desde la entrada viéndolo, notando como el detenía la improvisada melodía al escuchar el sonido de sus palmas. Se acercó y tomó un bocado de queso también, apoyando después la mano contra la mesa recargándose de lado en ella. –Buenos días Apolo, ¿Tocando tan temprano? ¿Se te antoja beber algo de vino conmigo?

Ambos lo sabían bien y no había motivos para ocultarlo, era uno de sus hijos preferidos y estaba más que orgulloso de él, tal vez era demasiado condescendiente en algunas ocasiones, pero le tenía un gran amor.

Se acomodó en una de las grandes y mullidas sillas descansando su espalda contra el resoplando observando como su hijo se levantaba y servía aquel delicioso liquido rojo sangre en una delicada copa y se la entregaba. Le gustaba observar sus movimientos, había algo enigmático y seductor en aquella forma de moverse. Como un felino salvaje, preciso y cauto, de un aspecto fiero, pero incapaz de hacer daño. Tanto su voz como su cuerpo le resultaban muy masculinos y hermosos, ¿Qué mas se podía esperar? Era su hijo, aún recordaba lo furiosa que Hera se había puesto cuando se entero de la existencia de aquel hijo extramatrimonial, pero poco le importó, se enamoró de él apenas lo tuvo en sus brazos, y enseguida supo que sería un Dios excepcional. Gran músico, se sentía cada día que pasaba más orgulloso de él.

-Gracias Apolo-respondió aceptando la copa y bebiendo un sorbo, apenas mojándose los labios en el delicioso néctar para después depositar un cariñoso beso sobre los labios del menor, como siempre acostumbraba hacer. –Ven, siéntate a mi lado y cuéntame, ¿hace cuanto no visitas Delfos? No puedes dejar a los humanos a la deriva por tanto tiempo niño mío…

Llevó a nueva cuenta el delicioso néctar a sus labios bebiendo un sorbo sin quitar sus azuladas orbes del rostro algo apenado del menor, parecía ligeramente avergonzado de si mismo al darse cuenta de que su padre había notado que había descuidado su trabajo, pero su tono no había sido de reproche, más bien fue un recordatorio que otra cosa. Apolo era responsable, pero a veces demasiado soñador, y Zeus sentía que parte de su trabajo residía en ocuparse que todos los Dioses llevaran a cabo sus tareas, y porque aquel fuera su pequeño favorito no podía ser más flexible.

Acarició la copa de cristal con sus dedos mientras daba pequeños sorbos al vino antes de volver a hablar. Sintió cierta curiosidad ante sus palabras, y no tuvo ningún reparo al preguntar. -¿Que te ha quitado el sueño Apolo? –susurro dejando ahora la copa vacía en la mes, para mirarlo fijamente, con la curiosidad grabada en sus masculinas facciones.

Él y el dios de la música siempre habían sido confidentes, además de ser padre e hijo, se entendían muy bien, y en muchas cosas se parecían por lo que muchas veces habían tenido íntimas charlas, recordaba haberle confesado cosas que a nadie más había sido capaz de revelar, se guardaban mutuos secretos, y esperaba que ese asunto que le estaba torturando también lo compartiera con él.

Podría decirse que adivinó sus pensamientos, pero no es que le hubiera leído la mente, sino que lo comprendió con sólo mirar su abatida expresión. Lo conocía demasiado bien, y podía imaginar que curso tomaban los pensamientos de Apolo. Suspiró largamente y de un trago largo debió lo que quedaba de néctar rojizo en la copa para después limpiarse los labios con una blanca servilleta. Recargó el rostro en su palma observándolo, preguntándose como podía hacer para animarlo, darle alguna clase de esperanza, o al menos distraerlo. En vano era seguir hablando de aquel tema, pues ya miles de veces lo habían discutido y a ambos se les habían acabado ya las palabras en lo que refería a Orfeo. La decepción era grande, y también la añoranza y tristeza, pero ¿de que servía echar sal sobre una herida abierta? Porque siguieran lamentándose nada se solucionaría, lo más prudente era pensar en asuntos más alegres.

Acercó la mano al rostro del otro y dejó una caricia en su mejilla para después descansarla sobre la pierna de su hijo, en un gesto suave y reconciliador. Dándole a entender de algún modo de que no tenía que preocuparse más por asuntos que, de momento, estaban fuera del alcance de los dos. –Dime que puedo hacer para arrancarte una sonrisa, me parte el corazón ver en tu rostro tal desesperanza-le dijo con suavidad y devoto amor hacia el, pues ante todo era su hijo, y lo amaba sin miramientos. Y si algo había en sus manos que pudiera aliviar al menos un poco su sufrimiento no dudaría en entregárselo por verlo un poco más feliz.

Sonrió al escuchar tan dulce confesión, pero sentía que nada de lo que hacía era suficiente consuelo para Apolo, lo único que le devolvería la alegría sería tener de vuelta a Orfeo, y estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en sus manos para que padre e hijo pudieran reencontrarse. Le dolía ver a su hijo en esas condiciones, últimamente era más el tiempo que pasaba como esa expresión ausente, mientras tocaba la lira, que sumido en interesantes conversaciones con él, como supo ser en otros tiempos que parecían demasiado lejanos.

-Siempre estaré a tu lado, Apolo –le dijo suave y sereno, deseando transmitirle un poco de su paz con esas palabras, que aunque sobraban pues el joven ya lo sabía, tenía el deseo de pronunciar en forma de una promesa que jamás quebrantaría. Tocó el borde vacío de su copa perdiéndose por unos instantes en sus pensamientos para después volver a la realidad regresando la vista a él.

-Cierto, pero bien sabes que no duermo demasiado, me resulta difícil conciliar el sueño, apenas lo logro con ayuda de Hipnos, mi mente nunca desea tomarse un respiro –suspiró con notorio cansancio y cerró un momento los ojos como tomándose un segundo de descanso, estaba mentalmente agotado, pero su cuerpo no le permitía rajarse lo suficiente.

Delegar responsabilidades no estaba entre sus opciones, no es que creyera que el resto de los Dioses fueran ineptos…pero pocos tenían su total confianza, la mayoría se la pasaban de fiesta, divirtiéndose entre ellos, visitando el mundo de los humanos, o incluso causando problemas que luego debía ir a solucionar… Tal vez con los años se había vuelto demasiado blando y dejaba que todos hicieran lo que quisieran sin oponer demasiados castigos o quejas, pero ¿Qué más daba? Mientras el pudiera sostener aquella situación no le molestaba, aunque a veces se le notaba el cansancio estaba dispuesto a ese sacrificio por ver a los demás felices. Se pasó una mano por el cabello con una sonrisa divertida al escuchar su último comentario.

-Suena realmente bien, pero ¿Quién se haría cargo mientras estoy fuera disfrutando del sol y el mar?- rió suavemente ya que no había respuesta para aquella pregunta, no al menos una que pudiera dejarlo plenamente conforme, si algo asi fuera posible no podría relajarse pues estaría el doble de preocupado al saber que el olimpo estaba solo- Los Dioses no nos tomamos vacaciones –comentó con tono burlón y risueño viendo a Apolo comer otro bocado de queso. Ya estaba más que acostumbrado a su particular empleo y era feliz con eso, aunque no siempre tenía tiempo para divertirse libremente como otros dioses siempre hallaba el momento para relajarse, justo como en aquel momento.

Una sonrisa traviesa apareció en su rostro ante el comentario de Apolo, casi ríe pero lo evitó porque tal vez simplemente sería demasiado. - ¿Tu crees? ¿Y como a quien propones para el cargo en mi ausencia? –era sólo un juego, pues bien sabía que no podía irse a ninguna parte, su cargo allí era el mas importante, era quien cuidaba de los demás dioses, ángeles y criaturas, nadie por más responsable que sea podía ocupar su sitio ni siquiera de forma temporal, pero le agradaba jugar con la idea de unas pequeñas vacaciones, por más que sólo fuera una fantasía lejana. Pero el dios de la música lo tengo con su risa y se unió a ella, riendo al unísono con él, embriagadas por esa tonta diversión que proporciona la capacidad de soñar.

-Supongo que debería valer para todos, aunque…conozco a uno que hace tiempo anda distraído de sus deberes –le dirigió una mirada significativa aunque no había ni una pizca de reproche en ella, sólo lo decía para molestarlo, pues nada grave pasaría porque Apolo anduviera algo mas “distraído” de lo normal últimamente, tenía razones suficientes para estarlo y no lo culpaba. Se encogió de hombros ante el comentario y tomo unos trocitos de queso para llevárselos a los labios y comerlos, adoraba su trabajo, y no le molestaban sus obligaciones…aunque a veces se sentía algo aturdido por tantos deberes disfrutaba siempre de la compañía de quienes quería, o al menos la mayoría de las veces.

El humor de Apolo estaba curiosamente divertido, era algo raro de ver en él quien solía ser serio y no gustaba mucho de las bromas, y era más que difícil arrancarle una risa, pero siempre con Zeus había sido más relajado y por lo general sólo a él le mostraba esa faceta suya bastante desconocida por el resto de los dioses. Se incorporó en su silla y lo besó en los labios, uniéndose a ellos por un tiempo algo más largo que la primera vez, y ese tal vez ya no era el beso rutinario y de saludo como el anterior.

Apolo definitivamente era su pequeña debilidad, no sólo su hijo preferido porque era un gran músico, normalmente alguien serio, en quien podía depositar toda su confianza, un gran aliado y amigo, fiel a sus principios, siempre atento y dispuesto a escucharlo… No sólo tenía todas las virtudes que un padre estaría orgulloso que su hijo poseyera sino, además de todo, era un excelente amante, sin nada que reprocharle. Su boca se saciaba en la suya, experimentando aquellos prohibidos deseos por él, que aunque en el pasado se había reprochado por sentir ya no le remordían la conciencia. Jugo con la tibia lengua de Apolo introduciendo la propia en su boca, recorriéndola por completo, conociéndola ya de memoria, pero sin cansarse de explorarla en cada rincón esperando encontrar un nuevo pasadizo secreto.

Mordió despacio su labio inferior y abrió los ojos para mirarlo, sus ojos se encontraron con los del menor, que reflejaban (o eso pensó) el mismo deseo que los suyos. Le gustaba como acariciaba su mejilla y recargó el rostro contra su mano. –Hace tiempo…no jugamos…-murmuró, tratándose más que de una afirmación de una indirecta invitación. Hablo en un susurro tan suave que apenas él podía escucharlo gracias a la escasa distancia entre sus rostros, todo el castillo aún dormía… la sala estaba desierta y los pasillos silenciosos… Movió su rostro apenas para tener acceso a su barbilla y después comenzar a besar su cuello delgado y largo, haciéndole caricias con los labios húmedos en toda esa zona sensible, mientras aguardaba por la respuesta del morocho.

No era la primera y tampoco sería la última vez que caería en aquel pecado carnal, aquel juego entre él y Apolo había comenzado siglos atrás y ya había perdido la cuenta de sus numerosos encuentros, esporádicos y sin un ritmo definido, pero perpetuos y eternos. El deseo y la necesidad crecían como un profundo agujero en su interior, uno que jamás encontraría fondo ni llegaría a rebalsarse, su amor por Apolo era puro e infinito, nadie podría tomar nunca aquel sitio a su lado, más que un hijo, menos que un absoluto amante, tenía un lugar de extraño privilegio entre sus familiares y los demás Dioses.

Siguió saboreando su piel con los labios en cadenciosas caricias y sonrió al escuchar su predecible respuesta, lo conocía demasiado bien y sabía que nunca se negaba a que lo mimara como sólo él sabía hacerlo. Notó que el morocho reaccionaba, y sus manos se volvían ágiles tocando sus cabellos y luego su espalda amplia por sobre la prenda de satén que llevaba. Adoraba las manos de Apolo, la habilidad con que recorría su cuerpo, lo conocía bien y sabía como le gustaba que lo tocara, los años en ese caso ayudaban pues aquellos cuerpos enseguida se reconocían.

Las manos de su hijo buscaron las suyas hasta tomarlas y se dejó guiar de regreso a la silla donde antes se encontraba sentado, acomodándose en ella recargando su espalda en el respaldo para estar cómodo y dejar al menor acomodarse de frente a él con sus piernas abiertas a los lados de su cuerpo y sentado cómodo en su regazo. Notó su sonrisa juguetona y le devolvió con otra que contenía la misma perversa connotación. Aquel joven solía ser tranquilo y sumiso, al menos así fue las primeras veces, pero con el tiempo se había vuelto confiando y atrevido, y eso era algo que le encantaba, pues le resultaba mas divertido cuando ponía cierta resistencia, jugando por supuesto. Jugar a ver quien era el mas fuerte, en una mímica de eterna y mutua seducción de la que ninguno de los dos se cansaría jamás.

Colocó sus manos abiertas sobre sus muslos sosteniéndolo mientras veía como se despojaba de la prenda blanca y la dejaba caer al suelo, de sólo verlo quitarse la ropa comenzaba a excitarse. Respondió a sú beso y apretó sus muslos buscando con una de sus manos luego la hebilla de su pantalón para desprenderla y dejarlo mas expuesto, rozando apenas su entrepierna por sobre su ropa interior, mordiendo su labio al notar aquello bajo sus dedos. –Oh, que sorpresa…-murmuró con picardía notando la erección del Dios de la música. La diversión acababa de comenzar y tenían, como siempre, todo el tiempo del mundo…

Recorrió su sexo con los dedos apenas acariciándolo por sobre la ropa interior negra que el otro llevaba, sólo incitándolo un poco pues le gustaba que el juego previo fuera delicioso y prologado, en especial cuando se trataba del cuerpo delicioso de Apolo. Mas no pudo resistir apretarlo suavemente cuando sintió como le quitaba la camisa y su lengua húmeda y caliente le recorría el pecho, jugueteando en sus zonas sensibles sin ninguna vergüenza, buscando excitarlo. Aunque él ya lo estaba y por lo tanto sus pantalones comenzaban a molestarle permitió que jugara con su cuerpo todo lo que quisiera. Sus manos lo tocaban con tanta destreza, con la presión y movimientos precisos.

Llevo los labios nuevamente hasta su cuello dándole cariñosas mordidas dejando las pequeñas marcas de sus dientes en el, sabiendo que pronto desaparecieran, pellizcando apenas su piel mientras su mano se colaba dentro de la ropa interior del otro Dios para tocarlo directamente, tomando entre sus dedos su hombría caliente para comenzar a masturbarlo mientras le lamía el cuello y lo acomodaba mejor sobre su regazo. No podía esperar más para escucharlo gemir, sollozar y gritar de placer por él, pero se contuvo de ir más rápido, sólo para volver aquel cadenciosos camino al absoluto placer mas extenso y que ambos lo disfrutaran al extremo.

Su otra mano tanteo la mesa buscando la copa de vino que había dejado olvidad por allí, cuando la encontró la tomo y se apartó de su cuello para beber un sorbo, y después acercar el cristal a los labios del Apolo dándole de beber también un trago de aquel delicioso elixir. Quedaba aún un poco en la copa, así que lo vertió sobre el hombro de su hijo viendo como el liquido rojizo se deslizaba por su piel firme hasta su vientre, humedeciendo parte de su torso. Sonrió y se dedicó a lamer el sitio donde el vino había caído, deleitándose con aquellos sabores mezclados que enamoraban su paladar.