Cálido baño

Bien, estaba definitivamente de pèsimo humor como para tratar con alguien, por lo que sencillamente llegò y encontrò el lago tan apaciblemente solitario como lo necesitaba. Observò en los alrededores para ver si habìa alguien que pudiera infortunarlo, màs como eso no ocurrirìa, se ato sus largos cabellos con un lazo y los echo sobre su hombro mientras comenzaba a desnudarse. Necesitaba un baño a detalle, desde que tuviese que bajar a los pantanos por uno de los tantos encargos de su amo y el lodo de aquellos sitios dificilmente se quitaba con simple agua natural, asì que dejò de lado sus vestimentas; mostrando la completa desnudez de su cuerpo.

Su cuerpo era ciertamente delgado y delicado, pero sus muslos se veìan fuertes, sus piernas definidas y sobre su vientre y estomago se marcaban muy sutilmente unas pequeñas lineas de sus mùsculos y de igual manera; en sus brazos apenas y nacìan algunos pequeños mùsculos. Sus pies eran hermosos y detallados al igual que sus manos, y su piel pàlida y blanca daba a entender que era màs una estatua que un cuerpo de un dios, sin embargo, su pequeño trasero y sus caderas escasas eran opacadas por la perfecta y deliciosa curvatura que era su cuello, casi siempre cubierta por sus altads tùnicas y sus cabellos caìdos.

Se sentò en la orilla y sumergiò los pies lentamente, usandólos como regulador de su temperatura, pues acostumbrado al frío del inframundo; meterse de buenas a primeras en ese sitio le causaría algunas quemaduras, así que lentamente fue entrando, sentándose en la orilla, dejando que el agua caliente templara su cuerpo, no sin lanzar un pequeño gemido de incomodidad por el exceso de calor en el agua.

Cerrò los ojos y recargò su nuca sobre la orilla descansando considerablemente, apenas saliera el lodo comenzaría a lavarse a conciencia.

No reconoció la voz de buenas a primeras, únicamente pensó que alguien que él no conocía le había reconocido; sin embargo, haciendo cuentas, esa voz se parecía mucho a la de... negó y a pesar de la temperatura del agua, su rostro estaba pálido y apenas el calor se conservaba en sus mejillas, sintiendo un hueco en el estomago cuando se encontró delante de su padre.

Quiso hacerse para atrás pero topaba con una roca lisa, el lodo comenzaba a removerse de su cuerpo y sus ropas estaban desgraciadamente lejanas, y después de perder el botón que Hades le diera para teletransportarse al inframundo a manos de su abuelo; no le quedaba más remedio que aguantarse y enfrentar la situación. Salir corriendo completamente desnudo le habría dedicado el mayor rídiculo de su vida, por otro lado; Zeus era quién le causaba terror, su padre simplemente...

Lo miró desconfiado y receloso, sumergiéndose en el agua al permitir que esta cubriese hasta sus hombros y sus largos cabellos plateados flotaran a la deriva como la cabeza de medusa y sus serpientes en aquellas aguas cálidas, era a fin de cuentas el territorio del otro y nada de lo que hiciera iba a cambiar el hecho de que ciertamente estaba en desventaja y mas le valía cuidar lo que decía; de lo contrario, no tenía a la mano un dios del inframundo que intercediera a defenderlo y su lira y las melodía hipnóticas poco servirían con aquel que llevaba más experiencia que él en el campo musical.

-...Hola

Aquello sí que le tomó por sorpresa. De un momento a otro, su saludo le supo ácido y él se sintió estúpido por responderlo. Le observó unos momentos, como si no pudiese entender sus palabras hasta que pesadamente cayeron sobre su sitio, una tras otra. No entendía por que le afectaba, es decir, ya debía estar acostumbrado...

Liberó un resoplido y sonrió con amargura, dejando salir una carcajada seca y sarcástica mientras se incorporaba, dejando que las aguas le cubriesen apenas por encima de los muslos; dándole la espalda a su padre. Era su imaginación o había visto una sonrisa de burla, era cierto; ya antes había escuchado que era una verguenza para la familia. Suspiró y se miró el cuerpo discretamente a sabiendas que, aunque el lodo había salido; aún quería un baño a conciencia, pero el tibio aire que soplaba le supo helado y se le erizó la piel; aparte de ese nudo seco y amargo que tenía en la garganta.

-Lo estoy... -replicó con tono sarcástico dispuesto a irse. Era tan molesta su presencia ante los ojos del dios del sol que incluso ahora ya se tomaba libertades de decirle que no era bienvenido; y era verdad. Maldita era la hora en que había decidido ir allí por voluntad propia. Los lugares aledaños al olimpo no le recibían con los brazos abiertos, juzgándole abiertamente; ese ya había dejado deser su hogar hacía muchísimo tiempo ya ahora era considerado el campo enemigo.- Pero no te preocupes, ya me voy.

De cualquier manera se dirigió lentamente a la orilla, aunque no en un nado muy apresurado, para irse habituando al cambio de temperatura; y una vez de pie, anudo su cabello buscando sus ropas.

¿Que diablos le pasaba a ese tipo? ¿Primero se aparecía de la nada, después lo corría y ahora lo retenía? ¿Acaso estaban jugando un juego nuevo y solo él no conocía las reglas o la forma de jugar? Lo miró con auténtica confusión, como si ya no entendiera nada como se manejaban y por supuesto, su rostro mostraba casi una inocente contrariedad.

Hablaban del Olimpo. Miró a otro lado incómodo pero más que enojado seguía bastante confundido, más la confusión no le duró mucho rato; ya que su piel rosada pronto volvía a recuperar su blancura y esto traía consigo pequeños espasmos producto del cambio hosco de temperatura. Mas que por el odio, el rencor o la ira estaba temblando de frío, lo cuál lo hizo sentirse patético.

Bajo la cabeza frunciendo el ceño, sin atreverse a ver al otro a los ojos y muy lentamente fue sentándose, dejando que las aguas cálidas volvieran a devolverle la temperatura adecuada; pues si bien antes se había quejado de lo caliente que estaba el agua, ahora el viento le parecía helado.

Hundió la cabeza hasta la altura de su boca dejando que sus largos cabellos ondearan en el agua, mirándolo con cierta desconfianza.

-No te daré las gracias... -Aún era un chico capaz de encapricharse o hacer sus rabietas.

Suspiró e hizo que salieran unas cuantas burbujas de aire, quizás, solo para ocultar una pequeña sonrisa burlona. Lo miraba fijo pero al mismo tiempo, de reojo; mientras analizaba sus palabras. Con que se quedase allí un rato era suficiente, no moriría por tener un hijo mal agradecido; se esforzaba realmente en sentirse ofendido pero no encontraba nada de malo que esas dos oraciones, en realidad, si se veía por ese lado, Apolo estaba siendo amable e incluso... ¿sumiso?

-Tonterías... -Murmuró bajito, volviendo la vista a otro lado, aunque de una forma u otra, si on era Hades quién le daba el verdadero significado de las palabras; él captaba el mensaje con mucha dificultad. Pensó en el inframundo, en lo oscuro y frío que era, incluso aún le daba un poco de miedo cada que tenía que descender; y aunque debía hacerlo, le costaba armarse de valor a sabiendas que detrás de toda esa negrura y olor a muerte estaba la única persona que creía en él.

Cerró los ojos y echó su cabeza hacia atrás, recargándola en la ropa. Si se veía por encima, casi ni se notaba que su padre estaba a unos pocos metros de él, pero el agua era tan agradable y confortante... desafortunadamente, su mala costumbre al clima templado y su inmediato chapuzón en aquel lago de agua caliente, se le fue subiendo a la cabeza y entre tanto vapor, dormido y mal acostumbrado, se desmayó.

La sensación que tenía, mientras permanecía en la inconciencia era de encontrarse en un campo de lirios o jazmines, tan lleno de flores y en un clima tan soleado que el aroma y el calor le mantentenían los sentidos embotados.

-...Se siente... muy cálido...-Pensó, al sentir aquella mano cálida sobre su frente. No recordaba cuando había tenido esa sensación, pero era tan pacífica y tan amable. Sonrió, sumido en un sueño sutil y por encima, el clima a su alrededor era cálido, como vapor pero también era conciente de las ráfagas de aire. Más cuando comenzó a sentir frío, sus ojos se abrieron lentamente.

Abrió los ojos y contempló el cielo azul, los rayos del sol que se colaban por las ramas frondosas del árbol y la sensación de cálidez. Rodó la vista hasta encontrarse con su padre, y antes de ser conciente de lo que había ocurrido; una sensación de pánico lo lleno. Pero entonces lo miró dormido, o al menos con los ojos cerrados y su mano sobre su cabeza. No era una sensación desagradable; por el contrario era... relajante.

Movió sus piernas para girarse y notó que estaba desnudo, miró aquellas ropas que no le pertenecían y por un momento prefirió que quería quedarse a marcharse en huída como casi siempre hacía. Solo por esa vez en vez de levantarse y poner mala cara, permaneció recostado fijando la vsta en el rostro dormido del dios del sol; esperando a que él también despertara, quizás solo quizás; por que quería hablar con él.

Asintió ante su primera pregunta, desviando la mirada, incapaz de mantenerla más tiempo frente a la de su padre. El llamarlo padre, aún en sus pensamientos, resultaba ciertamente doloroso e incómodo; de alguna manera, cuando se encontraba demasiado agotado para defenderse de sus propios argumentos en sus pensamientos, dejaba de lado la idea de que él habría podido intervenir para salvar a Euridíce y que su posición como padre; de tener un hijo como él debía ser sumamente agotadora.

Bien, ya no recuperaría a su esposa, ya una vez lo había intentado y había fracasado; incluso había muerto de regreso y ni aún así le dejaron permanecer en paz. Cerró los ojos. Si se levantaba y se marchaba, lo poco que había cicatrizado su herida, volvería a abrirse por las malas cuando contase lo ocurrido a Hades y este le revelara las verdaderas intenciones de Apolo para con él y delo ingenuo que había sido; pero sencillamente ya no tenía ganas de ver el desprecio en los ojos de Apolo ni la irritación en los de Zeus; estaba harto de ver el menosprecio y lástima del dios del inframundo cuando le contase lo ocurrido y por todo el poder que tuvieran los dioses, ninguno era capaz de volver el tiempo atrás, a aquella época.

-Sí... -El agua del templo de los vientos estaría con seguridad helada, pero si se quedaba allí más tiempo volvería a estropear las cosas; o al menos estaba seguro de que saldría otra vez liado y con la cabeza dándole vueltas mientras que su corazón amenazaba a irse a vivir a su estomago y su estomago pugnaba por salir.

-Si yo fuera él... estaría contando los segundos para que esa persona que desprecio se marchara de mi sitio preferido.- Pensó con cierto pesar suspirando sabriendo lentamente los ojos. Su mirada era otra vez fría, pero distante; como si estuviera perdida y lentamente comenzó a incorporarse. No quería volver a desmayarse y azotar el rostro contra la hierba, no sería agradable.

Cuando escuchó sus palabras, abrió los ojos con sorpresa, viéndolo impresionado y cohibido, puesto que a diferencia de él; Orfeo no poseía el valor para expresarse de la misma manera. Levantó las manos tomando sus ropas, observando con sorpresa la faz dolida de Apolo, sin haberse percatado antes de aquella mirada tan lastimada. Sus palabras, acertaban en su cabeza como flechas, encajándose una a una provocándole dolor de cabeza; como si el dios del sol fuera capaz de ver en su mente.

Él no tendría el valor de buscarlo de nuevo, no deseaba ir más al inframundo y que aquellas palabras que le dolían y al mismo tiempo le causaban un bien enorme fueran tiradas a la basura después de las frías y fétidas palabras del dios del inframundo cuando le contara lo ocurrido; por que de un tiempo a la fecha, cada que Hades le "quitaba la venda de los ojos" solo se sentía más rabioso y lleno de dolor, se agotaba rápido y no podía liberar su frustración...

Se mordió el labio inferior. Ahora había un alguien que era especial para él, aún cuando no lo conocía mucho; al que le gustaba escucharle tocar y a él le agradaba tocar para esa persona; pero tenía tanto miedo de verse herido que por eso no podía decir lo que pensaba. Extendió la mano y tomó la muñeca del dios del sol, mirando a otro lado y dejando que sus cabellos cubriesen sus ojos; y su rostro un poco rojo aún cuando el viento fresco le había bajado la temperatura. No sabía que decir, simplemente ya estaba cansado de pelear.

-Gra...cias... lo sé... -No podía decir más, sencillamente dejó caer su mano abrazando su ropa mirando elagua manar su vapor cálido.

-¿Estás... bien?... -Bajo la cabeza, mirando a otro lado, confortado y tranquilizado por aquella reacción. Esperaba que se riera de él, que le gritase o que incluso le dijera que las cosas ya no tenían solución; sin embargo, nada de eso había ocurrido. Por el contrario, ver aquella sonrisa, esa mirada tierna y triste le había hecho avergonzarse, pero al mismo tiempo, se sentía en paz.

Más cuando besó su mano, le observó casi casi con pánico, temblando suavemente sin saber que esperarse. Eran demasiadas cosas para él en ese momento, después de todo; había pasado décadas odiándolo; deseando su muerte junto con la de Zeus... ¿Donde estaba todo ese odio? ¿Toda esa rabia? Era capaz de sentirla cuando se enojaba, cuando Hades le quitaba la venda de los ojos, pero sencillamente no sentíanada de eso en esos momentos; quizás... solo quizás... estaba realmente triste y tenía miedo.

¿Que debía hacer ahora? ¿Que podía hacer? Mantenía la cabeza abajo, temblando como un niño pequeño cuando sabía que iban a reprenderlo; cuando no sabía que esperar o se había portado mal; la única diferencia es que ya no era un niño y sus cabellos ya eran capaces de cubrir por completo su rostro.

Su mirada se mantenía en el suelo, sus ojos veían borroso y sin darse cuenta, grandes lágrimas tibias ocmenzaron a salir de sus ojos inparablemente. Sollozó, como un niño pequeño y se llevó las manos alos ojos para tallarse y quitarse las necias lágrimas se que negaban a mantenerse en su sitio. Los sollozos escapaban de sus labios, silenciosos y a veces en largos suspiros, mientras sus hombros subían y bajaban ante las palabras de su padre.

-Lo siento... lo siento mucho, en serio lo lamento mucho...- Continuó cubriéndose por completo el rostro y empezando a llorar. Pero no lo hacía solo por su padre, sino por que mantenía al médico en su cabeza. Aquel que le había visto con rabia y odio, aquel al que había querido ayudar pero solo conseguía lastimarlo; por ello, ahora que lo veía a los ojos, a pesar de sus intenciones él sencillamente no podía captar sus palabras cuando otros sentimientos estaban en su cabeza.

Él se había puesto muy triste cuando trataba de ayudar a Níobe y este no podía ver sus esfuerzos, sino que parecía molestarse cada vez más; pero, el solo hecho de pensar que su padre y abuelo habían tenido que soportar esa tortura durante tanto tiempo le destrozaba el corazón. ¿Se puede estar tan ciego?

-Lo líe todo... -Susurró bajamente, sin atreverse a mirar a Apolo a los ojos. Suspiró y trató de calmarse, ya que la sola idea de que en breve tiempo debería regresar al inframundo y explicarle a Hades aquel encuentro, le helaba la sangre. La visión amable y cálida que tenía del dios del sol delante de sí desaparecería bajo las crueles y duras palabras que el señor de los muertes liberase por sus fétidos y tersos labios de marmol. Entonces toda la verguenza y el arrepentimiento por las molestias causadas pasarían a ser verguenza y arrepentimiento por haberse creído los cuentos de su padre. Lo había liado no solo como hijo y nieto, sino como enemigo, aceptando aquellas amables palabras. Estaba tan enfermizamente confundido que el sitio más seguro que conocía para mantenerse era el frágil y paupérrimo mundo de los mortales.

Sin embargo, aún mantenía muy presente que su alma y su cuerpo se encontraban apenas unidos por un pequeño nudo que Hades crease como trampa para engañar a las arpías y poder traerle de regreso a la vida; ya que una vez que un Dios moría, este no resucitaba solo por que sí; cuando un Dios moría, su cuerpo inmortal pasaba a volverse humano, envejecía, se llenaba de heridas y golpes; era tan frágil como el de un humano; aunque las heridas sanasen y su juventud y lozanía se mantuviese por mucho tiempo. Y ahora él tenía la claridad de pensamiento que un joven de su edad, podía creer o no creer, a pesar de que la verdad lo golpease en el rostro; como vulgarmente se dice, era bastante ingenuo.

¿Que clase de Dios perdonaba una traición? Tenía miedo, por lo tanto, las dudas aprisionaban su mente. ¿Sería una cruel broma? ¿Una trampa despiadada para llevarle al Olimpo y matarle? ¿Como era posible que la misma persona que lo había llamado una verguenza para los dioses, le tratase ahora con dulzura? Y si aún Apolo lo perdonaba, ¿que había con Zeus? ¿Este lo perdonaría solo por que era familia? ¿Solo por que Apolo se lo estaba pidiendo? La sola idea de imaginarse en el Olimpo, sintiendo las miradas de desprecio sobre sus hombros, los murmullos silenciosos entre otros dioses y los ángeles indiscretos; que lo señalaban a la espalda cuando él no podía verlos... y aunque él no pudiera hacerlo, eso no quería decir que Zeus o Apolo no lo verían y que se sentirían incomodados o molestos por aquel evento; acabando por delimitar que su presencia era un error o que resultaba incómoda para el resto de los dioses, que se mantenían fiel a Zeus y que aunque él si lo aceptase nuevamente; como el hijo perdido que regresa al seno familiar, estos serían incapaz de acogerle con los brazos abiertos.

-Lo lamento, pero... mi alma pertence ahora al señor Hades. -Replicó, con un suspiro que demostraba cierto pesar y al mismo tiempo cierto alivio. Al pertenecer al dios de los muertos, le estaba vedada la entrada al Olimpo, en primer lugar, por que al morir; había dejado de ser un dios verdadero, y ya no podía entrar al Olimpo. En segundo lugar, por que, resucitado o no, ahora trabajaba para Hades; así que era considerado un traidor, y aunque tampoco ansiaba regresar a los inframundos, los únicos sitios a los que tenía acceso era al mundo de los mortales y los inframundos; pues incluso sus poderes se mantenían sellados.Y sabía que su padre conocía y respetaba las normas impuestas por Zeus.- Tu mejor que nadie lo sabes.

Su felicidad le había sido arrebatada hacía ya mucho tiempo, y se mantenía en el inframundo; pasando el río Estigia donde él no pensaba regresar en mucho tiempo, pues como un semidios, si es que eso era ahora, sabía que moriría tarde o temprano... más la única persona que quizás podría darle una nueva esperanza se trataba de un mortal nuevamente.
-Me quedaré... en el mundo de los mortales. No soy bienvenido en el Olimpo y detesto el inframundo; ¿Te averguenza mi desición? -No tenía ni la menor idea de por qué le pedía opiniones, pero por esa ocasión olvidó que eran enemigos, y se imaginó una escena casual en la que un hijo mortal le dice a su padre que se irá de casa a vivir por su cuenta.

-Me alegra saber eso... supongo. -Ya no podía estar allí. Ya no podía pretender ser el hijo amoroso y dulce, por que em primer lugar no era ni lo uno ni lo otro; tampoco podían fingir que las cosas estaban bien y que todo se resolvería, por que tampoco era cierto. Continuaban siendo enemigos, ahora más por fuerza que por ganas, pero para alguien como él; el verse cerca de Apolo sin estarle gritando o atacando, representaba que se estaba ablandando y por ello podría recibir un buen castigo.-Lo mejor será que me vaya...

Se levantó lentamente, sin pudor ni verguenza, puesto que su padre conocía su cuerpo desnudo al momento de nacer y lo había visto desnudo al momento de morir; más dejó que sus platinados cabellos cayesen por sus hombros mientras se dirigía a tomar con cierto disgusto las túnicas enlodadas, más una sonrisa sarcástica cruzó su rostro al darse cuenta de la ironía que representaba vistiento de forma tan sucia.

Su única esperanza radicaba en un mortal, en aquel médico que le hacía sentir el mismo dolor que sintiera Apolo al verlo furioso o temeroso, más estaba muy lejos de decir que Níobe le había salvado. Por el contrario, quizás estuviese haciéndole un mal terrible al alimentarlo con la última esperanza que era capaz de producir, a sabiendas que cuando esta fuese fracturada y rota, se quedaría en un vacío peor que la muerte del que no podría salir jamás. Se estaba jugando todo y nada.
-Níobe... es una buena persona, Padre.- Le miró por encima del hombro e hizo una mueca muy parecida a una sonrisa.- Hasta luego...